Un avión, una raqueta y dos sueños

Ebayo Herbert

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Ebayo Herbert, deportista

 

Ebayo tenía 13 años. Era un gran día para él, para su familia y para todo el clan. Después de semanas de ansiosa espera, al fin llegaba el momento y allí se encontraban todos, en el Aeropuerto Internacional de Entebbe, felices. Inimaginable que esto llegara a ocurrir. Era 2007 y nadie en el clan se había subido nunca a un avión. Ni se les había pasado por la cabeza. Pero allí estaban. Ebayo iba a viajar a Sudáfrica con el equipo de bádminton. Días antes había discutido con el entrenador. «¿Cómo va a haber un baño dentro del avión?». Le estaba tomando el pelo. Pero sí que lo había. Y un pasillo por el que se podía caminar, aunque estuvieras a 12.000 metros del suelo. Alucinante. Mientras se celebraba el torneo, Ebayo contaba los días para volver a montarse, regresar a casa y contárselo a sus amigos.

Ebayo Herbert

Ebayo Herbert en la Academia Pearl, en Kampala. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

«Vengo de una familia muy humilde. Pero ya he estado en un avión más de diez veces gracias al bádminton, viajando por diferentes países. He estado en Asia y he recorrido África. También gracias al bádminton tengo una beca y he podido estudiar. En mayo me graduaré. Nadie de mi clan ha ido a la Universidad».

Era el fútbol lo que siempre le gustó. Empezó en el bádminton sin demasiado interés, pero cuando ganó el primer trofeo descubrió que tenía un talento. Hoy está en el equipo nacional ugandés.  El año pasado participó en el torneo internacional de bádminton de Taipei, en Taiwan. «Fue maravilloso. Al recibirme no me decían: “Bienvenido, Ebayo”. Me decían: “Bienvenido, equipo de Uganda”. Nos pusimos de pie, tocaron el himno nacional, izaron la bandera. Todo fue perfecto. Si algún día tengo hijos, lucharé para que ellos también sepan lo que se siente al representar a tu país».

Hay una gran afición al deporte entre los jóvenes ugandeses. Ya sean estudiantes o estén trabajando, es fácil verlos reunidos al atardecer en diferentes lugares de la ciudad, jugando a todo tipo de modalidades. El bádminton aún no es muy famoso en el país, pero va ganando en popularidad y cada vez hay más escuelas donde practicarlo. Ebayo pertenece al Club de Bádminton de la Universidad de Ndejje y entrena en la Academia Pearl, que queda en una de las colinas del barrio de Kabalagala, al sureste de Kampala.

Anochece. En el pabellón reverberan las suelas de goma que frenan sobre la pista. También los jadeos de los jugadores y los golpes de raqueta. Hay poca luz. La justa para el entrenamiento. «Creo que soy un poco diferente al resto de jugadores. Cuando ellos salen al campo están nerviosos. Yo no. Ese es uno de mis mejores momentos. Me siento confiado y cómodo. Como si estuviera en un sueño. Y cuando estás en un sueño, te atreves con lo que sea». Cuatro cualidades del buen jugador de bádminton: «Tiene que estar muy en forma, ser rápido en la pista, flexible y, por encima de todo, rezar a Dios antes de dormir, al despertarse, hablar con él en privado. Con eso de base, todo lo demás llegará».

 

 

Aspira a llegar a ser un referente del bádminton en Uganda. Pero no es fácil. El pilar fundamental en su carrera deportiva, su entrenador, se ha retirado. Necesitaba ingresos para mantener a su familia. Ahora Ebayo entrena solo mientras busca dinero para comprar equipo y participar en los torneos. Trabaja por las mañanas dando clases a ricos o como chófer. Por la tarde va a la Universidad, donde estudia Lógistica Mercantil. Después come algún plátano y un par de rólex –huevo enrollado en una tortilla de maíz- y se va a a entrenar. Media hora corriendo, hora y media en la pista. Ya de noche, vuelve a casa haciendo medio camino a pie, porque el tráfico en esa zona es insoportable, y el resto lo hace a bordo de un matatu. En casa, se da una ducha, prepara un té y conecta la radio en su teléfono móvil para escuchar las noticias deportivas. A las 11 reza y se mete en la cama a soñar.

 

Bádminton

Ebayo Herbert entrenando en la pista de la Academia Pearl. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

 

Ebayo tiene dos grandes sueños. El primero ser un jugador top. El segundo, crear su propia escuela de bádminton, con su nombre. Una como en la que él ha crecido. «Los jóvenes que no tienen nada que hacer acaban haciendo lo que no deben. Fuman, beben, mucho antes de la edad apropiada para hacerlo. El bádminton puede cambiar sus vidas, como lo ha hecho conmigo». Cuando finalice sus estudios, se plantea salir de Uganda y viajar a Europa. Trabajar algunos años, ahorrar y volver para llevar a cabo sus proyectos. «Sé que la escuela es un proyecto difícil, que necesita mucho trabajo y mucho dinero para arrancar. Pero creo que si persigo mi sueño, lo lograré, en nombre de Dios».

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