Si ellas gobernaran…

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Las mujeres africanas hablan del futuro

Por Carla Fibla García Sala y Gonzalo Gómez


La Fundación Mujeres por África convocó a finales de mayo en Madrid a un número relevante de mujeres africanas expertas en gestión, economía, política, agricultura, educación o derechos humanos. Reflexionaron con MUNDO NEGRO sobre una idea: ¿Qué pasaría si ellas tuvieran el poder?



Sin igualdad de género no hay desarrollo. Una premisa aplicable a cualquier lugar del mundo que, en el caso de África, es el mantra en el que se basa el Banco Africano de Desarrollo (AfDB, por sus siglas en inglés) para señalar que «las africanas son las mujeres más activas económicamente del mundo porque realizan la mayor parte del trabajo agrícola, poseen un tercio de las empresas y, en algunos países, son el 70 % de la fuerza laboral. Además, por encima de sus ingresos y actividades lucrativas, están en el centro de la economía doméstica y del bienestar de las familias, jugando un papel vital en el liderazgo de sus comunidades y países».

Una realidad en la que destacan su entereza y determinación, teniendo que luchar desde su nacimiento contra barreras sociales, ideológicas, costumbres y tradiciones que conllevan un desigual acceso a la educación, al mundo laboral –con diferentes salarios–, a la justicia, a cargos de responsabilidad y, sobre todo, a la toma de decisiones. En el continente, el salario de los hombres supera en 39.200 millones de euros al de las mujeres, y la paridad de género se sitúa en el 0,58 (siendo 1 la paridad completa), según el Informe del Poder de la Paridad de la consultora McKinsey (2019).

Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta de Liberia entre 2006 y 2018, se convirtió en la primera mujer que ejercía el cargo en África. Le han seguido otras ocho mujeres en -Sudáfrica, Gabón, Mauricio, Malaui, República Centroafricana, Etiopía y Tanzania. Sahle-Wok Zewde (Etiopía) desde octubre de 2018 y Samia Suluhu Hassan (Tanzania) desde marzo de 2021, son las que ocupan en la actualidad la presidencia de sus países. Acceden al cargo tras años de experiencia en organismos internacionales (en especial la ONU) o tras haber desarrollado su carrera en ámbitos muy diversos.

El salto generacional que se ha dado en los últimos años en el acceso tanto al conocimiento –siendo analfabetas las abuelas, e incluso las madres, de las que hoy están en la universidad– como en la toma de decisiones, augura un futuro en el que el peso de las mujeres cada vez será mayor. Ruanda es el único país del mundo en el que más de la mitad de sus parlamentarios (el 60 %) son mujeres, en Namibia la Constitución garantiza la igualdad ante la ley y el derecho a la no discriminación por sexo, además de ser uno de los pocos países del mundo que usa el lenguaje de género neutral. Y Sudáfrica tiene uno de los índices más altos de paridad de género del continente respecto al empleo asalariado, excepto en agricultura.

Las mujeres africanas también empiezan a llegar a puestos de responsabilidad a nivel internacional, como la economista nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala, que desde marzo de 2021 se ha convertido en la primera directora general de la Organización Mundial del -Comercio.

Por delante de Europa, las africanas están representadas en los gobiernos de cada país africano y el número de ministras ha pasado del 4 % al 20 %, siendo un 45 % en Sudáfrica, 36 % en Cabo Verde y 32 % en Lesoto. La capacidad de las mujeres para emprender negocios a pequeña y gran escala es más desigual en el continente. Mientras que en Liberia el 30 % ocupa puestos ejecutivos, en Sierra Leona solo lo hace el 7 %, y el número de empresas con participación o propiedad femenina va del 4 % en Eritrea al 60 % en Costa de Marfil.

Sudáfrica, Ruanda, Namibia, Mauricio, Malaui y Lesoto están a la cabeza de los países con mayor igualdad de género en el continente, mientras que Somalia, Sudán, Malí, Libia, Guinea, Yibuti y Mauritania ocupan la cola.


Trabajo, sanidad, educación…

Como productoras, Tanzania es uno de los países con más trabajadoras. En Malaui las mujeres agricultoras son cada vez más gracias al acceso a formación, mientras que en Botsuana han desarrollado un programa específico para el cultivo herbáceo y proyectos de aves de corral y hortícolas. En cuanto al acceso a oportunidades en educación y sanidad, en Argelia se está registrando el mayor índice de partos atendidos por personal cualificado, Túnez ha instaurado un plan gratuito de servicios para la familia, en Botsuana el programa de prevención de la transmisión madre-hijo cubre las pruebas de HIV al 90 % de las mujeres embarazadas y en Mauricio la educación Primaria, Secundaria (desde 1977) y Superior (1988) es gratuita, habiendo alcanzado el 90 % de alfabetización entre las niñas.

Factores como la planificación familiar –muy dispar en el continente porque abarca desde la media de dos hijos por mujer de Túnez y Mauricio, a los 11 países con niveles de fertilidad superiores a seis hijos por mujer (en Níger son 7,3)– también están contribuyendo para que la mujer africana exija la inclusión social que merece. «Se enfrentan a obstáculos importantes que les impiden formar parte del desarrollo, contribuir de forma plena, pero el precio para superar esas restricciones no solo lo pagan las mujeres sino toda la sociedad», concluía en 2015 el informe Empowering Africa Women: An Agenda for Action del Banco Africano de Desarrollo. 

Nadie discute que las políticas de empoderamiento de las mujeres aportan beneficios tanto en los hogares como en la comunidad, y que hay que poner el foco en las niñas y adolescentes. El programa Empoderamiento y Supervivencia para Adolescentes (ELA, por sus siglas en inglés) «que ya se aplica en Uganda, Sierra Leona, Sudán del Sur, Liberia y Tanzania, ofrece a las jóvenes una combinación de habilidades para la vida y entrenamiento vocacional», apuntaban recientemente Ruth Okowa y Munshi Sulaiman, de la organización sin ánimo de lucro BRAC International, en el portal de opinión –Project Syndicate

El empoderamiento y la autosuficiencia hacen que las mujeres africanas que acceden al poder marquen la diferencia. La transformación que serán capaces de realizar dependerá de si logran alejarse de problemas intrínsecos del continente como la corrupción y el clientelismo, mientras impulsan una forma de gobernar impregnada en las ya demostradas capacidades de las mujeres africanas.  


Victoria Sekitoleko, el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

«El cambio climático, la COVID y la guerra nos abren los ojos» 
Victoria Sekitoleko

Uganda. Exrepresentante de la FAO para la Unión Africana. 

¿Cuál es la situación a nivel de agricultura y alimentos en Uganda? ¿Y en África?

Cuando la producción ya estaba lidiando con el cambio climático, llegó la pandemia y luego la guerra de Ucrania. Es difícil para la gente del campo, pero lo interesante es que este puede ser un buen momento para los pequeños agricultores africanos, que están un poco lejos de Ucrania. En Uganda se produce comida fresca que se vende en el mercado. Mientras los suministros sigan llegando y los compradores acudan, la guerra de Ucrania no va a afectar tanto. Un buen número de comidas en el mundo se limitan a pan, y mucho trigo viene de Ucrania. Eso nos ha abierto los ojos a las alternativas al trigo, como la mandioca. Así que la pandemia, el cambio climático o la guerra afectan a la agricultura, pero también nos abren los ojos.

¿Qué ha cambiado en los últimos 10 o 20 años?

En la agricultura ahora hay muchísima tecnología. Parte es buena y parte no. La mala usa muchos pesticidas y no se han hecho suficientes investigaciones sobre sus consecuencias y su seguridad. Consumes bajo tu responsabilidad y hay comida que hace que la gente enferme. En segundo lugar, cada vez menos personas practican la agricultura y la comida se ha convertido en un negocio. Muchos no tienen para pagar lo que se debería comer y pagan para llenar su estómago. La prioridad está en relación a la cantidad de comida y no a su calidad, que se ha ido abandonando. Por último, la distancia entre el lugar de producción y el de consumo ha aumentado. En general, hay más gente que no puede acceder a la comida.

¿Qué pasará en la próxima década?

Lo bueno de los seres humanos es que aprendemos y podemos mejorar las cosas. Ahora hay mucho más conocimiento y aprendizaje sobre agricultura. Hay debate sobre qué debe hacer un pequeño productor para ser más productivo y obtener calidad. Incluso los doctores prescriben comida de calidad, orgánica, conservando los bosques… En segundo lugar, los agricultores están más reconocidos. Cuando las grandes empresas llegaron a este sector, los pequeños se podían ir al infierno, pero durante la pandemia, especialmente en África, cuando no había transportes por los confinamientos, esto cambió. Así que veo, en un futuro, a los agricultores pequeños con más recursos y habilidades. Espero un futuro de alta tecnología, pero con consideración por los consumidores.

Y más producción local…
Sí, pase lo que pase será importante.
¿Por qué en Uganda no hay suficientes mujeres en el poder?                  

Antes de que Uganda fuera Uganda teníamos reyes que decidían y al llegar la democracia esas mentalidades se mantuvieron. La mayoría de los reyes eran hombres y la cultura veía a las mujeres como un apoyo. Cuando quisieron sentarse a la mesa, todos los sitios estaban ya ocupados. Ninguno de esos hombres tenía intención de dejar su silla. Esto va cambiando, pero los partidos están comandados por hombres y lo ponen difícil. Aunque estoy contenta de decir que muchas mujeres han conseguido su lugar y están en el Parlamento.

¿Cómo sería África si las mujeres estuvieran en el poder?

Con más mujeres en el Parlamento tendríamos leyes más prácticas. Las mujeres nacen para liderar a diferentes niveles. El primer liderazgo es en casa. Si las jóvenes siguieran en la escuela hasta los 16 o 18 años, las mujeres en su casa tendrían un nivel educativo que las prepararía para la tarea. Si te casas antes, no sabes de nutrición, no puedes evitar quedarte embarazada, no sabes cómo preparar a los niños antes de ir a la escuela… Con más mujeres en el Parlamento, se vería esa situación, se legislaría y el país se beneficiaría. Toda la parte ginecológica de los hospitales mejoraría. Cuando el tema surgiera, sabrían de qué hablan. Algunos hombres creen que si naces mujer lo haces ya con una cacerola. Con más mujeres legislando se pagarían los trabajos de la casa. Los hombres creen que no hay que pagar por eso, pero con más mujeres en el Parlamento, esto cambiaría.


Rasmata Compaoré, el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

«Las mujeres se anticipan para evitar situaciones de conflicto»
Rasmata Compaoré

Burkina Faso. Exalcaldesa del distrito 12 de Uagadugú.


¿Fue como esperaba ser alcaldesa de distrito en Uagadugú? 

Esperaba más autonomía financiera para desarrollar mis actividades. Por desgracia, en Burkina Faso los distritos no son autónomos económicamente, dependen de la Administración central. Eso llena de dificultades el trabajo a nivel de calle; cada vez que se quiere hacer algo, hay que consultar. Nos habría gustado poder responder directamente a las aspiraciones de la población.

¿Cuáles son los problemas de la población de Uagadugú?

