«Nos queda un largo camino por recorrer»

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Ngosa Chungu, productora y documentalista

Atenta a la realidad, Ngosa Chungu contempla el ímpetu que ha provocado el cambio político en su país. Después de varios años fuera de Zambia, regresó porque «había mucho que contar».

Tras el éxito del documental e18hteam sobre la tragedia de los Chipolopolo (la selección de fútbol de Zambia), está trabajando en proyectos que tienen a la ciudad como centro de acción, ¿por qué?

Estoy trabajando en un segundo documental sobre fútbol, pero también quiero contar la historia de las vitumbuwa ladies (vendedoras callejeras de dónuts), en torno a las que se creó una comunidad filantrópica durante la covid-19. Y tengo el proyecto Eagle Rising, sobre la juventud de Zambia, que aboga por su promoción a través de contenidos multimedia.

¿Se refiere a los jóvenes que empujaron el cambio en las urnas?

Sí, pero he decidido darle más tiempo para ver cómo evoluciona el país con el presidente Hichilema. Quiero contar dónde sentían que estaban, dónde se encuentran ahora y cómo contemplan el futuro. 

En la red de ayuda que se creó con esas vendedoras de dónuts también hay transformación social.

Aquello fue el resultado de la acción de un joven en las redes sociales que ayudó a que 20 mujeres fueran capaces de expandir sus negocios, mantener a los niños en la escuela…, y todo con un coste muy bajo, un par de miles de dólares que se recaudaron con rapidez. Su historia es muy interesante, porque es de Luapula, una de las regiones más pobres de Zambia. En su pueblo mucha gente ponía en marcha pequeñas iniciativas, y así él pudo desarrollar su potencial. Llegó a la capital, fue a la universidad en Sudáfrica… Si no hubiera pasado por esa experiencia, ni habría visto a las vitumbuwa. Esto nos lleva a plantearnos la necesidad de hacer las cosas, y también se genera un efecto multiplicador. Él inspiró a otros.

¿Qué opina del cambio político en Zambia?

Es complicado. Para la gente es un momento muy emocionante, pero políticamente nos queda un largo camino por recorrer. Crecí fuera de Zambia, regresé hace 10 años y me quedé porque había mucho que contar. Llegué justo antes de que el anterior Gobierno alcanzara el poder. Al mismo tiempo que logré mi primer trabajo como presentadora de televisión, a mi madre la detuvieron por su actividad política –entonces era diputada–. Estuvo arrestada sin comida durante cuatro días, una locura…, y cuando fue reelegida atacaban nuestra casa. En nuestro país, está muy extendido el lema «Bola nalesa», que significa «fútbol y Dios». Por eso, en aquel momento decidí contar la historia de la selección de fútbol, a la que todo el mundo adora y que podía servir para demostrar que somos una nación unida. Ya el primer presidente democrático, Kenneth -Kaunda, gobernó diciendo que no importa la tribu a la que perteneces cuando juegas porque te pones la camiseta verde de Zambia.


Una mujer marcha hacia el Parlamento zambiano para protestar por la presunta corrupción del Gobierno en la compra de 42 camiones de bomberos. Fotografía: Salim Dawood / Getty


¿Cómo se pasa, de un día para otro, a hablar con libertad y sin miedo? 

Lo que ha ocurrido se construyó lentamente en las redes sociales, durante los últimos ocho años, y en especial en Twitter. La gente estaba muy cansada y se extendió ese sentimiento de «¿qué tenemos que perder?». Empezaron a decirle al expre-sidente (Edgard Lungu): «¿Qué estás haciendo? Esto es una locura». Ante las detenciones, los activistas encontraron la manera de protestar online y de convocar quedadas en el bosque cuando el Gobierno los buscaba en la ciudad. Son chavales que tienen su propio idioma, que expresan sus opiniones alto y claro. 

¿El antiguo régimen no supo verlo a tiempo?

