Una babel para el gas

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14 países condicionan el gasoducto Nigeria-Europa



Por Alfonso Masoliver


La construcción de un gasoducto que una Nigeria con la costa sur europea puede transformar el mapa energético de nuestro continente. El proyecto, de gran envergadura, se enfrenta a algunos retos, como su trazado o la inestabilidad de algunos países por los que pasaría.



La construcción de un gasoducto entre Nigeria y España, que podría cambiar los equilibrios energéticos de la Unión Europea al hacerla menos dependiente del gas ruso, genera numerosas preguntas, algunas de las cuales surgen de la compleja situación que atraviesa África occidental. 

La primera cuestión tiene que ver con el recorrido que seguirá la infraestructura, para el que existen dos alternativas. El recorrido más corto propone un trayecto de 4 000 kilómetros desde Nigeria hasta Argelia, atravesando Níger y el desierto del Sahara, para entroncar con los gasoductos ya existentes en la costa argelina. Desde allí, quedaría decidir si la puerta de entrada a la Unión Europea (UE) estaría en Italia o en España. La segunda alternativa implica bordear más de 7 000 kilómetros de costa occidental africana, 5 660 de ellos submarinos y otros 1 700 por vía terrestre, hasta llegar a Marruecos, por donde el gas entraría a Europa vía Cádiz (ver p. 11). Aunque las distancias son importantes en el balance presupuestario, hay diversos factores a considerar para discernir la ruta que garantice en mayor medida los intereses de Nigeria y de la UE, los grandes implicados de un proyecto en el que Argelia y Marruecos serían beneficiadas, pero de las que una es prescindible. Nigeria, con la firma de tratados bilaterales con los dos países magrebíes, ha querido en los últimos años incentivar la competitividad entre ambas naciones, aunque con un aire caótico e incierto sobre su resultado final.

El 24 de enero de 2024, el vicepresidente ejecutivo de la Nigerian National Petroleum Corporation (NNPC), Olalekan Ogunleye, y la directora general de la Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas de Marruecos, Amina Benkhadra, se reunieron para discutir los avances del contrato que otorgó Nigeria en 2022 a la energética Worley para el diseño de la ingeniería principal del gasoducto Nigeria-Marruecos. Pero un mes antes, en diciembre de 2023, el ministro de Exteriores nigeriano, Yusuf Tuggar, aseguró que el gasoducto que conectará Nigeria con Argelia ha experimentado «progresos significativos y notables». Algunas informaciones recientes indican que del gasoducto Nigeria-Argelia, que sería capaz de suministrar a Europa 30 000 millones de metros cúbicos de gas al año, «solo quedan 100 kilómetros en Nigeria, 1 000 en Níger y 700 en Argelia».

Los acuerdos suscritos por Abuya y Argel parecen tener un carácter más oficial por la participación de funcionarios de alto nivel, como ocurrió con la firma en 2022 de un tratado entre los ministros de Energía nigeriano y argelino, a pesar de que en octubre de ese año, el director de la National Nigerian Petroleum Company Limited, Mele Kyari, indicara que a finales de 2024 se anunciaría una inversión de 25 000 millones de dólares destinada a la construcción de la opción marroquí. El Banco Islámico de Desarrollo también acordó con el ministerio de Economía marroquí financiar con 90 millones de dólares un estudio de viabilidad del gasoducto, mientras que la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, se ha comprometido a financiar la segunda fase de dicho estudio con 14,3 millones de dólares. En el proyecto marroquí también se encontraría involucrada, entre otras, la consultoría global ADVISIAN, dedicada a explorar la autosuficiencia energética en la región. 

Este juego de malabares que protagoniza Nigeria con Marruecos y Argelia obliga a analizar ambas alternativas con el fin de comprobar su viabilidad y los beneficios que pueden aportar al mercado energético europeo. 

Marruecos, Nigeria y la CEDEAO firmaron el 15 de septiembre de 2022 el memorando de entendimiento para la construcción del gasoducto Nigeria-Marruecos. Fotografía: Jalal Morchidi / Getty



De Nigeria a Guinea

El proyecto marroquí obliga al gasoducto a bordear las costas de 11 naciones africanas –Benín, Togo, Ghana, Costa de Marfil, Liberia, Sierra Leona, Guinea, Guinea-Bissau, Gambia, Senegal y Mauritania–, más Sahara Occidental. Algunas voces han indicado que este recorrido podría aprovecharse para proveer de gas a los territorios citados. Por el momento, se encuentra en funcionamiento un tramo de 678 kilómetros entre Nigeria y Ghana, propiedad de la West African Gas Pipeline Company Limited, cuyas acciones están en manos de Chevron (36,7 %), Nigeria National Petroleum Corporation (25 %), Royal Dutch Shell (18 %), Volta River Authority de Ghana (16,3%), Societé Togolaise de Gaz (2 %) y Societé Beninoise de Gaz (2 %). 