Uno son las escasas dotaciones de equipos sanitarios y de salud en general. También las infraestructuras y carreteras. Cuando llueve, la accesibilidad se complica para la población y, si hay inundaciones, en ciertas zonas no pueden entrar en casa. A nivel social, hemos tenido ataques terroristas en Burkina Faso. Eso afecta totalmente la vida porque hay desplazados en la ciudad, lo que crea problemas alimentarios y de empleo. Normalmente los migrantes se quedarían en la periferia, pero a causa de los ataques la gente se va más al centro, lo que también acarrea problemas de seguridad. La ciudad está mucho más saturada…

En los últimos 10 años, ¿qué cambió para las mujeres?

Ha aumentado el nivel de conciencia. Las mujeres ya no se encierran sino que han decidido luchar por tener actividades remuneradas para conseguir autonomía económica. Hay más iniciativas, asociaciones, acceso a microfinanzas… También hubo cambios en cuanto a la accesibilidad a la salud. El régimen anterior otorgó cuidados gratuitos para las embarazadas hasta el parto y para los niños de cero a cinco años. Tenemos la costumbre de decir que la pobreza tiene mirada femenina, pero ahora las mujeres saben que deben esforzarse y no acostumbrarse a que les den las cosas hechas. Están en la dinámica de buscar ellas mismas lo que merecen y ayudar a la familia.

¿Por qué no hay más mujeres en el poder?

En Burkina Faso es un problema cultural, de mentalidad. Estamos en dinámicas de sensibilización para, poco a poco, llegar a las cuotas en las elecciones, la Administración… Con el tiempo demostraremos que somos tan capaces o más de dirigir que los hombres. Yo ya demostré en mi distrito que una mujer podía estar al cargo y la población respondió. Sabían que tenían a una mamá a la cabeza que iba a dirigir con su corazón, conociendo las verdaderas necesidades y prioridades de la población. Llevará su tiempo.

¿Cómo cambiaría Burkina Faso si gobernaran las mujeres?

Es una imagen brillante. Los hombres han probado su capacidad, pero también sus límites. Es hora de cambiar a las mujeres para conocer la mirada femenina, y para ello tienen que prepararse para ser competitivas. Igualmente, nuestra mentalidad tiene que cambiar y aceptar que las mujeres estén al mando del país. Las mujeres se anticipan para evitar situaciones de conflicto, y hay muchos conflictos a nivel religioso, entre comunidades… Hay muchos ejemplos de mediadoras que han contribuido a resolver los conflictos. Podríamos probar a una mujer al frente del país…


Julia Duncan, el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

«Los hombres tienen otras prioridades»
Julia Duncan

Liberia. Exministra de Género, Infancia y Protección Social.


¿Quién teme en Liberia que las mujeres manden?

Los hombres. Son nuestros maridos, padres, hermanos, hijos…, pero a causa del sistema patriarcal de nuestra cultura siempre se ha pensado que las mujeres deberían permanecer calladas. Para algunos hombres es duro aceptar que las mujeres tomen el poder. La verdad es que las mujeres ya tienen poder sobre ellos porque casi siempre el hombre se da la vuelta para preguntar a la mujer qué hacer. Así que, ¿por qué no potenciar sus liderazgos? El poder debe ser para el pueblo, hombres y mujeres, así que vamos a compartirlo, codo con codo. ¿Cuándo veremos una presidenta en Sudáfrica o en Kenia? Si Liberia puede hacerlo, cualquier país africano puede.

¿Por qué los conocimientos de las mujeres se valoran menos?

Las mujeres suelen ocuparse de la familia, mientras que los hombres tienen el dinero y salen fuera. Con las redes sociales hay mujeres que encuentran la manera de dar su versión, pero normalmente son los hombres los que cuentan sus historias. Antes de pensar en difundir sus logros, las mujeres piensan en la comida que hay que comprar, la ropa, el precio de la escuela… Piensan en la familia y en la comunidad. Los hombres piensan en promoverse a ellos mismos. Tienen otras prioridades. Muchas veces no se difunde lo que hacen las mujeres.

¿Qué políticas deberían promoverse por la equidad?

