¿Por qué se silencia la guerra?

en |



Un año después de su inicio, el conflicto de Sudán  corre el riesgo de enquistarse



Por Mohamed Mustafa al-Kasalawi desde Omdurman (Sudán)



El inicio del conflicto, sobre todo en el estado de Jartum, provocó una ola de desplazados que se dirigieron fundamentalmente hacia el norte, el este y el sur del país. Muchos de ellos encontraron refugio en la ciudad de Wad Medani, capital del estado de Al-Yazira, a la que se llega recorriendo unos 200 kilómetros hacia el sur remontando el Nilo Azul. Mientras las batallas en los estados de Jartum, Darfur y El Obeid continuaban cobrándose víctimas, las organizaciones humanitarias se habían instalado en Wad Medani. En esta localidad, los desplazados encontraron asistencia sanitaria y un ambiente que parecía seguro.

La tranquilidad se transformó en pesadilla cuando el 15 de diciembre de 2023 las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF), lideradas por el general Abdelfatah al Burhan, abandonaron la defensa de la capital de Al-Yazira, dejándola a merced de las tropas de Mohamed Hamdan Dagalo, Hameidti, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), que iniciaron su ciclo habitual de pillaje, saqueo, matanzas arbitrarias, violaciones y terror. En estas circunstancias, miles de personas huyeron hacia el este y el sur buscando salvarse de esta nueva ola de destrucción y muerte.

Crisis humanitaria

Según Naciones Unidas, el conflicto ha superado los ocho millones de desplazados, lo que lo convierte en la crisis humanitaria de mayor calado de los últimos años en todo el mundo, por encima de la siria en su época de mayor apogeo o de la ucraniana, por ejemplo. Sin embargo, la ONU no consigue recaudar más que la mitad de lo presupuestado para afrontarla y las organizaciones humanitarias encuentran terribles dificultades para operar allí. Cada uno de los dos bandos teme que las ayudas que puedan canalizar las oenegés acabe en las manos del enemigo.

Por otro lado, el estado de Al-Yazira era el granero del Sudán y sede de las principales compañías farmacéuticas. Su invasión por parte de las RSF agudiza el impacto de la guerra sobre la provisión de alimentos y medicinas al resto del país. El hambre se ha generalizado y casi 18 millones de personas se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria.

Además de la mayor parte del estado de Al-Yazira, las RSF controlan cuatro de las cinco capitales de la región occidental de Darfur: Geneia, Zalingei, Al-Duaim y la mayor de ellas, Nyala, con más de un millón de habitantes. Mientras, continúan los combates en otras zonas del oeste, como en Al Fashir, la quinta capital de Darfur; en el estado de Jartum; en la ciudad de Babanusa, perteneciente al estado de Kordofán Occidental; en la zona de Kadugli, de Kordofán del Sur; y al norte de Sennar y el oeste de Al-Fao, ambas localidades situadas en el sureste del país.

Niños sudaneses refugiados en Renk (Sudán del Sur), observan el pasado 15 de febrero el interior de una tienda de campaña utilizada como clínica de nutrición. Fotografía: Luis Tato / Getty. En la imagen superior, el pasado 21 de enero, miembros y simpatizantes de la comunidad sudanesa en Londres se manifestaron ante la oficina de la Asociación de la ONU en Reino Unido para pedir el fin de la violencia en el país. Fotografía: Mark Kerrison / Getty




¿Hacia dónde va el conflicto?

Los dos ejércitos, que reciben continuamente armas de sus proveedores, tienen razones y argumentos para pensar que ganarán la guerra. La posición estadounidense es bastante tibia. Emiratos Árabes Unidos (EAU), país al que considera amigo, es el principal valedor de las RSF. El Gobierno de EAU apoya a grupos armados –como los de Halifa Haftar en Libia o Hameidti en Sudán– que dicen defender transiciones hacia gobiernos democráticos o civiles, pero que en la práctica matan, saquean y vulneran los derechos más elementales de los ciudadanos por los que en teoría luchan. De hecho, las RSF han sido acusadas de genocidio contra las tribus negras de Darfur, colectivo particularmente apoyado por determinados grupos de presión estadounidenses, como en su día lo fueron los sursudaneses. Por tanto, la cuestión que se plantea Estados Unidos es cómo combinar el apoyo a EAU como instrumento para promover un nuevo orden en la región que garantice la seguridad de Israel y deje fuera del tablero a los islamistas con la total falta de escrúpulos de las RSF y sus prácticas genocidas.

Las SAF son presentadas por Hameidti como el bastión del sistema islamista militar del expresidente Omar Hassan al Bashir, que precisamente Estados Unidos quería disolver a través de su apoyo a las diversas plataformas civiles sudanesas. Y estas, a su vez, querían usar a las SAF para llevar a cabo la transición hacia un régimen civil y democrático. Pero, como si se tratara de un círculo vicioso, también Hameidti y sus tropas utilizaban a las plataformas civiles para desmantelar al Ejército regular sudanés con el fin de ocupar su lugar. 

Una vez que las RSF no han sido capaces de capturar al jefe mayor del Ejército y presidente del Consejo Soberano, Abdelfatah al Burhan –a pesar de haber estado a punto de lograrlo el primer día del conflicto, el 15 de abril de 2023–, y que están perdiendo terreno en el estado de Jartum, la pregunta es si se conformarán con un nuevo estado formado por la parte occidental del país que controlan. El nuevo país tendría su principal frontera con Chad, también aliado de EAU, y albergaría grandes yacimientos de oro y uranio. 

Es legítimo preguntarse si era este el plan inicial al que aspiraban los grupos de presión estadounidenses que habían promovido la secesión de Sudán del Sur y apoyaban a las tribus darfuríes de cultura negroafricana. Si es así, las cuentas no parecen cuadrar porque el nuevo estado en Darfur estaría gobernado por los mismos yanyauid con los que el gobierno islamista de Al Bashir exterminaba a las tribus negras de la región.

Irán, Rusia y Ucrania

Para terminar de completar el complejo puzle del país, no hay que olvidar ni la presencia de Irán, que suministra drones a las SAF, ni la de soldados ucranianos incrustados en las SAF para luchar contra los milicianos rusos de Wagner, que apoyan a las RSF en territorio sudanés. 

Mientras que la población asiste pasiva a estos juegos de intereses, la guerra continúa cobrándose vidas humanas y sueños de la población, además de afectando gravemente a las infraestructuras de un país que ya era muy pobre. Todo esto queda tras un velo de silencio tejido con la atención que capturan otras guerras, la impotencia de la Unión Europea –que ingenuamente había apoyado a las plataformas civiles–, y las inversiones de EAU, que cierran la boca de quien quiera denunciar la tragedia en curso. El mismo Egipto, que apoya al Ejército de Al Burhan, no puede hacerlo de forma demasiado descarada pues, al mismo tiempo, depende de inversiones emiratíes para que su economía no se hunda bajo el peso de la deuda.

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto