«Perdonar me liberó del miedo»

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Mons. Christian Carlassare, obispo electo de Rumbek (Sudán del Sur)


El 8 de marzo el papa Francisco nombró obispo de Rumbek (Sudan del Sur) al misionero comboniano italiano P. Christian Carlassare. El 26 de abril fue tiroteado en ambas piernas y su ordenación episcopal, prevista para el 23 de mayo, se anuló. Antes de regresar al país en noviembre, pasó por MUNDO NEGRO.

Camina con normalidad. Nada hace sospechar que, seis meses atrás, cuatro balas de -Kaláshnikov atravesaron sus piernas. Las cicatrices son muy visibles, y aunque ha perdido masa muscular en una de sus pantorrillas, los proyectiles no tocaron ni los huesos, ni los nervios, ni las articulaciones. Este hecho providencial, casi milagroso, no fue el único: «Un avión de Cruz Roja estaba disponible el mismo día del atentado para evacuarme a un hospital de Nairobi, en Kenia. La providencia permitió encontrar rápidamente a un voluntario con el mismo grupo sanguíneo que yo, A negativo, para la transfusión que necesité. La providencia quiso también que una de las personas que me atacó perdiera en mi habitación su teléfono móvil, algo así como dejar su carnet de identidad, una pista para descubrir a los autores del ataque y poner las bases para que algo parecido no vuelva a suceder. Muchas providencias para hacerme ver que el Señor tenía el control de lo que me ha sucedido», cuenta monseñor Christian Carlassare, obispo electo de Rumbek, que pasó por la redacción de MUNDO NEGRO a mediados del pasado mes de octubre.

«He comprendido –dice mons. Carlassare– que fue un gesto para intimidarme, para meterme miedo y alejarme de Rumbek. Mi impresión es que durante los 10 años que la diócesis estuvo vacante, se fue convirtiendo en rehén de un pequeño grupo de poder, con intereses específicos, a los que mi presencia molestaba».

Pocos días después del atentado, 41 personas fueron arrestadas. En la actualidad hay seis encarcelados y una veintena de acusados, incluidos algunos sacerdotes y agentes pastorales. El proceso judicial continúa y todavía no hay ninguna sentencia, por lo que el obispo electo pide cautela, consciente de la situación de incertidumbre en la que se encuentra. «¿Vuelvo o no vuelvo? ¿Cómo puedo trabajar mientras no esté todo -esclarecido? En cualquier caso, en diálogo con la nunciatura, estamos buscando una fecha para regresar a Sudán del Sur este mes de noviembre. Luego le corresponde a la Conferencia Episcopal del país definir cómo proceder sobre la diócesis de Rumbek. Por mi parte, estoy decidido a tomar esta responsabilidad hasta el final, como un padre que no puede abandonar a sus hijos. El ataque ocurrió el domingo del Buen Pastor y guardo muy presente ese icono del Buen Pastor que se ocupa y da la vida por sus ovejas».



Imagen cedida por Christian Carlassare


Perdonar

Aun siendo consciente de la inevitable oposición que puede sufrir cualquier persona que ejerce la autoridad, como es el caso de un obispo, monseñor Carlassare nunca imaginó ser objeto de una acción violenta de este tipo. No obstante, llama la atención su manera de interiorizar lo sucedido. «Desde el primer momento me he abandonado en las manos de Dios, sabiendo que Él podría sacar un beneficio para la Misión con lo que me sucediese. Los primeros días me despertaba pensando que todo había sido una pesadilla, pero cuando me entrevistaron en la cama del hospital salieron de mi corazón palabras de reconciliación y de perdón que no tenía preparadas. Otorgar el perdón en aquel momento fue para mí una liberación del miedo, del rencor, de la desconfianza y de la incomodidad para poder continuar creyendo en el proceso que la Iglesia está llevando a cabo en Sudán del Sur para que este pueblo pueda vivir en paz. Conforme va pasando el tiempo, veo lo sucedido como una forma de llevar en mi carne las heridas de este país. Demasiados sursudaneses sufren injustamente la violencia, son atacados en los caminos u obligados a huir de sus tierras, por tanto es para mí un don el poder hacer causa común con la situación de tantas personas».

El círculo de la violencia

El conflicto interno en Sudán del Sur ha roto el tejido social y ha dividido a las etnias. En 2019 se firmó un acuerdo de paz entre el Gobierno y el grupo mayoritario de la oposición, pero queda todavía mucho por hacer. Para Christian Carlassare, «la firma del acuerdo es un paso adelante para la paz, porque ha permitido compartir algunos poderes y cargos de gobierno, pero es necesario pasar de un acuerdo entre “grandes” a uno que llegue a los territorios, donde continúan los conflictos y las heridas siguen abiertas. Todavía hay cuatro millones de sursudaneses refugiados o desplazados (en la imagen inferior, un campo de desplazados internos en el país) que han perdido sus tierras, ocupadas ahora por milicias o por grupos no nativos de la zona. Las armas están presentes en todos los lugares y algunos las usan de modo inaceptable. Además –continúa el misionero comboniano– ciertos grupos se aprovechan de los recursos de todos amparados por una corrupción terrible. Se habla de Sudán del Sur como de una cleptocracia, mientras que la población es víctima del robo de sus recursos y alejada de la posibilidad de desarrollarse».

