Una ecuación sin números

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P. Amaro Jorge Moura desde Luanda (Angola)

Estoy en Angola desde 2010. Yo mismo pedí a los superiores de mi congregación, los Sacerdotes del Sagrado Corazón o Dehonianos, venir a este país, y desde que llegué he estado vinculado a la formación, primero en nuestra comunidad de Luau, acompañando a jóvenes en discernimiento vocacional, y desde 2019 en Viana, con jóvenes que se preparan para el noviciado.

La formación es una auténtica misión y, en mi caso, antes incluso de ser ordenado sacerdote ya trabajaba en este servicio específico. En 2000 había necesidad de formadores en India, donde hacía poco que los Dehonianos habíamos abierto nuestra primera presencia y me ofrecí voluntario. Estuve cinco años y medio antes de regresar a Portugal, mi país de origen, donde trabajé en Rio Tinto unos tres años con niños y niñas abandonados y en dificultad. Ha sido el único período de mi vida misionera en el que no he estado directamente implicado en un servicio formativo.

Estoy muy feliz con lo que hago. Alguna vez he manifestado a mis superiores mi deseo de implicarme en algún proyecto social, pero, como faltan formadores, aquí sigo. Creo que lo más importante de este servicio es dar un buen testimonio de vida y estar siempre presente y disponible. En nuestra comunidad de Viana, mis compañeros dehonianos viven en otro edificio, mientras que yo tengo mi habitación en el postulantado, cerca de los chicos a los que acompaño, y mi puerta está siempre abierta para ellos. Juego con los chicos al fútbol, como con ellos muchas veces y juntos vivimos los momentos de estudio y oración. Esta cercanía no significa vigilar o controlar, sino apoyar y animar. Después, al menos una vez al mes, tengo un encuentro formativo personalizado con cada uno. Los fines de semana suelo ir a celebrar misa a la comunidad Santa Josefina Bakhita, pero no quiero implicarme demasiado en la pastoral porque hacer dos cosas al mismo tiempo no ayuda a estar plenamente presente. Además, soy el único formador, porque el compañero de Camerún que estaba conmigo tuvo problemas con la renovación del visado, salió del país y ya no ha vuelto.

En la dinámica del postulantado, además de las clases externas de filosofía, tenemos otros tiempos formativos. Yo les enseño inglés y también los aspectos concretos de nuestra espiritualidad, como la devoción al Sagrado Corazón o los dones de la oblación y la disponibilidad total para la Misión. En estos momentos estoy ayudándoles a situar la devoción a la Virgen en su justo lugar, evitando algunas prácticas que hacen de María lo que no es.

Cuando me preguntan sobre el número de vocaciones que tenemos, suelo decir que no se deben meter las matemáticas en la formación, que no funciona así, aunque es cierto que aunque hemos tenido, y tenemos, muchos candidatos, muy pocos completan la formación. Ha habido casos de problemas por abuso del alcohol y una mala comprensión de la sexualidad. De hecho no debemos ser ingenuos: es evidente que hay dificultades claras con el voto del celibato en África. La paternidad es muy importante en estas culturas y un hombre que no tiene hijos en cierta forma no es hombre, por eso tenemos que formarlos bien, ayudándoles a descubrir que en la opción por la castidad hay una libertad y una concentración de todas las energías personales en el Reino.

La salida de tantos postulantes, sobre todo una vez que concluyen sus estudios de Filosofía, nos está llevando a introducir algunos cambios en nuestra dinámica formativa, de manera que nuestros candidatos comiencen los estudios solo al final del postulantado y del noviciado. A pesar de las dificultades, soy un entusiasta de la formación y creo firmemente en el futuro de la vida religiosa en Angola, también para aquellos que son llamados a vivir nuestro carisma dehoniano.



En la imagen superior, el autor del diario, al fondo a la derecha, con un grupo de jóvenes en la casa de formación de los Dehonianos en Luanda, la capital de Angola. Fotografía: José Luis Silván Sen/MN



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