Una oportunidad para Argelia

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Desde finales de 2021, las relaciones entre Francia y Malí se han deteriorado a raíz de la cooperación entre la Junta Militar de Bamako y la sociedad militar privada rusa Wagner. Para muchos expertos, esta presencia demuestra la voluntad de Moscú de implantarse en África. Sin embargo, el trasfondo es más complejo. Aunque Wagner sirva a los intereses rusos, beneficia aún más a un actor casi olvidado a la hora de analizar la situación en Malí: Argelia. 

Dos visiones se oponen para salir de la crisis maliense. La francesa, predominante hasta ahora, enfatiza la acción militar, mientras que la argelina propone la negociación entre los grupos armados y el Gobierno maliense. Argel fue el principal artesano de los acuerdos firmados en 2015 entre Bamako y grupos armados tuareg. Mientras que la presencia militar francesa se presenta como el único obstáculo a la victoria yihadista en Malí y como un impedimento a toda negociación entre el Gobierno y los grupos armados, Argelia pretende jugar un papel neutral en la crisis que le permita hablar con todas las partes en conflicto, incluidos los yihadistas, como el jefe tuareg Iyad ag Ghali –a quien permitió reclutar combatientes en los campos del Frente Polisario al principio del conflicto–. Argel se negó a formar parte del G5 Sahel, algo que le limita a la hora de hacer de contrapeso a Francia. Se encuentra, por tanto, en la tesitura de no poder sustituir militarmente a Francia sin desencadenar unos atentados similares a los de enero de 2013.

Desde 2019, el Hirak está debilitando al Gobierno argelino, que percibe que una victoria política en Malí –implicaría una derrota francesa– puede legitimarle ante la población. 

A la ecuación se suman varios reveses ante su competidor regional, Marruecos, en el contencioso saharaui. Tras la independencia, en 1964, Argelia ocupaba una posición central en la política africana, pero tras la caída de Gaddafi, Marruecos no ha dejado de ganar influencia en el continente. En 2017 regresó a la Unión Africana (UA) –que había abandonado en 1984 tras el reconocimiento por la UA de Sahara Occidental en 1982–, y en 2020, 15 países africanos abrieron consulado en El Aaiún. En esta rivalidad, Marruecos cuenta con apoyo francés y estadounidense, mientras que Argel queda como único protector del Polisario.

Este marco explica por qué Argelia facilita la presencia rusa en Malí, a pesar de negar oficialmente su implicación en la llegada de Wagner al país. Además, Argel ha habilitado su espacio aéreo a aeronaves rusas para realizar operaciones en Malí, mientras denegó este derecho a Francia. Múltiples fuentes no oficiales apuntan incluso a una financiación argelina de las actividades sahelianas de Wagner. 

El triángulo Bamako-Argel-Moscú existe desde las independencias, cuando el Malí de Modibo Keita y la Argelia de Ben Bella fueron aliados muy cercanos de la URSS. Aunque oficiales malienses se formaron en Argelia y Rusia, la complicidad rusoargelina excede lo militar. En 2006, durante su visita a Argel, Putin anunció una cancelación de la deuda argelina de casi 5.000 millones de dólares. Las importaciones de productos rusos en Argelia pasaron de 119,6 millones de dólares en 2000 a 4.801,8 millones en 2018. En términos militares, Argelia es el tercer cliente más importante de Moscú (14 % de sus exportaciones), después de India (25 %) y China (16 %).

Por tanto, la presencia de Wagner en -Malí conviene a Argel. Los argelinos pueden negar su implicación en el despliegue de los rusos y evitar represalias de los yihadistas. Además, debilita a Francia y hace prevalecer su propuesta de salida de la crisis en Bamako. Por si fuera poco, se venga del apoyo francés a Marruecos en el Sahara y podría convertir su victoria política en fuente de legitimidad interna, al exaltar el sentimiento antifrancés de su población y alimentar el orgullo nacional.  

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