«Nunca había abandonado la misión en una situación así»

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P. José Javier Parladé, misionero comboniano repatriado de Sudán


El P. José Javier Parladé, misionero comboniano, es uno de los 34 españoles evacuados de Sudán en el marco de la operación de rescate organizada por los ministerios españoles de Exteriores y Defensa. A su llegada a Madrid, ha relatado a MUNDO NEGRO su salida del país.


Por P. José Javier Parladé

Estoy destinado en Bahri, la parte de la ciudad de Jartum más castigada por los combates. A pocos cientos de metros de nuestra comunidad se encuentra un acuartelamiento de las RSF, por lo que bombardeos de los aviones de las SAF eran frecuentes. Venían, soltaban la bomba y se iban. Los muros de la casa retumbaban una barbaridad y eso que son bien gordos.

Al principio estábamos cuatro en la casa. Dos éramos miembros de la comunidad: el P. Lorenzo Baccin y yo. El P. Diego della Carbonare, que es el superior provincial y que también vive con nosotros, estaba de viaje en Egipto y se ha librado de esto. Un tercer comboniano era el P. Brighton Zimba, de Zambia, que lleva esperando dos meses el visado para Egipto. La cuarta persona era Halla, la cocinera sursudanesa que trabaja en la casa desde hace años. No había agua corriente ni electricidad, pero afortunadamente en la misión tenemos un pozo y con la ayuda de un generador de diésel sacábamos agua, que luego hervíamos para poder beber.

Más tarde vinieron cuatro voluntarios del Comboni College que estaban alojados en una casa no muy lejos de la nuestra y que se habían quedado sin agua, sin electricidad y sin alimentos, así que a pie, con una bolsita en la mano, se arriesgaron para llegar hasta nosotros pasando un miedo tremendo. Tres de los cuatro voluntarios, Geraldine, Isabel y José Francisco, regresaron a España conmigo, y la cuarta, Wisdom, sursudanesa, se quedó en Sudán. Afortunadamente nosotros teníamos en la comunidad algo de comida en dos congeladores y encendíamos el grupo electrógeno una hora por la mañana y otra por la tarde para que no se nos estropeasen los alimentos. En ese momento aprovechábamos también para sacar agua del pozo.

Los disparos eran continuos y ninguno nos atrevíamos a salir de allí. Luego nos dimos cuenta de que estábamos casi solos porque la mayoría de la gente que vive alrededor nuestro se había ido buscando lugares más seguros. En este contexto, me llamaron desde la congregación para decirme que España estaba organizando una operación para repatriar a los españoles y que tenía que irme. Le dije que nunca había abandonado la misión en una situación así y que no me iba. Pero me llamó otra vez y otra vez…, y me decía que yo era muy viejo, que tenía que salir de allí, y al final me dejé convencer un poco. Dijimos al viceprovincial que tenían que venir a buscarnos para llevarnos a la embajada de España, que era el punto de encuentro para la evacuación de los españoles y otras personas. Pero aunque nos dijeron que vendrían, no vinieron nunca. Creo que lo intentaron varias veces, pero aquello era muy peligroso y no lograron llegar, así que al final creímos que el avión español se había ido sin nosotros.

El misionero comboniano José Javier Parladé a su llegada a la base militar de Torrejón de Ardoz tras la evacuación. Fotografía: Florentino Lafuente. En la imagen superior, Parladé ya en la casa provincial de los Misioneros Combonianos en Madrid. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



La situación se complicó cuando se nos acabó el diésel. Un vecino que nos llamó nos dijo que podíamos entrar en su casa, justo enfrente de la nuestra, romper el candado y coger un bidón de combustible. Estábamos decididos a hacerlo, pero el P. Brighton dijo que no, que era muy peligroso y que nos iban a acusar de ladrones, así que lo pospusimos para el día siguiente, aunque sin diésel estábamos perdidos. Además, ese sábado por la tarde hubo una lucha bestial entre las dos partes: los soldados del Gobierno atacaron para expulsar a los paramilitares, pero no lo consiguieron.

El domingo celebramos la misa los que estábamos en la casa y cuatro religiosas sursudanesas de las Hijas de la Caridad que viven también muy cerquita de nosotros. Luego nos fuimos a desayunar. A eso de las 10 cayó un bombazo terrible, mucho más fuerte que otras veces. Una bomba o dos, no lo sé, habían caído en la barandilla del segundo piso y luego en la sacristía, y todo empezó a arder. Como no teníamos agua, intentamos apagar el fuego echando arena porque si alcanzaba a la librería o a la iglesia hubiera sido terrible. Empezamos a sacar cosas para intentar evitar la propagación del fuego y a duras penas lo conseguimos. Aquello decidió al P. Lorenzo a salir de allí, porque hasta entonces no se había atrevido a coger el coche. Pero se convenció más todavía cuando le llamaron desde la embajada italiana diciéndole que había un avión dispuesto para evacuar a todos los italianos que quisieran dejar el país.

Teníamos cuatro vehículos y decidimos llevárnoslos todos para evitar que nos los robaran, porque la casa se quedaba vacía. Cogimos las cañas con las que sujetábamos las mosquiteras e hicimos unas banderas blancas con sábanas. Éramos en total 12 personas: los tres combonianos; nuestra cocinera, Halla; los cuatro voluntarios y las cuatro religiosas. Íbamos todos muertos de miedo, muy despacito y con todas las ventanillas bajadas para evitar cualquier problema. Continuamente nos paraban los soldados de Hameidti y les decíamos que habían bombardeado nuestra casa y que íbamos a Omdurman y fueron dejándonos pasar. Cuando llegamos al puente sobre el río Nilo, nos dimos cuenta de que la situación allí era mucho más tranquila y eso nos animó a pensar que habíamos tomado la decisión correcta. Los combonianos tenemos otra comunidad en Omdurman, concretamente en Masalma, y allí llegamos con la alegría de encontrarnos con nuestros compañeros.

