«Si quieren que nos callemos, hablaremos con más fuerza»

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Entrevista a Helena Maleno


La defensora de derechos humanos y fundadora del colectivo Caminando Fronteras Helena Maleno fue deportada con violencia desde Marruecos el pasado 23 de enero cuando volvía a su casa en Tánger –donde reside desde hace 20 años– después de un viaje de trabajo en España.


Es un episodio más del intento de criminalización y la persecución contra Maleno orquestado durante años desde el Ministerio del Interior de España, en concreto de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Policía Nacional de España, según denuncia Caminando Fronteras –junto a otras organizaciones de defensa de los derechos humanos– en una carta dirigida al presidente del Gobierno español. A pesar de haber ganado procesos judiciales tanto en España como en Marruecos que han terminado en el reconocimiento de que la labor de Helena Maleno es la defensa de los derechos de las personas migrantes, la violencia contra ella ha continuado. A causa de la deportación la experta en migración y trata de seres humanos permaneció separada de su hija menor de edad durante varias semanas, temiendo por su seguridad. Como medida de protección, la organización ha decidido iniciar una campaña bajo el lema «Justicia para Helena Maleno» para explicar la situación, y exigir el reconocimiento público del trabajo de Maleno como defensora de derechos humanos, el cese de la criminalización, la depuración de responsabilidades en las instituciones, su protección y la de su familia, y la reparación por los daños que están sufriendo. La investigadora y activista cuenta con el reconocimiento de la ONU y las principales organizaciones internacionales de derechos humanos y ha recibido más de 20 premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Mundo Negro a la Fraternidad que otorga este medio. Desde Madrid, hemos conversado con ella.


Lo primero de todo, ¿cómo estás? ¿Cómo te encuentras?

Estoy como en shock. Al contarlo, estoy reviviendo el mismo shock que tuve en ese momento de fuerte violencia que fue la deportación. Ya venía sufriendo una violencia de golpes constantes después de que se cerrara el procedimiento judicial, pero este fue un golpe muy grande por la angustia de no poder ir a donde estaba mi hija. Después seguí en un pico de estrés muy fuerte porque teníamos que sacar a la niña de Marruecos y se han seguido produciendo ataques a mi vivienda. Durante todo este tiempo me siento como en una nube. Hacerlo público es duro para mí, porque además de que han entrado en mi vida personal, para protegerme también tengo que exponerla. Y eso es durísimo. A mí me cuesta mucho. También me siento con pocas esperanzas. Creo que a pesar de toda la solidaridad, tengo que seguir protegiéndome, porque no sé si el Gobierno va a dar alguna respuesta o va a tomar cartas en el asunto. A la vez, estoy muy contenta por todos los gestos de cariño y de apoyo que estoy recibiendo, que han sido brutales y unánimes.


Cuando recibimos la noticia de que se había cerrado el proceso judicial contra ti, los que te seguimos en la distancia pensábamos que la persecución había terminado.

Yo también pensaba «ya está». Pero, ¿sabes quiénes me dijeron «no, no está»? Las organizaciones que trabajan con defensoras de derechos humanos. Me dijeron: «Cuando se cierra un proceso, cuando no pueden atacarte por esa vía, abren otras vías. Y tenemos que estar atentas para ver por dónde van a atacar ahora». Desgraciadamente esa es la experiencia que hay con otras defensoras en otros lugares del mundo, y muchas veces acaba en asesinato, como el caso de Mireya o Berta Cáceres. Yo lo veía como muy lejano, pero no lo era.  Lo que me estaban diciendo era la verdad. Abrieron la vía administrativa para poder atacarme; abrieron la vía de las agresiones, del hostigamiento; de estar dos personas en la puerta del colegio de mi hija vigilando y que yo lo supiera; de entrar en casa y no llevarse nada de valor pero sí algo significativo para decirme «podemos entrar en tu domicilio»; de tener alertas policiales que saltan cuando cruzo la frontera… ¡alertas que tiene para los terroristas! Todo este tiempo ha sido horroroso. Pero nuestra estrategia ha sido intentar frenar todo esto a través de la implicación de Naciones Unidas, esperanzadas también por el cambio de gobierno en España. Tienes que tener siempre un equilibrio de qué dices, qué no dices, cómo expones tu vida, pensar si te va a proteger, si no… Y a la vez tomar medidas de seguridad, como no salir sola por la noche, ir siempre acompañada, si voy a algún evento hay que hablar con las personas del evento para los temas de seguridad. Cada vez que cruzaba una frontera tenía que ir acompañada. Yo pensaba que esto no me iba a pasar a mí, que no iba ser perseguida de esta forma por las cloacas del Estado cuando se cerrara el procedimiento, pero ha seguido. Y se ha incrementado con la publicación de mi libro Mujer de frontera, en el que cuento cosas reales vinculadas al dosier policial que había contra mí. Con la publicación se recrudeció la persecución. Y después, con la lectura de Alba Flores para el formato audiolibro, también ha aumentado el pico de violencia.


