Salima Mukansanga

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Árbitra de fútbol



Hasta hace unos años, los escasos vínculos de Ruanda con el fútbol profesional tenían más que ver con la política que con el mismo deporte, por paradójico que pueda parecer. Y buena culpa de ello la tuvieron las apariciones del país, vía publicidad, en las camisetas de dos reputados clubes de fútbol europeo: el Arsenal inglés y el Paris St. Germain francés. No faltaron quienes señalaron que aquellas campañas pretendían un blanqueamiento encubierto del régimen de Kagamé.

La aparición de la ruandesa Salima Mukansanga en el equipo arbitral del Mundial de Catar 2022 fue una sorpresa prácticamente para todo el mundo. Algunos, sin embargo, ya anticipaban en esta ruandesa nacida el 25 de julio de 1988 capacidades más que suficientes para pitar en una cita de esta envergadura. La cita catarí fue el espaldarazo a su carrera, aunque en realidad fue una muesca más en su dilatado currículum. Internacional desde 2012, en su haber se cuentan arbitrajes en el Mundial Femenino de Fútbol Sub-17 (2018), el Mundial Femenino de Fútbol (2019), los Juegos Olímpicos de Japón (2020), la Copa Africana de Naciones (2021) –fue la primera mujer en arbitrar en la principal competición de selecciones masculinas del continente–, la Copa Africana de Naciones Femenina (2022) o el reciente Mundial Femenino de Fútbol celebrado hace un par de meses en Australia y Nueva Zelanda, en el que España obtuvo el título con un gol de Olga Carmona. 

Sin embargo, como es natural, su primer partido fue mucho menos glamuroso: le tocó aplicar los límites del reglamento en su tierra: era un encuentro de la Escuela Secundaria St Vincent de Paul Musanze. Cuatro años después, Mukansanga ya pitaba por todo el continente.

En un país de poca tradición futbolística, la árbitra se aficionó a la práctica del arbitraje en su infancia, cuando iba a los campos de fútbol de su localidad para ver los partidos. Allí le llamaban la atención tanto las y los jugadores como el trabajo de los jueces deportivos. La vocación por impartir justicia en el terreno de juego –que caminaba a la par que su deseo de ser obstetra y enfermera– culminó en la temporada 2007-2008, cuando empezó a ejercer como colegiada. En una entrevista en el diario Sport recordaba las dificultades de sus inicios: «En ese momento era nuevo, porque no habíamos visto mujeres árbitras. Es un campo dominado por hombres. La gente no aceptaba lo que estábamos haciendo. A regañadientes decían: “Ella está bien”». Aunque no todos piensan así. El pasado 21 de enero, en un partido de la pasada edición de la Liga Nacional Africana que enfrentaba al Kiyovu Sports y al Gasogi United, un grupo de aficionados descontentos con su labor comenzó a llamarla «puta» e intentaron agredirla. La Policía tuvo que intervenir y detuvo a seis personas por ello.

Firme en sus decisiones, Salima Mukansanga también lo es en sus convicciones. Por eso, en la entrevista al Sport citada líneas arriba no dudaba en afirmar: «No me arrepiento de nada. Aquí estoy y merezco estar aquí. Este es mi momento, y tengo que aprovechar este tiempo para hacerlo brillar». Y eso lo hace sin necesidad de apoyarse en las amonestaciones. En los dos partidos que dirigió en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda solo mostró tres tarjetas amarillas… y ninguna roja.  


Ilustración: Tina Ramos Ekongo

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