Un histórico que se apaga

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La corrupción y la ineficacia condenan al CNA

Sudáfrica es un país más desigual que en 1994, cuando Nelson Mandela ganó las primeras elecciones democráticas. La deriva del Congreso Nacional Africano sirve para explicar la situación.



Por David Soler



El 18 de julio suele ser un día alegre en Sudáfrica. Cada año se conmemora el Día Internacional de Nelson Mandela, con el que se recuerda el legado del que fuera héroe de liberación del Congreso Nacional Africano (CNA) contra el apartheid, Premio Nobel de la Paz y presidente sudafricano. Sin embargo, este año las celebraciones no han sido plenas.

La misma semana que el presidente del Gobierno, Cyril ­Ramaphosa, recordaba la figura de su antiguo compañero, la comisión anticorrupción le amenazaba con citarle a declarar ante el juez si no respondía a sus preguntas sobre la procedencia de los cuatro millones de dólares en efectivo que se acababa de conocer que habían robado en su mansión de Limpopo hace dos años. El presidente nunca denunció tal pérdida y se ha defendido señalando que es dinero legal obtenido tras una subasta de ganado.

Ramaphosa subió al poder desde la vicepresidencia en 2018 con una promesa: acabar con la corrupción. Lo hizo tras forzar la dimisión del entonces presidente, Jacob Zuma, acorralado por varios casos de malversación en los que se calculó que se perdió un tercio del PIB del país. La oposición busca forzar la dimisión de Ramaphosa, en la que sería una segunda moción de censura contra su Gobierno –tras la realizada en marzo–, pero la mayor amenaza viene desde dentro. La facción proZuma ha vencido en los comicios regionales en KwaZulu-Natal y gana adeptos de cara a la lucha por el liderazgo dentro del partido en diciembre.

El CNA es una organización enorme con más de 1,4 millones de miembros que deciden el 90 % de delegados que participan en la Conferencia Nacional, que se celebra cada cinco años y de donde sale el Comité Ejecutivo Nacional, el liderazgo de la formación. Desde el fin del apartheid, el ejercicio de la democracia ha sido más vibrante dentro de las filas del propio CNA que fuera, donde el partido ha arrasado con mayoría absoluta en cada comicio. Conseguir el apoyo del partido era un billete seguro hacia la presidencia de ­Sudáfrica, pero a medida que la formación ha evolucionado, la élite del CNA se ha vuelto cada vez más poderosa, lo que ha derivado en divisiones internas y el fomento de una cultura de la corrupción para conseguir votos que ha debilitado a la organización.

Un movimiento decadente

El CNA se ha caracterizado en sus más de 100 años de historia por su capacidad de resistencia y adaptación. Nacido como una pequeña unión de la élite y jefes tribales africanos contra la dominación blanca, estuvo a punto de desaparecer en varias ocasiones. Sin embargo, en todo momento supieron mantenerse en activo –incluso en los peores momentos como organización prohibida con sus líderes encarcelados y operando desde el exilio–. Así, llegaron a convertirse en el único interlocutor de la mayoría de la población negra en las negociaciones para el fin del apartheid.

Uno de sus rasgos principales del CNA es que no ha sabido ni ha querido dar el paso de movimiento de liberación a partido político. El propio Mandela rehuía de esa etiqueta: «El CNA es una coalición, si se quiere, de personas de diversas afiliaciones políticas. Algunos apoyarán la libre empresa, otros el socialismo. Algunos son conservadores, otros son liberales. Nos une únicamente nuestra determinación de oponernos a la opresión racial. Eso es lo único que nos une. No es cuestión de ideología», dijo antes de subir al poder como presidente.

Esa cuestión es clave para entender su idiosincrasia: la organización se ve como la legítima representante de la mayoría negra de sudafricanos, apoyada por el legado de la liberación. Desde el fin del apartheid, el CNA ha vencido con mayoría absoluta en todas las elecciones y varios de sus representantes han recordado el derecho a gobernar que el país. Zuma llegó a decir que «el CNA gobernará hasta que llegue Jesucristo».

Sin embargo, casi 30 años después de las primeras elecciones libres, la mala situación económica y los casos de corrupción están provocando una sangría de votos entre la mayoría de la población negra, especialmente entre los más jóvenes, ya nacidos en democracia y para los que el discurso de liberación no resuena tanto. En las municipales de noviembre de 2021, el CNA bajó por primera vez del 50 % de los votos y los indicios apuntan que podría ocurrirles por primera vez a nivel nacional en las generales de 2024.

Esta sería una situación inédita. Hay académicos que sugieren que la formación podría dar un giro autoritario, auspiciado por lo ocurrido en países vecinos como Zimbabue y por la retórica incesante de que tienen el derecho a gobernar, y también han aparecido augurios pesimistas sobre su desaparición. A pesar de todo, el CNA todavía casi triplica en votos al siguiente partido y la situación más realista es que acabe gobernando en coalición con partidos minoritarios, como ya sucede en algunos gobiernos municipales.

Sea como fuere, los tiempos de antaño del CNA como un partido respetado dentro y fuera de Sudáfrica se han acabado. Si quieren seguir en el poder deberán renovarse, dar paso a políticos más jóvenes y pasar página de la retórica de la liberación para encontrar soluciones a los problemas de los sudafricanos.



En la imagen superior, la plana mayor del CNA –con Cyril Ramaphosa en el centro–, durante las celebraciones del 106º aniversario del partido en enero de 2018. Días antes, Ramaphosa se comprometió a restablecer la credibilidad de la formación tras los casos de corrupción que implicaron al expresidente Zuma. Fotografía: MUJAHID SAFODIEN /GETTY

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