Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
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¿Qué tipos de violencia se ejercen contra las mujeres en el este de República Democrática de Congo (RDC)? La respuesta abarca tantos aspectos de su vida cotidiana que da la sensación de que es imposible combatirlos. Desde la discriminación laboral y la explotación sexual en las minas a la pérdida del hogar y las violaciones perpetradas por los grupos armados, pasando por la desprotección que sienten en las fronteras o la inseguridad alimentaria para sacar adelante a sus hijos. Son situaciones concretas, bien acotadas por la SPR, y que la abogada Yvette Mushigo confronta a diario convencida de que hay -solución.
Hace casi una década, organizaciones europeas en colaboración con instituciones congoleñas pusieron en marcha el proyecto Femme Au Fone (FAF, que significa «mujer al teléfono»). El planteamiento fue tan sencillo como eficaz. Cuando una mujer sufriera o fuera testigo de algún tipo de agresión, enviaba un mensaje SMS con su teléfono móvil para informar de ello. El proyecto contaba con un programa informático para procesar y monitorizar la información y con un programa semanal de radio en el que se analizaba la violencia narrada en primera persona así como las reacciones de los oyentes al hacerlas públicas. Durante dos años, FAF estableció la base para que las violencias que se ejercen contra las mujeres de forma sistemática dejaran de estar normalizadas. «Las mujeres ejercen el principio de hacerse escuchar, algo terapéutico. Cuando lo cuentan, perciben que no son las únicas en ese círculo de violencia», explicó Mushigo a un equipo de MN que se desplazó en septiembre de 2022 a Bukavu para conocer el trabajo de la red.
Una vez que han roto el silencio, saben que tienen que lograr independencia económica para salir de la vulnerabilidad en la que están atrapadas. Debido al elevado desempleo en la zona, hay casos en los que el sustento de la familia recae sobre la mujer. Sin embargo, en la sociedad no se aboga de forma abierta por la igualdad entre sexos.
«Es un derecho heredar, trabajar, acceder a la sanidad… Ese es el trabajo de incidencia que hacemos, porque las autoridades tienen la obligación de proporcionarlo. Me orienté hacia la justicia social para proporcionar a las mujeres conocimiento, herramientas para la prevención, para que no se encuentren en situaciones injustas difícilmente reversible».
RDC es uno de los países más ricos del continente en recursos minerales, pero casi el 70 % de su población vive por debajo del umbral de la pobreza. En el este del país, las dificultades para sobrevivir se multiplican por los conflictos armados que desde hace décadas golpean la región. Mushigo señala que «en un sistema patriarcal que siempre ha considerado a la mujer en un segundo plano, enseñar a las mujeres sus derechos está visto como una provocación. Los hombres consideran una amenaza a su autoridad, al lugar que ocupan, que las mujeres tengan el mismo derecho que ellos», y añade que las mujeres son vistas, incluso, como «una coacción para su estabilidad, que podemos revolucionar la sociedad. Pero las autoridades tienen la obligación de responder y asegurar nuestra seguridad aplicando las leyes».
La red SPR, implicada desde el principio en el proyecto FAF, aglutina a 37 organizaciones de derechos humanos del este de RDC, Ruanda y Burundi. Creada en 2005 como iniciativa subregional de Pax Christi Great Lakes Network, usa el potencial de las mujeres en la región para promocionar sus derechos y su liderazgo y, además, contribuir en la construcción de la paz. A lo largo de este tiempo han constatado resultados positivos tanto en las mujeres como en los jóvenes de los pueblos de los Grandes Lagos, entre los que constatan la existencia de una masculinidad positiva. Todos los años organizan un encuentro, conocido como Campamento de Paz, para que compartan las dificultades y situaciones de violencia que viven en sus lugares de origen, expongan posibles soluciones y sientan que están en una lucha común. «Hay que mostrar a hombres y mujeres que cuando ellas están en buenas condiciones todos ganan, lo que también permite al hombre evitar ciertas violencias a las que está sometido psicológica y económicamente por el entorno social», explica Mushigo. La abogada está convencida de que la formación sobre los derechos de la mujer debe realizarse de forma mixta para avanzar en una convivencia con valores comunes.
Yvette Mushigo tiene dos hermanos y cinco hermanas, todos universitarios y con similar acceso a oportunidades laborales y de realización personal. Comparte con su padre, que es maestro, el orgullo del trabajo en la SPR. En su hogar, con sus tres hijas y su hijo primogénito, la igualdad entre sexos es una realidad. «Nos esforzamos para que interioricen principios como la distribución de tareas de la casa. Mi hijo se ocupa de que su hermana pequeña haga los deberes. Además, es el encargado de cocinar cuando yo viajo. Sabe que recibirá la misma herencia que sus hermanas. Todos mis hijos tienen los mismos privilegios».
Las «mujeres imposibles» de la SPR –así las llaman en algunas ocasiones por su empeño en cambiar lo establecido– son protagonistas de un esfuerzo colectivo en el que la comunidad, compuesta de personas con realidades y necesidades diferentes, está en un lugar privilegiado. Ellas han experimentado el alcance de su fuerza y no están dispuestas a volver a ceder el poder.
Fotografía superior: Carla Fibla García Sala
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