¿Por qué prosigue la persecución cuando los jueces te dan la razón y dicen que salvar vidas no es delito? ¿Cuál es el objetivo?

Lo que a mí me han explicado otras defensoras y las organizaciones de defensoras, con las que estamos aprendiendo de esta situación, es que tenemos que partir de que ese procedimiento judicial es un procedimiento judicial hecho para destrozarme. No es un procedimiento para detener a una criminal o para hacer justicia. No. Es un procedimiento judicial que está hecho para destrozar mi vida, la vida de una persona que se ha atrevido a hacer cosas que los Estados no querían que hiciese. Entonces, como ese procedimiento judicial no ha funcionado, la segunda parte es usar otras estrategias. ¿El objetivo? Destrozarme. ¿El objetivo era que me fuera de Marruecos? No, no es tan simple. El objetivo era hacerme daño y, como han hecho en muchos lugares del mundo con mujeres defensoras, dar un paso más, y atacar a mi familia. Es hacer daño para que nos callemos. Y si no nos callamos, nos matan. Es así. Esa es la lógica de la persecución de las defensoras. Y me cuesta decir esa frase, porque estoy hablando de mí, pero esa es la frase. Los informes que hizo la policía española sobre mí no estaban hechos para perseguir el tráfico de personas, estaban hechos para destrozar a una persona que le molestaba en la frontera. Y como no lo han conseguido, buscaron otras estrategias en colaboración con la policía marroquí, en ese marco policial de control de fronteras donde muchos compañeros y compañeras mueren cada día por esa colaboración policial. Esa es la forma. Destrozar mi vida o destrozarme a mí.


¿Qué les molesta de vuestro trabajo en la frontera?

Les molesta que estamos atacando a los intereses económicos de grandes empresas. En Mesoamérica lo vemos con las extractivas. ¿Por qué murió Berta Cáceres? Pues murió porque los estados son cómplices de grandes empresas que cada vez ganan más dinero. En la frontera está pasando lo mismo con el crecimiento exponencial de los intereses de las empresas de armamento. ¡Estamos hablando de empresas de armamento, que es la basura más grande que existe en el mundo! Ese interés económico es el que estamos tocando. Cuanto más ganen ellas, más situaciones de estas van a pasar en la frontera, poniendo en riesgo nuestras vidas. Pero es que además nosotras no solo tenemos amenazas de los estados, también de las mafias, de las verdaderas mafias. Esas empresas cooperan con las mafias. Los dos frentes son los que nos persiguen y nadie nos defiende. Tenemos que buscar métodos de protección colectivos desde la base. Por eso hemos decidido salir públicamente. Cuanto más dinero gane Frontex, cuanta menos transparencia tengamos de lo que está haciendo, más correrá peligro la vida de las personas defensoras en la frontera.


¿Cómo fue el momento de la deportación?

Fue horroroso. Cuando lo revivo es como una nube, como que le pasa a otra persona. Llegué a Marruecos y estaba muy contenta porque era fin de semana. Aunque estaba cansada, había hecho un viaje de trabajo en el que todo había salido bien y teníamos unos talleres preciosos que íbamos a dar al día siguiente con mujeres lideresas comunitarias. Iba a recoger a la nena, que se había quedado a dormir en casa de una amiga, e íbamos a pasar el fin de semana en casa, con mi perro y mi gata, viendo una peli, comiendo palomitas. Era lo que pensaba cuando bajé del avión y sentí que hacía mucho frío. Muy contenta.  Cuando entré en la terminal, lo de siempre: el pasaporte, la alerta… Pero estaba tranquila, porque nos había dicho el Ministerio de Asuntos Exteriores que no pasaba nada, que todo estaba bien. Me quedé sentada esperando, pero me empecé a darme cuenta de que las caras y los gestos no eran como otras veces. Ya no eran amables. Se habían quedado con toda mi documentación y yo tenía que salir a recoger la maleta porque había comprado algunas cosas para la niña, como una mochila para el cole. Y de repente, empezó una locura, como una película. Mucha policía por aquí y por allá, yo preguntaba pero nadie me respondía. No me dirigió nadie la palabra en todo el tiempo. Llegó la policía secreta, uno que era como el jefe de la policía de Tánger… Las personas que estaban a mi alrededor no llevaban puesta la mascarilla y yo llevaba una que ya había usado durante bastante tiempo. Yo les decía que se apartaran, que no me tocaran. Una situación muy violenta, también por la pandemia de la Covid. Me empecé a marear porque debía tomar una medicación que tengo pautada y no me escuchaban, pero no me dejaban hacer absolutamente nada. Me dio tiempo a sacar el móvil y mandar un mensajito a las compañeras diciendo: «Creo que me deportan a Barcelona». Solamente pude decir eso, porque veía un avión y a personal de Air Arabia que iba y venía. Daba la sensación de que tenían preparado todo, de que me estaban esperando. Yo quería ir al baño y también pedí agua, pero dejé de hablar porque cuanto más hablaba más nerviosos se ponían, y me dio la sensación de que me podían hacer algo físico. Estaba totalmente vulnerable. De ahí me obligaron a subir al avión y no sabía dónde estaban mis cosas. Ni mi maleta, ni mi documentación, nada.


