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La población urbana en África subsahariana va a crecer exponencialmente en los próximos años. En lugares como Makeni (Sierra Leona) trabajan, junto a la Universidad San Pablo CEU, para un desarrollo armónico de la ciudad.
Texto Luis Perea Moreno
Fotografías Alumnos USPCEU
La gran expansión urbana en territorios desfavorecidos es el mayor reto que afronta la habitabilidad a nivel mundial. Desde 2008, hay en el planeta más gente viviendo en las ciudades que en las zonas rurales, en una tendencia de crecimiento urbano que continuará en el futuro, con matices según regiones. Atendiendo al último informe World Urbanization Prospects. The 2014 Revision, de Naciones Unidas, América del Norte es la región más urbanizada con un 81,5 por ciento de urbanitas, seguida por América del Sur con el 79,5 por ciento y Europa con el 73,4 por ciento.
África, después de Asia, es la zona que actualmente cuenta con menor porcentaje de población urbana. Con cerca del 40 por ciento en 2014 (455 millones de urbanitas), África pasará a ser la región con una mayor tasa de crecimiento urbano a partir de 2020, superando al continente asiático. Se estima que para 2050 habrá 845 millones de personas más viviendo en ciudades (según State of African Cities 2014, de ONU-Hábitat).
Si de esta nueva población en urbes africanas restamos la que se estima para los países norteafricanos, en 2050 África subsahariana contará con unos 762,5 millones de nuevos pobladores urbanos, lo que supone unos 11 millones más que la población actual de Europa. Por tanto, en 35 años se alojará en ciudades africanas al sur del Sahara un número de personas equivalente a toda Europa. La magnitud del reto se agranda si consideramos los déficits de partida (salud, infraestructuras, equipamientos y habitabilidad), los escasos recursos económicos, la falta de personal cualificado, la debilidad del marco normativo, el arraigo a las tradiciones y las actividades primarias, entre otros aspectos.
Son estos algunos de los factores que determinan que la concentración urbana en los ámbitos de más bajos recursos se produzca en forma de slums o asentamientos precarios. Los habitantes de estos espacios urbanos se enfrentan a múltiples carencias con las que deben luchar para sacar adelante sus vidas y las de sus familias. Son barrios de atención prioritaria contra cuyos déficits se lleva tiempo luchando. Pese a que el porcentaje de población viviendo en barrios marginales va descendiendo, los valores absolutos no lo hacen. Aún 881 millones de personas –más del 32 por ciento del total del planeta, según el ODM. Informe 2015 del PNUD– viven en esta situación. Y aquí, África es líder mundial: 63 de cada 100 habitantes de suburbios son subsaharianos.
Retos urbanos
La preocupación por el hecho urbano no es nueva. Un carrusel de declaraciones, cumbres internacionales y documentos se suceden desde hace mucho. En octubre de 2016, en Quito, se refrendó la Nueva Agenda Urbana, documento de consenso firmado por todos los países de Naciones Unidas para abordar de forma colectiva los desafíos de la urbanización. Habitat III, celebrada en la capital ecuatoriana, fue la continuación de la secuencia que cada 20 años concentra la reflexión sobre las ciudades, tras Vancouver en 1976 (Habitat I) y Estambul en 1996 (Habitat II).
Pero frente a los encuentros y discusiones globales, la realidad avanza tozuda en los entornos urbanos africanos, sin comprender mucho de macroeconomía. Son ciudades vivas, que se mueven de manera constante en lógicas cambiantes, muy arraigadas en los valores culturales, económicos y sociales de los nacidos allí.
La ciudad de África subsahariana es compleja. Aunque se advierten perfiles comunes, cada lugar es distinto y es preciso atender sus matices. Anticipar detalladamente sus dinámicas con el planeamiento convencional no es realista, pero comprendiendo cada contexto a fondo es posible encontrar líneas para proyectar, diseñar o rediseñar estos ámbitos urbanos cuajados de retos, con el fin de poner el urbanismo al servicio de la gente y mejorar su calidad de vida.
En realidad, la historia de la planificación urbana en África no se encuentra, precisamente, surcada de éxitos. La importación de legislaciones y modelos urbanísticos occidentales, los errores en las predicciones demográficas, la escasa integración de respuestas para los estratos de población más pobres, la falta de realismo de cara a la implementación de las propuestas y una casi nula participación ciudadana real, son algunas de las razones que han generado escepticismo en la capacidad del planeamiento urbano como herramienta efectiva en la mejora de las ciudades africanas.
Pero el desafío es constante y será creciente. Reinterpretando los instrumentos, transformando los procesos y reinventando la aproximación a las ciudades y su gente, el planeamiento urbanístico y la ordenación del territorio se evidencian como herramientas críticas en las necesarias respuestas que estos ámbitos demandan.
Colaboración universitaria
En este contexto de trabajo conjunto y búsqueda de respuestas surge, en 2009, una experiencia de colaboración entre la Universidad San Pablo CEU (USPCEU), en Madrid, y la Universidad de Makeni (Sierra Leona). El proyecto ha ido avanzando y, a partir de 2013, implica al Ayuntamiento de Makeni y a los principales actores locales en un proceso de planeamiento urbano estratégico. Desde el inicio del proceso hasta el momento, la población ha entendido y rubricado, gracias a los distintos foros realizados (en junio de 2013, enero de 2014 y enero de 2016), la necesidad de establecer unas líneas estratégicas de ordenamiento del territorio que marquen el futuro de su ciudad.