En este contexto, la Iglesia tiene la misión fundamental de romper el círculo de la violencia y permitir que el país se levante: «Está presente en todas las comunidades y habla del mismo Evangelio en la lengua de cada pueblo, con un mensaje común de paz, unidad y reconciliación. Es urgente cambiar la narrativa del miedo por una narrativa positiva que lleve a la reconciliación». En este sentido, monseñor Carlassare considera importante el gesto profético del papa Francisco en 2019, cuando besó los pies de los dirigentes de Sudán del Sur. «Muchos se preguntaban cómo era posible que el Santo Padre se inclinara delante de esos padres de la patria que no son santos. Se trató de un gesto fuerte para empujar a los líderes sursudaneses a apartar su ego y aceptar un compromiso, pero también para que comprendieran que la única autoridad que de verdad puede ser una ayuda para el pueblo es la autoridad que está dispuesta para servir».


Fotografía: Boniface Gbama Nsusu / MN


Vencer las enemistades

El P. Christian llegó a Sudán con tan solo 28 años y el entusiasmo de su recién estrenado sacerdocio. Fue enviado a trabajar entre el pueblo nuer, en la comunidad de Old Fangak, que los Misioneros Combonianos habían abierto nueve años antes. Durante 15 años y de manera ininterrumpida, llevó a cabo su servicio pastoral entre los nueres, visitando las jóvenes comunidades cristianas y formando a los agentes pastorales.

Estando en Old Fangak recibió el nombramiento de obispo de Rumbek, una diócesis donde los dinkas son la etnia mayoritaria, algo que no preocupa demasiado a monseñor Carlassare, aunque reconozca que el conflicto sursudanés ha creado mucha desconfianza entre los nueres y los dinkas. «No creo que la gente deba identificar al misionero con una etnia concreta. Ciertamente he trabajado entre los nueres, pero no soy nuer y trabajaré entre los dinkas de Rumbek sin ser dinka. Los misioneros debemos ser personas abiertas y trabajar en la Iglesia para disminuir la enemistad entre los grupos. Los dinkas saben que amo al pueblo nuer, pero saben también que a ellos los puedo amar de la misma -manera».

Don y desafío

La diócesis de Rumbek es todo un desafío para el joven prelado. Fue creada en 1975, pero tuvo que cerrarse durante los años de guerra civil entre el norte y el sur de Sudán. A causa del conflicto, durante los años 80 la población sufrió hambre. En los 90, la diócesis fue reabierta con la presencia del obispo comboniano monseñor Cesare Mazzolari, que -reavivó todas las estructuras eclesiales. «Monseñor Mazzolari era realmente un santo, un visionario y un profeta y levantó a la Iglesia desde el punto de vista pastoral y social», afirma convencido su sucesor. La muerte de Mazzolari en 2011, el mismo año de la independencia de Sudán del Sur, hizo que la sede quedara vacante hasta la nominación de Carlassare, que ve en el trabajo desarrollado por su predecesor la razón de su elección. «Pienso que la Santa Sede ha mirado hacia los Misioneros Combonianos porque somos una congregación estable y bien establecida en el país, que podemos dar continuidad a la labor de monseñor Mazzolari. No es tanto mi persona concreta, sino la confianza dada a los Combonianos la que me ha traído hasta Rumbek».

El recuerdo de Mazzolari hace que la inmensa mayoría de los católicos de Rumbek esté expectante ante la llegada del nuevo obispo, algo que monseñor Carlassare ve como un «arma de doble filo», porque muchos piensan que «un obispo europeo puede dar esperanza de desarrollo a la diócesis, algo a lo que habrá que dar continuidad, pero jamás sin la contribución de los cristianos».  Mazzolari llevó adelante numerosos proyectos sociales con ayudas llegadas desde el extranjero, por eso su futuro sucesor insiste en la necesidad de «pasar de una Iglesia muy humanitaria a una Iglesia que crece con los recursos presentes, de ahí la importancia de la participación de la gente».

Antes de terminar la entrevista, monseñor Carlassare quiso invitar a los lectores de MUNDO NEGRO a «ir más allá de los mensajes negativos sobre África que puedan llegar a través de nuestros medios de comunicación. Hay que saber mirar el continente con ojos más abiertos, con corazón grande, y descubrir todo lo que África aporta a nuestra vieja Europa. No solo recursos, que desgraciadamente traen conflictos en África, sino sobre todo su cultura y su auténtica riqueza: las personas».  

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