Helena Maleno el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo




Pero, ¿nadie te decía nada de nada?

Nada, absolutamente nada. Ni a dónde iba ni nada. Entonces subo al avión y le pregunto a uno del personal del avión que dónde están mis cosas y me dice: «Cállate y no abras la boca. No tienes derecho a hablar». Me siento y al cabo del tiempo le digo: «Por favor, necesito agua». Y me contesta: «Cállate». Y le digo: «Por favor, que estoy muy mareada, necesito agua». Y no, no accedió ni a darme agua. Entendí que me tenía que callar. Cuando paró el avión me dijeron que yo sería la última, y a la puerta del avión estaba la Policía española, con mi documentación y un papel de la policía marroquí. Y me dijeron: «Bueno, ¿qué ha pasado?». Yo contesté: «No lo sé, vosotros sabréis qué ha pasado». Y me dijeron: «Bueno, esto es un trámite. Tienes que venir a la comisaría del aeropuerto». Entonces me metieron en el coche patrulla y me llevaron a la comisaría del aeropuerto. Ahí ya sí pude hablar y llamé a la abogada. Hice todo el proceso de una persona deportada y luego ya me recogieron compañeras de Regularización Ya. Llegué bastante mal físicamente, muy desorientada. Y enseguida decidí venirme a Madrid porque quería ver a mi hijo cuanto antes. Y así fue.


Tu hijo mayor estaba viviendo en Madrid, pero tu hija pequeña se había quedado en Marruecos.

Claro, mi hija estaba allí y yo no podía ir. Es verdad que la embajada española se ha volcado con mi hija, tengo que reconocer la labor del ministro consejero de la embajada. Se ha volcado, como debe ser, porque estamos hablando de la hija de una defensora de derechos humanos. Estaban pendientes de la niña. Pero yo empecé a ver movimientos muy extraños por allí y quería que la niña saliera cuanto antes en condiciones de seguridad, porque teníamos miedo. Entonces logramos que saliera acompañada por la embajada en un barco y sacamos también a mi perro y a mi gata, que para mí era muy importante, porque nos dimos cuenta de que en una de las entradas que habían hecho en casa habían drogado a los animales, les habían hecho daño. Mi perro no podía ponerse de pie, temblaba todo el tiempo, efecto de que les habían drogado. Y de hecho, está traumatizado. No come si no es de mi mano. Puede pasarse todo el día sin comer si yo no estoy. Después hemos ido sabiendo más cosas, que mi hija había tenido seguimientos policiales también, aunque yo no estaba allí, un montón de cosas que ponían en riesgo a mi hija de una forma bastante dura. Nosotras estábamos hablando todo el tiempo con el Gobierno para que nos protegiera, pero nos dimos cuenta de la quiebra entre Exteriores y el Ministerio de Interior, de que Interior seguía operando como se opera en las cloacas del estado, Policía a Policía, y que Exteriores estaba haciendo esfuerzos que no llegaban a ningún lugar porque ellos estaban ahí. Entonces a partir de ahí vimos que ya no le podíamos pedir nada más a Exteriores y en mi comité de seguridad, donde hay muchas organizaciones internacionales que trabajan con defensoras, dijeron que había que salir a contarlo, porque si no podían pasar cosas más graves. Así que, viendo la incapacidad que tenía la parte del Gobierno español que quería protegerme a mí y a mi familia, porque hay otra parte que sigue activa y nos sigue persiguiendo, hemos salido públicamente.


¿Qué esperáis? ¿Qué exigís concretamente?

Nosotras queremos volver a nuestra casa. Estoy aquí en Madrid, apoyada por organizaciones internacionales que apoyan a defensoras, como las personas que se van al exilio, igual. Y soy una privilegiada, porque tengo muchísima gente acompañándome y protegiéndonos. Pero mis 20 años en Marruecos, lo poco que tengo, se ha quedado en un país a donde yo no puedo volver. Los peluches que mi hija guardaba, sus juguetes, sus patines, la colcha que mi madre me hizo cuando era chica, todo está allí y tengo que ver si puedo recuperarlo. Queremos volver a nuestra casa en condiciones de seguridad.  Pero también queremos que se depuren responsabilidades. Que con los responsables, tanto de la policía marroquí como de la policía española, que han hecho todo esto, el Gobierno tome cartas en el asunto. Si de verdad Marlaska quiere hacer justicia, que depuren responsabilidades y que cese la persecución de las personas que la iniciaron con Fernández Díaz y que siguen en la Policía y en sus puestos de poder. Eso es lo que queremos.