El marco de trabajo se ha denominado Plan Estratégico de Desarrollo Urbano de Makeni. La estrategia implica una aproximación integral que compatibiliza la protección de las áreas naturales con un desarrollo urbano y socioeconómico sostenible. Sin perder ese marco futuro, flexible para el debate, el plan incide en las prioridades inmediatas (infraestructuras básicas, salud, educación o zonas vulnerables) potenciando la doble visión a corto y largo plazo.
El avance del proceso, coordinado desde la USPCEU-Madrid, ha involucrado a otros actores propiciando la creación de redes transversales de cooperación. A su vez, los tres foros participativos realizados en Makeni han permitido identificar prioridades sobre el terreno y poder discutir las propuestas realizadas desde Madrid. En estos más de 4 años de trabajo, se han aportado bases cartográficas, documentos técnicos y una maqueta de la ciudad como herramientas de reconocimiento del territorio. El último de los foros, en enero de 2016, tras el paso del Ébola, ha sentado bases sólidas para la implementación de acciones directas, coherentes con el marco global propuesto.
Entre los actores implicados, Joe Toray, vicerrector de la Universidad de Makeni, juega un papel clave en el desarrollo territorial de la ciudad y de su población. Su experiencia aporta varias claves: “Después de la guerra había una centralización de servicios en la capital, Freetown, un mal gobierno en las provincias y un déficit para ofrecer servicios sociales. Construimos la Universidad como un lugar para formar y construir las capacidades y la comunidad”.
La crisis del Ébola volvió a poner a prueba la resistencia de los sierraleoneses. “Tenemos que reconstruir la capacidad y el valor de la comunidad tras la crisis por el virus”, comenta Turey. Sobre el esfuerzo de la Universidad, como pieza esencial en el desarrollo de la zona, apunta: “Trabajamos directamente con la comunidad con programas de formación e investigación, un programa de salud mental –tras la crisis del Ébola más de 250.000 personas en el país necesitan apoyo psicológico–, promovemos la defensa de los individuos en las comunidades, la educación especial para ciegos y sordos, un máster en Administración de Empresas, además del proyecto de desarrollo urbanístico de Makeni que desarrollamos junto al Ayuntamiento y la USPCEU-Madrid”.
La alcaldesa de Makeni, Sunkarie Kabba-Kamara ha respaldado el proceso de planeamiento urbano, propiciando la implicación de las distintas esferas sociales. “Si no puedo dejar a la gente de Makeni nada más, al menos dejaré un buen plan urbanístico”. Pese a que las prioridades inmediatas son múltiples y presentes en cada esquina, en cada familia de Makeni, la planificación es una apuesta de futuro que, tras más de 4 años de trabajo, va calando en la zona: “Existen estructuras ocupando lugares peligrosos que puedes ver desde las carreteras al entrar en la ciudad, estructuras que necesitamos eliminar, ocupar esos terrenos para asegurarnos de que no vuelven a ser ocupados, hacer de Makeni una ciudad moderna y bien organizada”, enfatiza Kabba-Kamara.
Permanencia en el tiempo
Una de las claves en este proyecto es su continuidad en el tiempo. Y esta continuidad ha permitido que la arquitecta Clara Abella, que viajó varias veces a Sierra Leona como estudiante con el CEU, haya dado el paso de vivir en Makeni, donde ya lleva más de un año y medio residiendo. “La primera vez que crucé Makeni desde el campus de Fátima hasta Yoni, a unos 7 kilómetros, los diferentes paisajes se sucedían: una calle de tierra con mercados de fruta en los laterales, otra con edificios sesenteros de dos plantas de aspecto descuidado y con vendedores ambulantes asomándose a las ventanillas del coche, un pantano rodeado por palmeras y arbustos que llega hasta donde alcanza la vista, casas unifamiliares de barro y zinc presididas por centros comunitarios y pozos comunes, paisajes montañosos cruzados por caminos de tierra y cultivos de arroz… Distintas imágenes individuales en armonía, que juntas definían la ciudad”, dice Abella.
En cambio ahora, recuerda la arquitecta, “cuando paseas por esos mismos paisajes, puedes ver cómo una red de casas y pequeños comercios han invadido los espacios. La gente camina desde más lejos y el número de motos ha crecido, haciendo que sea más peligroso moverse dentro de la ciudad. Los residuos se acumulan en lugares donde antes solo había paisajes a pesar de la mejora de la recogida de basura… Sin embargo, pasear por la ciudad sigue siendo uno de mis hobbies favoritos, saludar a la gente en el mercado, ver los nuevos materiales de las tiendas libanesas, contemplar la urbe desde lo alto, ver cómo crece y se llena de gente, un café en el supermercado, o una conversación con los conductores en la parada de taxis… Porque al fin y al cabo, Makeni es una ciudad que se vive en la calle, son la gente y las relaciones las que hacen de la ciudad lo que es”.
Y en este proceso acumulamos preguntas a cada paso. Cada vez más preguntas. Las respuestas, si existen, aparecen entrelazadas en dinámicas de las que queremos formar parte. Fundirnos en la misma búsqueda, acompañarla. Sentirnos cerca de quiénes comienzan de cero casi cada día. Y otra vez, arrancar. Y compartir, desde el conocimiento, si se puede. Y la ciudad. Brutal, imponente, asfixiante, maravillosa, imposible. Creación colectiva, de energías sumadas que se cosen sin patrón aparente. O sin más razón que la del propio pulso de la vida. Así se siente Makeni.
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