Publicado por Dagauh Komenan en |
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En la víspera de las independencias, la élite africana se dividía en dos tendencias: los grupos de Monrovia (1961) y Casablanca (1962). Los primeros buscaban mantener relaciones «privilegiadas» con las antiguas metrópolis, mientras que los segundos abogaban por rupturas claras y relaciones acordes con su nuevo estatus. El bloque de Monrovia prevaleció, dando forma a organismos como la OUA en 1963 (que se convirtió en la UA en 2001) y la CEDEAO en 1975. Aunque excluyentes entre sí en muchos casos –como los de Bakary (rupturista) y Diori (colaboracionista), en Níger–, hubo cohabitación en algunos gobiernos africanos, como sucedió con Lumumba (rupturista) y Kasavubu (colaboracionista), en la actual RDC; o Senghor (colaboracionista) y Dia (rupturista), en Senegal. A menudo, los rupturistas quedaron excluidos del poder. Desde la independencia, ambos bloques libraron guerras de influencia mediante golpes de Estado o rebeliones armadas. Sin embargo, no se puede simplificar que los conflictos africanos se expliquen por esta variable. Algunos implican facciones rivales dentro del mismo bloque, como el golpe de Estado de 1999 en Costa de Marfil, donde colaboracionistas derrocaron a un partidario de esta tendencia. También hubo cambios de bando: en Burkina Faso, Compaoré pasó de rupturista a colaboracionista en 1987.
Tras esta premisa, que establece el marco para entender los golpes de Estado que sacuden el continente desde 2020, comenzando por Malí y acabando, de momento, con Níger y Gabón este año, se especula sobre su propósito y el apoyo popular que reciben. Muchos analistas los ven como desafíos a Francia y su política neocolonial, la Françafrique, que se ha extendido más allá de sus antiguas colonias africanas. Aunque hay una voluntad de reformar profundamente la relación con Francia en algunas poblaciones, no todos los golpes tienen ese objetivo. Algunos los apoyan sin buscar la caída de la Françafrique. Los dos últimos, Níger y Gabón, muestran realidades diferentes. En Níger, se busca enfrentarse a Francia, que localmente se percibe como neocolonialista y arrogante, pidiendo la retirada de las tropas francesas y del embajador. En Gabón, la percepción es diferente, ya que ni la Junta Militar ni la gente en la calle exigen la salida de los 700 militares franceses estacionados en el país. No hay denuncias de la Françafrique ni en Gabón ni en Guinea. Las reacciones internacionales también varían según los casos. En Níger, Francia exige la restitución del depuesto Bazoum, hubo sanciones que incluyeron la suspensión en organizaciones africanas y el cierre de fronteras, impidiendo la entrada de ayuda humanitaria, y existe una amenaza militar. En Gabón, no se han hecho llamados similares. Aunque hubo un fraude electoral que socavó la legitimidad del destituido Ali Bongo, nadie pide un recuento de votos y las sanciones se limitan a la suspensión en organizaciones como la CEEAC y la UA. En resumen, aunque los golpes de Estado de Malí, Burkina Faso y Níger parecen estar relacionados con el conflicto mencionado al principio, los de Guinea y Gabón pueden ser el resultado de un conflicto interno dentro de los partidarios del grupo de Monrovia.
En la imagen superior, un soldado vigila la seguridad durante el acto conmemorativo del 35 aniversario del asesinato de Thomas Sankara, celebrado el 15 de octubre de 2022 en Uagadugú. Fotografía: Olympia de Maismont / Getty
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