En esta opción, el primer reto está en Nigeria. El país atraviesa desde hace décadas una crisis de seguridad que afecta a la práctica totalidad de su geografía como consecuencia de la amenaza yihadista en el norte, del conflicto entre ganaderos y agricultores, de los secuestros y de la piratería que prolifera en el delta del Níger y el golfo de Guinea. En este enclave y en la desembocadura del río, donde se encuentran algunas de las principales plantas de extracción de petróleo, los bandidos operan de forma habitual desde hace décadas: roban el crudo para venderlo en el mercado negro, una práctica que las fuerzas de seguridad nigerianas no han sido capaces de erradicar

Las relaciones entre Nigeria y el vecino del oeste, Benín, dependen en gran medida del consumo nigeriano. Aunque ha habido momentos de cierta tensión, como cuando Abuya cerró sus fronteras con Porto Novo entre 2019 y 2021, ambos países colaboran en la actualidad en la Operación Prosperidad para luchar contra la piratería en el golfo de Guinea. A pesar de que los resultados han sido positivos, todo indica que sería necesaria la intervención de fuerzas europeas o estadounidenses para garantizar la protección de esta infraestructura en la zona. 

Costa de Marfil, por donde también cruzaría el gasoducto, podría beneficiarse del proyecto por la posible provisión de gas que recibiría, pero el presidente Alassane -Ouattara no es ajeno al hecho de que un gasoducto de esta envergadura supondría un importante impulso económico y geoestratégico para Nigeria, nación con la que los marfileños dirimen el liderazgo regional.

A pesar de que las guerras civiles quedan ya lejos en Sierra Leona y Liberia, ambos países no son ajenos a la delicada situación que vive la región. Sierra Leona sufrió un conato de golpe de Estado en agosto de 2023 y las elecciones de ese año en Liberia, en las que Joseph Boakai se hizo con la victoria, evidenciaron la tensión política y social que atraviesa la nación. 

La ecuación se complica en la República de Guinea, donde gobierna el coronel Mamady Doumbouya desde el alzamiento de 2021. El militar apenas ha modificado la política exterior guineana desde que obtuvo el poder y mantiene estrechas relaciones comerciales con Rusia a la vez que tiende a la colaboración con los países sahelianos gobernados por juntas militares. Aunque Guinea no forma parte de la Alianza de Estados del Sahel (AES), la fiabilidad de Doumbouya en un proyecto de la envergadura del gasoducto es dudosa. 

Un operario trabaja en las instalaciones del gasoducto que une Argelia con Italia. Fotografía: Fethi Belaid / Getty



Dificultades y ¿socios fiables?

Las complicaciones continúan en Guinea-Bissau. Sus 88 islas sirven de puerta de entrada en África para la cocaína procedente de Sudamérica, algo que propicia elevados niveles de violencia y corrupción en el país, gobernado por Umaro Sissoco -Embaló. La situación es de inestabilidad en sus calles, patrulladas por militares senegaleses y nigerianos integrados en una misión de la -CEDEAO. El principal líder opositor, Domingo Simões Pereira, ha expresado su firme oposición al gasoducto. Si este obtuviera la victoria en las próximas presidenciales, todavía sin fecha, su postura podría dificultar el paso de la tubería por la costa -bissauguineana. 

Senegal podría considerarse como uno de los socios más fiables para el proyecto gracias a sus excelentes relaciones con Marruecos y Nigeria, pero la elección de Bassirou Diomaye Faye en marzo de 2024 resta claridad al futuro. El presidente senegalés ha integrado en su discurso la ruptura con el neocolonialismo francés y la injerencia europea, además de anunciar su intención de desarrollar nuevos modelos de cooperación con Rusia, los Emiratos Árabes Unidos o Turquía. Además, su proximidad ideológica con las juntas militares de la AES resta credibilidad a Senegal a la hora de embarcarse en un proyecto que exige relaciones sostenibles con la CEDEAO y Europa. 

El descubrimiento de reservas de gas natural en aguas territoriales senegalesas hace que su interés por el gas nigeriano no sea urgente. Abuya y Rabat deberían engatusar a Dakar y ofrecerle una alternativa que permita una salida al gas senegalés por el mismo gasoducto, entroncando así el desarrollo energético senegalés a la viabilidad del proyecto. 

