Publicado por Chema Caballero en |
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Organismos internacionales y regionales, además de los Estados afectados, han cuestionado esta decisión, pero el Gobierno del presidente Mohammed Buhari la sitúa en un intento por controlar el tráfico ilegal de mercancías, actividad que priva a la administración de ingresos significativos que podrían ser utilizados para mejorar las condiciones de vida de la población nigeriana.
Benín es, quizás, el país que más sufre las consecuencias de bloqueo fronterizo. Es un pequeño país de África occidental que se despliega a lo largo del borde oeste de Nigeria. Las economías de los dos Estados están íntimamente entrelazadas. El comercio informal entre los dos lados de la frontera genera ingresos y empleo a un amplio sector de la población beninesa, y también en el lado nigeriano. Es normal ver en las carreteras de ambos lados motos, furgonetas y camiones cargados de bidones de gasolina, materiales de construcción, alimentos, bebidas… Por su parte, el Gobierno beninés recauda ingresos sustanciales a través de los bienes que llegan al puerto de Cotonú y son reexportados legalmente a Nigeria, o, en muchas ocasiones, desviados ilegalmente a ese país.
El sector informal en Benín representa el 70% del PIB y el 90% del porcentaje de empleo. Solo el contrabando de gasolina emplea alrededor de 40.000 personas, aproximadamente tantas como el total del sector público beninés. Igualmente, el contrabando directo o indirecto de vehículos usados parece dar trabajo a entre 15.000 y 100.000 personas, respectivamente. Todo esto según el Banco Mundial. Esta realidad tiene un claro efecto negativo sobre los dos países ya que concentra el talento empresarial en actividades informales o ilegales en lugar de hacerlo en sectores más productivos. Además, para que este tráfico se lleve a cabo se necesita la colaboración activa de los funcionarios y fuerzas de seguridad de ambos países.
En el este de Nigeria sucede el mismo fenómeno con Camerún. No es nada nuevo ni propio de un país o región, es una actividad muy común en muchas partes de África y que hunde sus raíces en el tiempo. Tiene mucho que ver, posiblemente, con la artificialidad, o inexistencia, de las fronteras y, necesariamente, con la corrupción. Por eso, el cierre de los pasos fronterizos afecta de manera muy especial a los pequeños comerciantes y a los consumidores que ven como se eleva continuamente el precio de los productos básicos.
«El precio de la gasolina ha subido considerablemente. El negocio ya no es rentable y hemos tenido que subir el precio de los viajes. Pero si pides mucho a los viajeros estos no pagan, prefieren no viajar. Así que los márgenes de beneficio se han reducido mucho», comenta Donamon, chofer de una furgoneta que funciona como transporte público entre las localidades de Bohicon y Parakou, en Benín. Yerima, conductor de una Zémidjan o mototaxi, se lamenta en términos similares. Una de las imágenes más características de Benín son las gasolineras informales. Pequeños tenderetes donde se exhiben botellas, damajuanas o garrafas de plástico llenas de combustible transportado desde Nigeria. Allí es donde paran a repostar la inmensa mayoría de los vehículos que circulan por las carreteras, caminos y calles del pequeño país.
Lo mismo sucede con todo tipo de bienes de consumo: mantequilla, mayonesa, pilas, chanclas, detergente, cerillas, tabaco, latas de conservas, arroz, aceite, telas… Los artículos no llegan, lo que hace que los precios suban. «La gente ya no puede comprar como antes. Todo está muy caro», afirma Wouti Bonima que posee una pequeña tienda en Parakou. «No es que el tráfico entre los dos países haya cesado totalmente, es que ahora son muchos menos los que se atreven a cruzar la frontera porque hay que hacerlo por caminos más escondidos y, si son pillados, las multas que les pueden imponer son bastante importantes. Por eso llega tan poca mercancia».
Desde siempre la relación entre los dos países miembros de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) ha sido asimétrica, por razones geográficas y de población. También económicas: Nigeria es la primera economía del África subsahariana muy dependiente de la explotación de sus recursos petrolíferos y Benín un pequeño país sin materias primas. Pero desde hace años Benín ha asumido el papel de ser intermediario con su vecino. Es decir, importa bienes que luego reexporta, principalmente de forma ilegal, a Nigeria.
El contrabando es una de las principales actividades desarrolladas a lo largo de la frontera entre Nigeria y Benín y es muy difícil medir el impacto real que tiene en la economía de los dos. Sin embargo, el cierre de la frontera pone de manifiesto la fuerte dependencia que tienen los dos países entre sí y la gran cantidad de familias que sobreviven gracias a esta actividad.
Fotografía: Adam Cohn
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