Al ver que todo estaba más tranquilo, Los padres Lorenzo y Brighton decidieron quedarse. Halla y Wisdon tomaron la misma decisión. Así que a las cuatro religiosas, a los tres voluntarios y a mí nos llevaron a la sede de la ONG italiana OVCI, que era el punto de encuentro para las personas que iban a ser evacuadas por los italianos. Yo en esos momentos pensaba todavía que el avión español ya se había ido y que me llevarían a Roma, pero como allí también tenemos casa los combonianos, no me importaba mucho. El P. Salvatore Marrone, que nos llevó hasta el punto de encuentro, se marchó inmediatamente, por lo que no había suficientes coches para llevarnos hasta la pista militar de Kéreri, situada a 16 kilómetros al norte de Omdurman, que era donde estaban llegando los aviones. El aeropuerto internacional de Jartum estaba ocupado por los hombres de Hameidti. Creo que de algún modo les di pena porque al final me hicieron un huequecito en uno de los coches, aunque me sentí mal porque Geraldine, Isabel, José Francisco y las cuatro hermanas no encontraron sitio.

Al llegar a Kéreri los soldados italianos me acogieron maravillosamente. Me sentaron en una silla, me dieron cuatro botellas de agua y hasta vino un médico por si me pasaba algo. Yo les dije que estaba perfectamente y que no necesitaba ningún médico. Allí pregunté si había algún español y me dijeron que sí. Enseguida vinieron también unos soldados españoles simpatiquísimos, una soldado de Utrera, otros dos de Cádiz y unos cuantos más. Entonces me enteré de que el avión español estaba de camino y que podría regresar a Madrid. Vi por allí al nuncio en Sudán, que es español, aunque no tuve ocasión de saludarlo, también al cardenal Zubeir (arzobispo emérito de Jartum) y a tres religiosas combonianas italianas. Mi alegría fue mayor cuando vi entrar en aquella sala de espera a Geraldine, Isabel y José Francisco junto a las cuatro religiosas sursudanesas, así que nos dimos un fuerte abrazo. Los tres laicos vinieron conmigo a Madrid, mientras que las religiosas se fueron a Roma, donde su congregación tiene una comunidad.

Un avión de carga español nos llevó hasta Yibuti. Había 50 asientos unidos al fuselaje, que los conté, y como éramos más, el resto de la gente debería ir sentada en el suelo. Nos dijeron que entraríamos todos en el avión aunque el viaje no sería muy cómodo. A mí, como soy viejo, me ofrecieron uno de los asientos.

Al llegar a Yibuti ya estaba otro avión del Ejército español, muy grande y cómodo, esperando en la pista y yo, despacito, a mi ritmo, fue caminando de un avión a otro. Entramos y tuvimos que esperar bastante rato hasta que despegamos. No me canso de repetir que los soldados españoles fueron en todo momento muy amables, cariñosos y respetuosos con nosotros. Nos dieron de comer y todo lo que necesitábamos.




El misionero José Javier Parladé en la misión, en una foto de archivo.


Los misioneros y la guerra



Por P. Enrique Bayo


El P. José Javier Parladé Escobar, sevillano de 81 años, es un misionero comboniano enamorado hasta los tuétanos de la Misión y de Sudán, la tierra donde vivió y murió san Daniel Comboni. Hasta ahora, han sido 52 años ininterrumpidos los que el P. José Javier ha pasado entre Sudán y Sudán del Sur, que obtuvo la independencia en 2011. Nadie ha conseguido sacarlo de su tierra amada para que pasara algunos años de servicio misionero en España o en cualquier otro país; siempre se las arregló para permanecer allí. Esta vez, sin embargo, las circunstancias han obligado a regresar al misionero sevillano, aunque no sin resistencia. A quien le pregunta, le deja bien claro que viene de vacaciones, porque «cuando se arregle todo, volveré».

A las once y cuarto de la mañana del lunes 24 de abril aterrizaba en la base militar de Torrejón de Ardoz el avión del Ejército español en el que viajaba el P. José Javier. No pudo descender por la escalerilla del avión debido a los problemas en sus piernas. El P. Miguel Ángel Llamazares, superior provincial de los Misioneros Combonianos en España, tuvo que esperar que un ascensor ayudara al misionero a descender del avión. Solo entonces pudo darle un abrazo de acogida y acompañarlo hasta la comunidad comboniana de Madrid.

Nada más llegar, en torno a la mesa, el P. José Javier comenzó a relatar todo lo que vivió desde que el sábado 15 de abril estallara el conflicto entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF, por sus siglas en inglés), lideradas por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), de Mohamed Hamdan Dagalo, Hameidti.

El P. José Javier Parladé regresó a Madrid y tendrá un tiempo de descanso después de todo lo vivido, mientras tanto, muchos otros misioneros y misioneras combonianos siguen en Jartum a pesar de que las escuelas, colegios, parroquias y demás estructuras donde prestan servicio siguen sin actividad. Solo les queda la oración confiada para que se ponga fin a esta nueva locura y dejen de sonar las armas.

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