El gas en aguas senegalesas ha provocado un leve deterioro de sus relaciones con Mauritania, mientras que el vínculo entre Marruecos y Mauritania es volátil como consecuencia de la política expansionista de Rabat en el conflicto del Sahara Occidental. A pesar de que numerosos miembros del Frente Polisario se encuentran en el desierto mauritano, el país mantiene oficialmente una posición de «neutralidad activa». El aliciente económico que un gasoducto supondría para Marruecos reforzaría su posición en el tablero regional, una realidad que no casa necesariamente con los intereses mauritanos. 

La mejoría de la situación económica y estratégica de Marruecos podría contravenir los intereses españoles. Rabat es conocida por su política de «grifo» en la cuestión migratoria y una nueva baza en la negociación no resultaría necesariamente atractiva para Madrid. 

Refinería ilegal destruida por la Marina nigeriana cerca de la ciudad de Port Harcourt. Fotografía: Stefan Heunis / Getty



El papel de Sahara Occidental

La cuestión saharaui también despierta dudas. La reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la UE, que ha dado la razón al Frente Polisario y ha anulado los acuerdos agrícolas y pesqueros firmados con Marruecos por no contar con el pueblo saharaui, podrían suponer una traba al proyecto. La necesidad de delimitar las aguas territoriales saharauis encuentra su primer dilema en la política pesquera de Marruecos. En el contexto actual es improbable que se pueda completar la construcción de un gasoducto que cruce las aguas saharauis bajo un marco legal consensuado. Entregar a Marruecos las aguas territoriales saharauis supondría un duro golpe para la soberanía de la antigua colonia española. Junto a ese factor, el activismo saharaui está mostrando una fuerte oposición al proyecto, a la vez que aboga sin duda por la vía argelina. 

Luego está el factor económico, porque se desconoce el coste del gasoducto, cuyas tareas de construcción podrían extenderse 25 años. Aunque Marruecos y Nigeria han asegurado que financiarán de forma equitativa el proyecto, este no podrá desarrollarse solo con el aporte de los estados africanos. Rabat y Abuya confían en inversiones de la UE, cuya predisposición a esta infraestructura es fundamental para su viabilidad. 



La opción argelina

La vía argelina aporta ventajas significativas frente a la marroquí. En primer lugar, su construcción sería más rápida. Además de que una parte significativa ya está completada, la distancia que recorrería este gasoducto sería menor que el marítimo. Aunque las condiciones meteorológicas del desierto pueden suponer dificultades logísticas, serían menos determinantes que las de un gasoducto submarino. 

La opción argelina parece la más sensata en términos económicos, además de ser la más rápida, pero surgen tres factores que hacen peligrar su viabilidad. 

El primero sería la amenaza yihadista que se extiende por el Sahel. Los grupos armados se encuentran firmemente asentados en el centro y el norte de Malí, en amplias zonas de Burkina Faso y en el sur y el oeste de Níger. Un gasoducto que salga de Nigeria con dirección a Argelia debe atravesar necesariamente el sur de Níger, por lo que es una utopía pensar cómo podría llevarse a cabo la construcción y el mantenimiento de la infraestructura bajo la amenaza de los ataques. Si los grupos yihadistas expanden sus áreas de influencia en Níger, la construcción del gasoducto a lo largo de su geografía se convertiría en un reto de seguridad casi -insuperable. 

Por otra parte, en el último año han surgido grupos armados contrarios a la junta militar que gobierna Níger desde el golpe de Estado de 2023. Es el caso del Frente Patriótico de Liberación (FPL), nacido como una escisión del UFPR y sostenido gracias a sus fuertes vínculos con el pueblo tubu y las comunidades árabes. El FPL ya atacó en junio de 2024 el oleoducto que lleva el petróleo nigerino a la costa beninesa, en una acción que pretendía debilitar a la junta militar y obligar a China –socio mayoritario del oleoducto– a retirar su apoyo económico a los golpistas. Aunque se presupone que los intereses del FPL y de la UE están alineados en su oposición a la junta militar, este grupo armado no deja de ser un ente inestable y de dudosa fiabilidad. 