Estaban en una burbuja, subestimaron lo importante que era lo que se estaba generando en las redes sociales. El actual presidente se comprometió con la juventud, ejercimos un voto de protesta porque era el mejor candidato, pero eso no significa que estemos contentos. De hecho, en la formación del Gobierno es decepcionante que haya pocos jóvenes y pocas mujeres. Si no cumple, en cinco años se irá, la gente lo quitará. 

La participación superó el 70 %…

Fue increíble. Yo acudí a votar a las cinco de la mañana y no pude hacerlo hasta cinco horas más tarde. La gente sabía que al acudir a las urnas el cambio era posible. Si éramos un número suficientemente grande no podrían manipular el resultado. Y nos aseguramos de que no ocurriera. Estoy muy orgullosa de haberme implicado.

¿Hay algún movimiento u organización detrás del cambio?

Es un trabajo global, en el que participan organizaciones como Chapter One Foundation que fue crítica y se sirvió de la Justicia para combatir la censura del régimen. Además, explicó a la gente lo que estaba pasando. Cuando bloquearon Internet, acudió a los tribunales y logró que se restableciera. Los zambianos siempre han estado implicados en causas relacionadas con la libertad y la independencia. El primer lugar al que viajó Nelson Mandela tras ser liberado fue aquí, porque acogimos a muchos miembros del Congreso Nacional Africano.

¿Las redes sociales han permitido esa movilización hacia el cambio?

Sí, además, los jóvenes han impulsado a los millenials [personas que alcanzaron la edad adulta a principios de siglo] en el acceso a la -información y la conectividad. Fue algo similar a lo que pasó con Obama en 2008, que la gente no se lo creía, pero los jóvenes se sintieron con poder, estaban informados y supieron que debían hacer algo. Nos enseñamos unos a otros y compartimos el conocimiento para ser mejores ciudadanos. Quien quiera liderar este cambio tendrá que elevar el nivel, porque no somos el electorado de hace cinco o diez años.

¿Dónde están los que apoyaron al antiguo régimen?

Escondidos.

Pero ¿forman parte de la sociedad?

Ese es el tema. Mucha gente se enfrenta a lo que apoyó y a las consecuencias que trajo. Rendir cuentas es muy importante, algo que hizo Hichilema al llegar al poder. En especial con la figura de los carders (afiliados a partidos, a veces violentos), que preocupan por su violencia. Los zambianos no somos así, y este tipo de personas dan mucho miedo. Asaltan casas y agreden a personas, algo que ha vivido mucha gente en primera persona.

¿Cómo combatirlo?

Invirtiendo en salud mental, hablando más con los jóvenes. Hay gente que está pidiendo que esto figure en el servicio de salud pública.

¿De dónde salen esos grupos?

Fueron creados y animados por el antiguo régimen. Creyeron poder convertir al país en una dictadura instaurando el miedo.

¿Qué error del presidente haría que la gente se sintiese decepcionada?

Ya lo ha cometido con las personas que nombró para su Ejecutivo. Dar las gracias a los jóvenes no es suficiente. No puede ignorar que la calle exige atención a las mujeres que sufren violencia. El 65 % de la población tiene menos de 35 años. La ciudadanía está atenta y todo es posible.

¿Qué ha aprendido de lo vivido en los últimos diez años en Zambia?

Que se nos subestima más de lo que pensaba. 

La religión juega un papel importante en la sociedad zambiana, ¿contribuye al cambio social?

En Zambia, la mayoría de la población es protestante. En relación a los derechos de las mujeres creo que si la Iglesia no estuviera ahí, no se habría logrado cierta visibilidad. La Iglesia debe implicarse en las reivindicaciones sociales porque tiene tentáculos que puede activar con los mensajes dirigidos a la sociedad. 

¿Hay que poner límites a las redes sociales?

Internet nos da un espacio, para eso sirven las redes sociales. Luego cada uno, en mi caso desde los documentales y las entrevistas, tenemos que poner en valor ciertas cosas. Es mi elección compartir mi historia para que dé fuerza a otras personas. Lo importante es saber que hay un problema en nuestra sociedad que debemos trabajar. Y solo dejaremos de hablar de la violencia contra las mujeres cuando se deje de ejercer.   

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