Ningún partido político debería presentarse a unas elecciones sin tener al menos a un 30 % de mujeres, o de hombres. Algunas piden el 50 %. Es una de nuestras aspiraciones políticas. Otra es que el Gobierno deje participar a las mujeres en todos los aspectos, no solo en política; deben ser comisarias, embajadoras, presidentas de consejo, juezas… Si hablas de violencia de género, de tráfico, de trabajo infantil…, ¿quiénes serán más escuchadas?

¿Qué puede enseñar África a Europa?

África tiene mucho conocimiento y muchas de las cosas que se han hecho en Europa se han tomado de África. Europa aprenderá mucho simplemente dejando de intervenir. A los europeos les gusta mucho echar una mano. África ha pasado esa etapa y tiene que dejar de ser ayudada para actuar por sí misma. Mira el ejemplo del coronavirus: ¿por qué África no ha podido producir su vacuna? Podía ser producida en Nigeria, en Kenia, en ­Sudáfrica… ¿Por qué tiene que seguir haciéndose en Europa y llevándose a África?

¿Cuál es el legado de las mujeres africanas en políticas sociales?

Quiero comenzar con mi mentora, la expresidenta Ellen Johnson-Sirleaf, que fue la primera mujer presidenta en el continente. De hecho, ya hubo una mujer de Liberia al frente de Naciones Unidas (Angie Elisabeth Brooks, en 1969). En el pasado, las mujeres dejaban la educación secundaria para ser amas de casa o poner pequeños negocios; el legado de Sirleaf fue promover la educación y la protección infantil. Situó a muchas mujeres en altos cargos, aunque el nuevo presidente ha revertido esta tendencia. Gracias a ella hay muchas universidades y colegios; hay más hospitales y clínicas. Después de la guerra civil todo fue destruido, pero ella dejó su legado y animó a las mujeres a participar en política y llegar a posiciones de liderazgo.


Ayat Mneina, el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

«Expresarse supone un riesgo personal»
Ayat Mneina

Libia. Investigadora, consultora y defensora de los derechos humanos.


11 años tras las revueltas árabes, ¿qué ha cambiado en Libia?

Yo elegí no vivir en Libia por el régimen. Sin Gaddafi, he seguido optando por no vivir en Libia porque sigue siendo difícil tener una vida simple, segura y con libertad para lograr un futuro. Si comparamos, la dictadura de tantas décadas tuvo repercusiones para los libios, pero muchos de los problemas de entonces se mantienen, en parte por los vacíos institucionales y también porque durante el conflicto armado que tuvo lugar en 2011 el país fue inundado con armas que, combinado con la riqueza de nuestros recursos, ha hecho que se convierta en un lugar donde la gente se arma para controlar esas riquezas. Es una lucha que tiene poco que ver con la que tenía como trasfondo la libertad y otros valores humanos. Además, lo que sucede en la región afecta también a Libia, y las fronteras de Europa impactan bastante.

¿Cómo es la situación en términos de libertad de expresión?

No hay una sola institución que gobierne todo el territorio, sino facciones que compiten entre sí por el control. En este contexto, ¿quién puede garantizar los derechos humanos o la libertad de expresión? Si alguien quiere asumir el riesgo de expresarse, lo hace a nivel individual y, dependiendo de a quién moleste, puede sufrir consecuencias. El riesgo es para todos, pero más aún para los activistas, periodistas y aquellos que se dedican a los derechos humanos. Muchos de ellos han salido del país estos años.

¿Por qué no hay más mujeres en el poder en Libia?

El proyecto de democracia en Libia es un desafío en general, no solo para las mujeres. Si hubiera transparencia ya veríamos si las mujeres llegan al poder, pero quizá sería algo simbólico para mostrar que se alcanzó algún tipo de cuota. ¿Tendrían realmente influencia? Por otra parte está el tema del peligro real actual. No es un sitio como para decir: «Venga, vayamos a las elecciones; hay democracia, cualquiera puede…». Quizá merece la pena mantenerse a salvo y luchar desde la distancia. ¿Cómo puedes mantener las elecciones si hay milicias armadas esperándote junto a la urna electoral? ¿Quién va a defender el resultado y hacer que se respete?