Otro factor reseñable es la relación actual entre la Junta Militar que gobierna Níger y Europa. Desde que Abdourahamane Tchiani obtuvo el poder en julio de 2023, los soldados franceses destinados en el país han sido expulsados junto con el embajador galo, igual que las tropas estadounidenses ubicadas en la famosa Base 201. La misión europea de entrenamiento, EUCAP, que llevaba más de un lustro en curso, así como el número de contratos mineros entre empresas occidentales y el Gobierno nigerino se han reducido en los últimos meses. La postura de la Junta Militar es claramente opuesta a Francia y a Occidente en su conjunto, a la vez que ha mostrado un creciente interés por colaborar con Rusia en cualquier ámbito posible: desde el desarrollo energético hasta la cooperación militar, pasando por el sector minero. Níger se ha posicionado como un nuevo socio de Moscú en el tablero africano, lo que lleva a una paradoja casi infranqueable: ¿va la UE a permitir que su alternativa energética a Rusia pase a lo largo de 1 000 kilómetros por un país estrechamente asociado a Moscú y contrario a Europa? ¿Qué factores tendrían que converger para que el Gobierno nigerino «cerrara el grito» si Moscú se lo pidiera?

A partir de estas claves se puede entender que el impacto mediático del golpe de Estado de Níger fue muy superior en Europa a los registrados durante los alzamientos de Malí y Burkina Faso en 2021 y 2022, respectivamente.

La actual situación de Níger vuelve prácticamente inviable la opción argelina. El riesgo es demasiado alto si se considera que la UE financiaría la mayor parte del proyecto y que no habría una segunda oportunidad en caso de fracaso. Ante esta coyuntura, Europa se encuentra en una difícil tesitura que apunta a que ninguna de las dos opciones se desarrollará de manera íntegra en un futuro cercano. O se construye un gasoducto por valor de miles de millones de euros a lo largo de un cuarto de siglo, extendiendo así su dependencia en el gas ruso y confiando en que más de una decena de naciones africanas se pongan de acuerdo, arrollando por el camino la causa saharaui, o se construye un gasoducto que atraviesa un territorio infestado por grupos armados y gobernado por una junta militar contraria a Europa. Cualquiera de las dos opciones supone un gran riesgo. Quizás deban considerarse las declaraciones que hizo el jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, durante una visita a Rabat en enero de 2023: «Hay que considerar cuándo estará terminado. ¿Seguiremos utilizando entonces gas metano?».   



Para saber más



Por Óscar Mateos

La construcción del gasoducto entre Nigeria y Europa abre la puerta a explorar multitud de temáticas que rodean la cuestión. Dos libros editados por African Arguments y Zed Books pueden ayudarnos a aterrizar en algunos aspectos fundamentales. El primero, titulado Oil and Insurgency in the Niger Delta: Managing the Complex Politics of ­Petro-violence (2011), está coordinado por Cyril Obi, académico nigeriano de referencia que lidera la African Peacebuilding Network, del prestigioso Social Science Research Council de Nueva York. Este volumen utiliza el caso de la región del delta del Níger (Nigeria) para poner de relieve los nefastos impactos sociales, ecológicos o económicos que la explotación transnacional del petróleo ha supuesto para las comunidades locales y, a la vez, el papel de dichas comunidades en la respuesta a la controvertida presencia de empresas como Shell. 

El segundo es Africa’s New Oil: Power, Pipelines and Future Fortunes (2015), de la periodista británica Celeste Hicks, excorresponsal para la BBC en Chad y Malí. En este libro, la autora abre el foco, yendo más allá del papel de Nigeria en la comercialización de crudo y gas, para adentrarnos en el impacto que esta cuestión está teniendo en los países del Sahel, en el rol de las élites políticas o de la población, así como para analizar la presencia de actores como China, cada vez más relevantes en este entramado. De algún modo, el libro está alineado con las tesis que tienden a considerar la existencia de recursos naturales en países africanos como una maldición para sus poblaciones, si bien la autora ofrece experiencias, testimonios y datos que enriquecen la comprensión de todo el fenómeno.

Junto a estas dos obras, es sugerente explorar un documental producido por la televisión pública alemana titulado Oil Promises: How Oil Changed a Country (2020), centrado en el caso de Ghana. El documental trata de analizar el impacto que la explotación del oro negro ha tenido después de su descubrimiento en 2007, para poner de relieve sus enormes costes sociales, ecológicos y humanos, así como los ganadores y perdedores de esta cuestión.

Finalmente, tres páginas web de centros de análisis de la región pueden ser útiles para adentrarnos en informes sobre perspectivas económicas y el impacto de los recursos naturales en África occidental: el Center for Democracy and ­Development, de Nigeria (­cddwestafrica.org), el Africa Center for Economic Transformation (acetforafrica.org) y el ­Sahel and West Africa Club, una iniciativa de la OCDE (oecd.org).

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