Publicado por Javier Sánchez Salcedo en |
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Youssoupha Sock, antropólogo senegalés, sonríe y responde a la pregunta sobre cuál es su obra favorita: «Tengo dos. Esta puerta de Gorea, que representa el lugar donde metían a los esclavos para llevarlos a Europa o a América, y esta otra obra». Nos detenemos en ella. Es una escena en la playa de Saint Louis, llena de gente. «Para mí refleja muy bien la vida de la costa senegalesa». En el tercio inferior de la pintura, el mar azul intenso. Unos hombres reman desde el interior de sus cayucos mientras un pescador lanza una gran red. Un grupo de niños juegan chapoteando y formando espuma. Encima, la franja de la orilla. Allí las mujeres lavan ropa y la tienden al sol, sobre la arena, y unos jóvenes hacen equilibrios sobre unas barcazas. En el tercio superior, una hilera de palmeras y edificaciones de estilo colonial. La obra es de Moussa Johnson, un artista que dirige una escuela para pintores suweristas en Thies. «Me gusta cómo muestra esta mezcla en la sociedad y la alegría que transmite». Es una de las 58 obras que componen la exposición «Suwer. Senegal a través del cristal», comisariada por Luis Temboury, propietario de la colección, y el propio Sock. «Es importante que el Museo Nacional de Antropología trabaje con los colectivos migrantes y los implique en proyectos como este, que tratan temas de su propia cultura. Para mí, participar en una exposición de un arte propio de los senegaleses, que refleja nuestra vida social, nuestras tradiciones o los cuentos que nos contaron nuestros abuelos y nuestras abuelas, tiene un valor incalculable».
Suwer es una palabra incorporada al wolof, la lengua mayoritaria en Senegal, que proviene del francés sous verre, cuya traducción podría ser «bajo el cristal» o «detrás del cristal». El término alude a la técnica con la que se realizan estas obras, que consiste en dibujar los contornos sobre el reverso de un cristal con tinta china y pinceles o plumas muy finas, logrando un alto nivel de detalle, aplicar pintura para rellenar con colores planos y luego cubrirlo, una vez seco, con madera o cartón, de modo que la obra se vea por el lado del cristal. «Es complicado. Si te descuidas, arrastras la pintura fácilmente. Hay que ir punto por punto y requiere mucha destreza», explica el antropólogo, que recuerda que las obras suwer han decorado tradicionalmente las paredes de las casas en su país. Temboury, apasionado del arte africano contemporáneo, se encontró con ellas en su primer viaje a Senegal en 1996, y desde entonces, con cada nuevo viaje, ha ido formando una extensa colección, comprando directamente a los artistas.
Esta técnica artística tiene su origen en una antigua tradición del oriente musulmán. Durante el siglo XIX, comerciantes y peregrinos musulmanes llevaron hasta las ciudades atlánticas africanas estampas y postales de temática islámica que se adherían a placas de vidrio. Los pintores senegaleses se inspiraron en ellas, llegando a pintar directamente sobre cristal. Al principio se centraban en temas religiosos musulmanes, espirituales y moralizantes, reafirmando a la sociedad senegalesa frente al imperio colonial francés, a la vez que ensalzaban a figuras clave de la lucha anticolonial, como el místico musulmán Cheikh Amadou Bamba, fundador del muridismo, que aparece en una de las obras de la exposición. Junto a ella, otro cuadro muestra una escena en una escuela coránica, una manifestación también de la oposición a la enseñanza colonial francesa y la imposición del cristianismo [en Senegal, el 91,2 % de la población es musulmana, el 5 % católica, el 0,5 % pertenece a otras Iglesias cristianas, y el 3,3 % restante profesa las religiones tradicionales].
Los suweristas se fueron alejando de los temas sagrados para mostrar escenas de la vida cotidiana en Senegal y su cultura. «El arte suwer muestra cómo el senegalés se ve a sí mismo», dice Sock. La poligamia y los problemas que acarrea se muestran con humor en una de las obras. En otra se representa el respeto a los mayores, haciendo referencia a un cuento tradicional en el que se relata cómo dos mujeres que se niegan a dar de beber a un anciano acaban convertidas en baobab. Las obras muestran elementos característicos del paisaje urbano y rural del país, como el tradicional y vistoso autobús de cercanías conocido como car rapide –en la imagen–, las bicicletas, el bullicio de las grandes ciudades, la despoblación en las aldeas, el contraste entre ricos y pobres. Sock quiere que reparemos en una obra del artista Azou Badé titulada «Preparando la intimidad», en la que se ve el interior de un dormitorio donde una mujer en camisón prepara una esencia mientras su marido espera recostado sobre la cama. «Los suweristas llegan a tratar temas que son tabúes en Senegal, planteándose sacar fuera lo que siempre se quedaba entre las cuatro paredes. Las muestras de amor y cariño entre un matrimonio han permanecido en el ámbito privado incluso para los propios hijos. Esta escena de intimidad entre una pareja nunca se veía antes en el ámbito público».
En estos momentos, el arte suwer tiene una gran proyección tanto en Senegal como fuera del continente africano, aunque no siempre fue así. En los años 50, entró en decadencia debido al uso generalizado de la fotografía y comenzó a desaparecer de las paredes de los hogares, quedando solo como un recuerdo para el turista. Sin embargo, en los 70 se produjo un resurgimiento de esta técnica con una nueva generación de artistas que fueron capaces de suscitar el interés de museos y galerías. En la actualidad, cada vez recibe más reconocimiento y apoyo institucional, tanto en Senegal como en el extranjero. «Para los senegaleses, el arte suwer es muy familiar, algo que ves todos los días en las calles en grandes ciudades como Dakar o en las aldeas. Desde que somos pequeños estamos acostumbrados a verlo en las casas y siempre nos ha gustado, por su alegría, con ese gran uso del color, y porque nos veíamos reflejados en él. Pero no le dábamos todo el valor que en realidad tiene. La valoración que se ha hecho desde fuera ha ayudado mucho a que hoy tengamos artistas muy conocidos a nivel internacional, como Germaine Gaye, una artista volcada en un suwer más abstracto».
En la exposición del Antropológico hay obras de grandes artistas como Gora Mbengue, conocido por pintar directamente sobre el cristal, sin bocetos, y cuyo trabajo logró un gran reconocimiento en el mercado internacional del arte tras una exposición que le dedicó la Unesco en París y gracias a la cual se abrió la pintura suwer al público occidental. También hay trabajos de Maleyni Sow, conocido como Mallos, que se formó en Dakar como dibujante publicitario y acabó regentando su puesto en el mercado Kermel, donde exhibía y vendía sus obras. «Además de ser uno de los suweristas más reconocidos, está muy comprometido a nivel social, visita cárceles, hace talleres con los talibés –niños de la calle– o discursos en sus obras sobre salud pública», explica Sock. En la exposición se puede ver una secuencia de cuadros dedicados a la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. «La mayoría de los artistas senegaleses reconocidos mundialmente viven en Francia o en otros países fuera de África. Nos pasa con el cine, exceptuando a algunos como el director Ousmane Sembène, que vivía entre Senegal y Francia. Sin embargo, los grandes suweristas viven en Senegal».
Sock se muestra satisfecho con la acogida que está recibiendo la exposición: «En todas las visitas guiadas que realizamos la lista está completa. Y después de cada una dedicamos mucho tiempo a contestar preguntas y a intercambiar opiniones». Aun hay tiempo, hasta el 28 de enero, para acercarse al Museo Nacional de Antropología (Madrid) y disfrutar de esta singular manifestación artística de Senegal.
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