¿Cómo sería si las mujeres gobernaran?

Se trata de hacer que las cosas sean mejores para todo el mundo. Es difícil imaginarlo porque no ha sucedido, pero creo que las mujeres tienen una conciencia de lo que está en juego y, cuando hay desacuerdos, tener mujeres en la mesa aporta sentido común y conexión con la realidad. A menudo, las mujeres sufren las consecuencias de las discusiones políticas, por lo que tienen una experiencia que debería tenerse en cuenta en la toma de decisiones.


Nana Jane Opoku, el día de la entrevista. Fotografía: José Luis Silván Sen

«La educación depende del tipo de vida de la gente»
Nana Jane Opoku

Ghana. Exministra de Educación.


¿Sería diferente la educación africana si gobernaran mujeres?

Las mujeres saben que lo que se hace por las mujeres es importante para los niños, los hombres y toda la comunidad. En educación, la madre es la primera profesora porque pasa mucho tiempo con el menor y por eso es tan importante que las mujeres tengan herramientas y conocimientos. Lo que pasa en casa afecta al ambiente de la escuela. Por eso, las voces de las mujeres significarán mucho.

¿Por qué hay desigualdad en el acceso a la educación?

Muchas veces la razón es la pobreza. Cuando el Gobierno asume los gastos en educación, a veces no es suficiente para los niños de las zonas más pobres. Incluso el uniforme, los zapatos o el transporte pueden ser barreras. Muchas mujeres tienen ingresos bajos y los niños deben participar en las actividades económicas de los padres. Van tarde a la escuela o no van. Imagina que el río más cercano está a tres kilómetros. El agua suelen buscarlo niñas y mujeres. Pongamos que esa niña anda algo más de tres kilómetros dos veces al día; cuando llegue a la escuela estará muy cansada, su concentración será baja y pensarás que la chica no lo está haciendo bien. El problema no son solo los gastos escolares o el uniforme, sino lo que tienen que hacer para sobrevivir. Todo va más allá de la educación y se conecta con otras cosas. Si mantenemos a la gente mayor en casa, la niña suele ser la que está pendiente de la abuela. Es bueno porque se convierte en alguien sensible, pero al mismo tiempo le impide ir a la escuela. Necesitas mirar las vidas de las personas, cómo viven, y sus complicaciones para entender. A veces me preguntan por el matrimonio precoz y no creo que haya muchas madres contentas de enviar a su hija de 13 años a que se case. Hay que saber por qué pasa, comprender el problema y saber por qué persiste para resolverlo.

¿Cómo cambian estas cosas?

Aportando lo que necesitan. No es una cuestión moral ni de convencer a nadie. Lo que hay que hacer es traer el agua a las casas. Se deben proveer de los medios para permitir que la gente tenga vidas decentes y asuma sus responsabilidades.

¿Tienen medios las escuelas?

Lo que hay que averiguar es por qué los rendimientos son pobres. Cuando hablamos de recursos, nos referimos a la calidad del profesorado, cómo fueron formados, el perfil de los que se presentan al puesto, si hay un respeto por la función del profesor… Una vez que se tiene clara la parte del personal, se va a las escuelas para comprobar si la metodología implementada llega a cada niño. ¿Cómo es la clase? Una clase abandonada que no provoca su imaginación, con puertas rotas o donde ni siquiera hay agua, tiene un impacto en el proceso educativo. Hay que arreglar eso y luego hay que mirar el currículum para ver si está al nivel de los niños. Es un área compleja y se debe mirar con complejidad.

¿Cómo le gustaría ver la educación en su país en 10 años? 