¿Habéis tenido alguna respuesta?

No. No hemos tenido ninguna respuesta de ninguna institución. De hecho, cuando pasó la deportación, que fue tan violenta, las organizaciones internacionales pidieron al Gobierno que me recibiera alguien, un alto cargo. Y no me recibió nadie. Sí tengo que decir que la ministra de Derechos Sociales ha estado muy atenta al caso, y la ministra  de Asuntos Exteriores también, a través de la embajada. Pero lo que las organizaciones sociales querían era que se nos recibiera a alto nivel y que se viese que había un compromiso con nuestra protección. Es que nos podía haber pasado algo muy grave tanto a mí como a mi hija. Y estamos hablando de una niña que es española. Yo no tengo esperanza en que el Gobierno haga nada para protegernos. Creo que los intereses que hay en la frontera y el poder que tiene la policía, la UCRIF, y el blanqueamiento que se ha hecho de esa policía y esas cloacas, no le permite al Gobierno hacer nada de forma proactiva. Y me duele decir eso, porque se supone que es el Gobierno más progresista que ha existido. Pensar que han seguido las mismas políticas de persecución de defensoras que Fernández Díaz, que creo que es uno de los ministros más oscuros que ha existido en el estado español, me revuelve las carnes. Pero bueno, eso es lo que hay, y habrá que seguir adelante con la realidad que tenemos.


Insistes mucho en que todo esto que te está pasando no te detiene, no detiene el trabajo que el colectivo está haciendo. Que vais a seguir trabajando.

No, no nos para. Porque entonces, si nos parase, habrían conseguido lo que querían. Me han hecho daño, nos han hecho un daño muy grande, sobre todo a nivel emocional y a nuestra vida personal, pero no soy solo yo. Están mis compañeras maravillosas. Yo soy la cara visible, pero somos muchas. El trabajo va a seguir. Lo hemos garantizado y lo vamos a garantizar. Porque si quieren que nos callemos, ahora es cuando tenemos que hablar con más fuerza.



Aparte de tu caso, la campaña «Justicia para Helena Maleno» y sacar a la luz todo lo que está pasando en torno a tu deportación, ¿en qué está trabajando Caminando Fronteras?

Seguimos con las alertas de monitoreo del derecho a la vida en el mar. Fíjate, en la noche antes a la rueda de prensa que dimos de la campaña había 57 personas que estaban hundiéndose. Conseguimos hallar una posición y la marina marroquí logró rescatarles a todos con vida. Estamos trabajando con la Guardia Civil en información sobre varios cayucos que salieron desde Mauritania y que no han sido encontrados por el momento. Ese es el día a día, el tema de la información. También están trabajando las compañeras en esta campaña, que no es solo para visibilizar lo que a mí me está pasando, sino para, de alguna forma, hacer un escudo colectivo para otras defensoras de derechos humanos contra la persecución en la frontera. No solo es la visibilidad pública, sino que se va a ir a instancias de Naciones Unidas y de la Unión Europea y se van a realizar otro tipo de acciones. Y estamos trabajando en la elaboración de una guía, que saldrá próximamente, para las familias de las personas muertas y desaparecidas. Queremos poner la memoria de todas esas personas que han desaparecido en el mar en la agenda política. Que se busque a las desaparecidas, que se entierre de forma digna y se identifique a las muertas, y que se abran los resortes de comunicación con las familias. Eso es algo que en la frontera no se hace nunca, que estamos empezando desde cero y hacia arriba para construir esa memoria para las desaparecidas.


¿En algún momento se te ha pasado por la cabeza que todo lo que os está pasando era demasiado y que abandonabas?

No. No se me ha pasado ni un minuto por la cabeza. Yo creo que es mi educación jornalera andaluza (ríe). Mi abuelo nunca se rindió, mi madre tampoco. Mi madre era jornalera, trabajó en las cooperativas totalmente explotada y murió siendo del Partido Comunista y siempre con la frente alta. Estaría traicionando una serie de valores y de compromisos democráticos que tengo y que he mamado. La democracia se tiene que mamar. Y yo he tenido la suerte de, en el empobrecimiento más absoluto de mi barrio y de mi familia, mamar lo que es el sentido de la democracia y la solidaridad. Y no, no se me ha pasado por la cabeza ni durante un segundo.



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