Publicado por Javier Fariñas Martín en |
Compartir la entrada "«No es fácil ser misionero en Europa»"
Blaise Sessoafio llegó a España hace unos meses. Después de un breve período en Madrid, se encuentra en Valladolid para estudiar Teología. Fraile agustino togolés, es el mayor de cuatro hermanos. Los primeros recuerdos de su pertenencia a la Iglesia tienen que ver con el fútbol, ya que los domingos se acercaba hasta el templo para jugar con sus amigos. Cuando empezó a ir a misa surgió en él una atracción por el sacerdocio. Después llegaron los primeros compromisos como monaguillo, la catequesis, algún retiro y la adoración eucarística, a la que iba con algunos amigos. En aquellos tiempos conoció a frailes de algunas congregaciones, entre las que se encontraban los Agustinos, que acababan de fundar su primera casa en Lomé. Dos años de formación en su país y otros dos en Gante (Bélgica) han precedido a su llegada a España. De este itinerario ha hablado con MUNDO NEGRO.
En Togoville, no muy lejos de Lomé, la capital de Togo, donde la cultura tradicional está muy presente.
Echo de menos su manera de vivir en comunidad. Creo que una parte de mi vocación a la vida comunitaria viene de esta manera de vivir de la cultura africana y, en concreto, de mi país, esta manera de vivir juntos, con muchas personas en la misma casa.
Nací cerca de una parroquia diocesana y con el tiempo fui conociendo a religiosos que venían a celebrar misa: franciscanos, salesianos, algún comboniano… Me llamó la atención que vivieran en comunidad o los votos.
La mitad de la familia, mi madre y mis hermanas, es cristiana. Mi padre practica la religión tradicional.
Aunque en mi caso no lo fue, en África no es fácil dejar al hijo mayor o al único varón salir de casa para hacerse sacerdote. Desde muy pequeño iba a la iglesia con los amigos para jugar, aunque pronto sentí que había algo que me atraía más: quería ser como el sacerdote que celebraba la misa. Era niño y no sabía lo que era el sacerdocio, pero me atraía. Comencé la catequesis, me hice monaguillo y al terminar Secundaria fui a ver a mi párroco para decirle que quería ser sacerdote. Se preocupó por mis motivaciones, pero aunque no supe explicarle el porqué, sí le dije que era lo que quería. En aquella época participaba en la adoración eucarística con otros jóvenes. Un día, en silencio, comprobé que mi corazón estaba lleno de paz y alegría. En lo personal eran momentos complicados por diversas circunstancias, pero en la adoración me encontré poco a poco con esa paz que me daba el Señor. Si Él había dado su vida por nosotros, yo podía ofrecerle toda mi vida. La cuestión era cómo hacerlo, algo a lo que no supe responder entonces.
De momento, seguí estudiando. Al terminar el Bachillerato comencé a estudiar Historia en la universidad, aunque después de dos años tuve que dejarlo por cuestiones económicas y estuve trabajando otros dos.
En un centro social en Lomé y en un colegio de Primaria de las Canossianas cerca de la capital.
En 2017, aunque antes, cuando estaba en Secundaria, ya hice un proceso de discernimiento con un franciscano togolés y luego tuve contacto con la Comunidad de San Juan. Después conocí a los Agustinos.
Cuando trabajaba en el colegio, una religiosa muy amiga mía me dijo que iba a ir a la toma de hábito de unos sacerdotes agustinos. No había escuchado nunca nada sobre ellos.
Me puse en contacto con el responsable vocacional que, después de seis meses, me invitó a ir a la comunidad a ver cómo era su vida. La primera cosa que me gustó fue la vida comunitaria. Sentí la misma paz que experimenté en aquella adoración eucarística.
Los Agustinos llegaron a Lomé en 2017 y yo ingresé en la comunidad un año después. Es la única casa de la congregación en el país y la segunda de África occidental, después de la de Nigeria. En nuestro caso, pertenecemos a la provincia de Bélgica.
Creo que el primer objetivo de la Provincia es que nos quedemos a trabajar en Bélgica.
Creo que el sistema social europeo ayuda más a la gente a realizarse en la vida. Me encontré con una manera de vivir más individualista. Cada persona está pendiente de sí misma.
Llegué en marzo, al final de la Cuaresma. Fue mi primera Semana Santa fuera de Togo. En mi país, por ejemplo, los fieles y los sacerdotes celebramos la institución del sacerdocio el Jueves Santo, y en Gante los oficios duraron muy poco. La Vigilia Pascual fue aún peor. Teníamos una iglesia muy grande, pero solo había unas diez personas mayores. Me puse a llorar y a preguntarme qué estaba buscando en Europa. Quería ir hacia la gente, anunciar que Jesucristo es el Señor, pero no de este modo.
Hablé con mi provincial, que es beninés. Me comprendió y me dio algunos consejos.
Con la secularización de la sociedad no es fácil ser misionero en Europa. Hay gente que no quiere saber nada de la religión y que tampoco comprende por qué un joven como yo quiere ser sacerdote.
Es difícil evangelizarlos con palabras, pero podemos hacerlo a través de los actos. Debemos amarlos y acogerlos tal y como son. Nuestra forma de vivir les hace preguntarse de dónde surge nuestra alegría. Así empieza la evangelización.
En África, aunque no sean cristianos, la gente cree. Eso ya ocurría antes de que llegaran el Evangelio o el islam. Mientras, en Europa, aunque tiene una larga tradición religiosa, se ha impuesto la secularización y la libertad individual es la norma suprema. Aquí ser creyente equivale a ser esclavo o súbdito de algo o de alguien.
A los seis meses de estar en Gante ya me convencí de que no hace falta tener a mucha gente. Si vienen diez personas a la iglesia… trabajamos con ese pequeño grupo. Ellos son el pueblo de Dios en este momento y en este lugar. La pregunta es qué hacer con el resto. Entiendo que debemos seguir viviendo nuestra fe, demostrando nuestra manera de vivir y quizás ellos mismos vengan a partir de nuestro testimonio.
La esperanza, la esperanza. El papa Francisco habla mucho de esperanza, y la juventud es la esperanza de la Iglesia. También podemos aportar nuestra alegría. La juventud actual debe ser una juventud con mucha alegría, que espere un futuro mejor para la Iglesia, para la sociedad en la que vivimos y también para nuestras familias. En España, al contrario que lo que sucede en Bélgica, hay más jóvenes en la Iglesia. Por lo poco que he podido ver todavía, aquí vienen las familias con los niños a misa. En los tres meses que he vivido en Madrid, al finalizar la misa dominical de las 12 estaba ahí con los niños… Esto no lo he visto en Bélgica. Creo que España puede tener esperanza con los jóvenes. No sé cómo será el futuro, pero debemos esperar.
Compartir la entrada "«No es fácil ser misionero en Europa»"