Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
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Se han unido y están determinados a «erradicar el racismo estructural» y a «promover el reconocimiento, la justicia y el desarrollo para los africanos y afrodescendientes» que viven en España. La primera sensación de unidad apareció cuando muchas personas secundaron su llamamiento para acudir a las manifestaciones que tuvieron lugar en Madrid, Bilbao, Barcelona, Murcia, Málaga, Zaragoza, Mallorca, Islas Canarias, Tarragona, Valencia, Córdoba, Rota, Sitges, Lleida, Granollers, Salt, Olot y Vilafranca del Penadés, para denunciar el asesinato racista de George Floyd, el pasado 25 de mayo, a manos del policía Derek Chuvin en Minneapolis (EE. UU). Ahora, durante este puente confinado perimetralmente en casi toda España, han logrado consolidar esa unidad al organizar el primer encuentro estatal de la CNAAE.
Intensos debates online en sesiones de dos horas, con tiempo para exponer puntos de vista, hacer preguntas, denunciar y manifestar opiniones, pero sobre todo para escucharse y ocupar un espacio que les pertenece. Una media de 60 personas –en ocasiones cerca de las 100– se conectó a los enlaces de Youtube que iba facilitando la meticulosa organización del encuentro para ir abordando cuestiones básicas para el colectivo.
La CNAAE se presenta y actúa como una verdadera comunidad, y no solo porque entre sus miembros se llamen con naturalidad «hermano» o «hermana» cuando son de la misma edad, y «tío» o «tía» cuando se dirigen a personas mayores a los que se les debe un respeto, sino porque reivindican sus orígenes y miran hacia el continente africano para establecer una relación de fuerza y autenticidad que les permita crear su propio espacio en el lugar en el que residen.
«Verdad, justicia y reparación» es el mandato con el que se identifican después de haber creado un logo que, como explicaron durante la presentación del encuentro, se estudió al milímetro. Una imagen corporativa que «representa la lucha de los pueblos negros con el punto negro en el centro, el ubuntu que significa “yo soy porque nosotros somos”, la reciprocidad, al igual que la equidad y la ética donde hay unión, comunidad, protagonismo y feminidad», explicó Basha Changuerra, miembro del CNAAE.
Determinación y fuerza que se recogen en un decálogo con el que se pretende «impulsar una ley integral contra el racismo, garantizar los derechos laborales del colectivo, terminar con la violencia en la frontera sur, impulsar procesos de memoria histórica, alcanzar una representatividad efectiva en todos los ámbitos de la sociedad, exigir el fin de las relaciones intercoloniales de empresas españolas que siguen expoliando el continente africano, proteger a la infancia y los adolescentes negros en entornos educativos, exigir el respeto de la maternidad y crianza negra y establecer protocolos de salud mental».
«Queremos hacer algo histórico, crear un espacio en el que se nos escuche, donde dejar nuestra huella, que esté destinado a la comunidad negra», comentó Cheik Ndiaye (de CNAAE), a lo que Guillem Balboa (de CNAAE) añadió que lo importante es «construir un sujeto de análisis negro a nivel estatal, un sujeto político para reafirmar nuestro compromiso con el momento que nos ha tocado vivir».
Casi 40 personas, entre intervinientes y moderadores, fueron desgranando aspectos concretos de la realidad de la comunidad negroafricana y afrodescendiente que quieren pasar de estar unidos en el dolor y las injusticias a hacerlo como colectivo capacitado, que no tiene que pedir permiso para ocupar el lugar que les corresponde y al que se debe tratar como un igual. De este modo, abordaron temas como las disidencias género-sexo-afectivas, las alianzas feministas negras, la adopción e identidad en la sociedad, la salud mental, el racismo, las migraciones y las políticas educativas, las resistencias internacionales, el panafricanismo, y la herencia y legado de los que llevan décadas luchando para que el color de piel, el acento o la procedencia no generen tratos discriminatorios e injusticias.
En pleno siglo XXI impresiona que muchas de las personas que intervinieron desde diferentes perspectivas de la lucha de esta comunidad no solo recordaban el legado de la colonización que acabó en la mayor parte de los países africanos hace 60 años, sino que se referían a un mecanismo de opresión y discriminación que se ha perpetuado y que es necesario seguir combatiendo. «Continuamos en el colonialismo aunque hayamos obtenido la independencia porque no nos permiten desarrollarnos (…) África es un continente en potencia. Migrar es un derecho. Tenemos derecho a venir a buscar lo que se ha explotado en nuestros países. Aquí no nos regalan nada y nos niegan nuestro derechos. Pero este también es nuestro país, estamos trabajando y formamos parte del cambio social, de la ciudadanía», sentenció la activista a favor de los derechos de la mujer Fatou Secka durante su intervención. A lo que el militante del movimiento antirracista en el País Vasco Marra Junior añadió: «Da igual que seas médico, ingeniero o arquitecto, cuando llegas a España solo eres un migrante y eso te hace dudar incluso de tus capacidades, hasta llegar a pensar que no eres nadie».
Son realidades que, como explicaron los ponentes de las diferentes mesas, afectan tanto a menores como a adultos de la comunidad negroafricana y afrodescendiente y que deben ser revisadas y corregidas. El vínculo constante entre los países de origen y la convivencia en el Estado español marcó muchos de los debates en los que la «protección de la diversidad», como apuntó el historiador Antumi Toasijé, es clave para llegar a «empoderar a un colectivo político, con una estructura socioeconómica anticapitalista, a favor del pueblo que sufre».
Mayo Asumu, que participó en la mesa sobre el movimiento panafricanista, destacó que «ahora hay más miedo entre los líderes africanos del que había en los años 60, y por eso solo un movimiento de masas que proceda del continente africano podrá cambiar las cosas».
Cuando les tocó el turno a los veteranos, la editora Remei Sipi, el escritor Donato Ndongo y el académico Justo Boleika, con más de 50 años de vida en España, quedó de manifiesto que aún hay mucho por hacer. «Una sociedad que no le reconoce, que no le trata como a un igual…, lo que provoca es que esa persona esté pensando siempre en sus orígenes. Porque nacimos en África y porque esta comunidad no nos acepta del todo, aunque formamos parte de ella», explicó Ndongo. «Llevamos 50 años aquí y seguimos siendo invisibles. Mis hijas tienen que seguir luchando», explicó Bolekia, a lo que su compañero de generación añadió: «No tenemos por qué tolerarlo y agachar la cabeza por ser negros, aunque eso sea una realidad».
Clarificador y repleto de contenido interesante, el primer encuentro estatal de la CNAAE permitió que la mayor parte de los debates fueran en abierto para que su presentación ante la sociedad abarcase a un público general. El trabajo interno irá plasmándose y compartiéndose cuando vayan alcanzando objetivos. Mientras tanto, hacen un llamamiento para ser cada día un número mayor, mientras el resto de la sociedad se va despertando y empieza a reaccionar.
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