Me gustaría ver que se ha reducido el analfabetismo y que no hay excusa para que un niño no vaya a la escuela. Necesitamos saber cómo será la economía. Un niño de seis años en la escuela no va a empezar a trabajar hasta los 18. ¿Cómo será la economía después de 12 años para enseñar lo que se enseña? 

¿Y si esa gestión la hicieran las mujeres?

Sería diferente en el sentido de que somos las primeras maestras de los niños. Los conocemos mejor. Las voces de las mujeres son muy importantes.


Finda Koroma, el día de la entrevista. Fotografía: José Luis Silván Sen
«Debemos competir sin esperar a que nos inviten»
Finda Koroma

Sierra Leona. Vicepresidenta de la CEDEAO.


¿Cómo sería África si las mujeres dirigiesen la economía?

Las mujeres tienden a tomar decisiones que tienen un impacto real en temas socioeconómicos. Pensemos en cuestiones de economía básica, como la inclusión financiera… Una presidenta entenderá la importancia de que ni las mujeres ni los jóvenes se queden atrás, y trabajará con la gobernadora del banco central para asegurarse de que los productos financieros introducidos en el sistema bancario son adecuados para las mujeres que no eran capaces de responder a ciertos criterios para lograr un préstamo; y de que requisitos como el poner la tierra como aval no son correctos porque las mujeres no tienen acceso a la propiedad, y eso les impide tener una oportunidad. Si fuera presidenta y tuviera a una ministra de finanzas, le pediría que lográramos pasar al sector formal a las mujeres con pequeños comercios en el sector informal. 

¿Por qué el conocimiento de las mujeres no se valora tanto?

Por la percepción sociocultural de que no somos suficientemente fuertes, de que no podemos tomar decisiones relevantes… Esto está cambiando. No debemos esperar a que nos inviten. Debemos competir con los hombres. Yo siempre lo he hecho: fui a una escuela de negocios, fui la única mujer en mi curso y no he esperado a que me dieran una oportunidad, la he buscado.

¿Qué destacaría de los logros económicos de su país?

Sierra Leona está repleta de recursos naturales, sobre todo oro y diamantes, tiene playas preciosas… Pero no usamos los recursos bien. El turismo es una enorme oportunidad, y en la agricultura también hay elementos que dan un valor añadido a este sector. Si priorizamos ciertos sectores y nos aseguramos de que hay transparencia en las transacciones y en la inversión seremos capaces de cambiar la narrativa del desarrollo en Sierra Leona.

¿Qué impide hacerlo?

Intentamos hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. Creo que el presidente debería elegir uno o dos sectores y hacerlos competitivos.

¿En cuáles se centraría usted?

Recursos naturales y turismo. El sector agrícola es como los demás países, pero no todos los países tienen las preciosas montañas, el mar, el río… o los recursos.

Hay quien ve África como un lugar de humanitarismo, pero usted habla de negocio…

Hay de todo. No puedes hacer negocios cuando estas combatiendo el terrorismo. En la CEDEAO estamos tratando con ese terrorismo en la región del Sahel y en la costa.

¿Qué debería cambiar la CEDEAO para ser más eficaz?

Debemos tener una política de género, un reclutamiento especial para las mujeres porque solo hemos tenido a tres mujeres directoras frente a 31 directores, ni una presidenta, ni un portavoz en el Parlamento. Debemos imponer esta igualdad de género que tiene la Unión África. En la CEDEAO introdujimos el aspecto de género, pero no fue bien acogido. Debe haber una alternancia de género entre presidente y vicepresidente. Introdujimos un presupuesto sensible al género, y cuando hacemos un informe, evaluamos el impacto en las mujeres.

¿Tuvo que luchar mucho más por ser mujer?

Mis padres me transmitieron confianza. Mi padre era abogado y mi madre profesora. Me dieron todo lo que necesitaba para triunfar en la vida porque sabían que podía hacerlo mejor en la escuela que los hombres. 



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