Violencia sobre violencia en Camerún

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Pocas noticias llegan de Camerún. Se podría pensar que allí no sucede nada digno de comentar. Sin embargo, en varias zonas del país la vida de la población civil se torna cada día más difícil.


Los ciudadanos se encuentran atrapados entre la violencia de los grupos terroristas o separatistas y la del Ejército nacional. El número de personas desplazadas por causa de los conflictos se incrementa exponencialmente. Todo ello genera tensión incluso en las zonas que no se ven afectadas directamente por la violencia. «Esto va a explotar por algún lado. La gente está cansada de tanto sufrimiento y de la ineficacia del Gobierno para ofrecer alternativas y soluciones”, comenta André, trabajador social en Yaundé, la capital.

En las últimas semanas, hombres armados afiliados a Boko Haram han asaltado diversas ciudades y aldeas del Extremo Norte del país, región limítrofe con Nigeria. Especialmente en la zona de Mayo Tsanaga y Mayo Sava, y áreas cercanas al lago Chad. Esto supone un cambio de tendencia en la estrategia del grupo. Durante 2018, gracias en gran parte a la presencia de las Brigadas de Intervención Rápida (BIR), grupo de élite del Ejército camerunés, disminuyó considerablemente la actividad terrorista en el territorio. La mayoría de los islamistas habían huido, aunque varios grupúsculos de combatientes quedaron refugiados en las montañas desde donde atacaban, esporádicamente, algunas aldeas en busca, principalmente, de comida. Ahora la intensidad, destrucción y mortalidad de los ataques se ha intensificado considerablemente.

Desde 2013, año en el que se produjeron las primeras acciones de los terroristas en la zona, se han registrado más de 3.000 muertes y, al menos, 530.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y buscar refugio en otras partes del país, según los datos de diversas organizaciones de ayuda humanitaria.

Mientras, en las dos regiones anglófonas del oeste del país, el fin de semana del 7 y 8 de marzo, los grupos separatistas llevaron a cabo varios ataques y atentados que costaron la vida, al menos, a nueve personas: cinco miembros de las fuerzas de seguridad y cuatro civiles.

Uno de los atentados se produjo en la ciudad de Galim, ubicada en la región Occidental, en la parte francófona del país que limita con la región Noroeste, que sí es de habla inglesa. En ella, además, los separatistas atacaron la brigada de gendarmería y la comisaría de policía, de donde se llevaron armas y municiones.

El otro aconteció el domingo 8 de marzo por la mañana en Bamenda, capital de la región Noroeste, y tuvo lugar durante el desfile que conmemoraba el Día Internacional de la Mujer. Un artefacto explosivo fue detonado cerca de la tribuna presidencial. Se produjo un muerto y el pánico cundió entre los participantes en la celebración.

Desde 2016, las fuerzas de seguridad y los distintos grupos separatistas, que luchan por la independencia de Ambazonía, se enfrentan en las dos regiones camerunesas de habla inglesa. Distintas ONG internacionales han acusado a ambas partes de crímenes de guerra y abusos contra la población civil, además de continuas violaciones de derechos humanos. Solo el pasado 14 de febrero 23 civiles, entre los que se encontraban 15 niños y dos mujeres embarazadas, fueron asesinados en Ntumo, una aldea en el Noroeste, por soldados y una milicia aliada del Ejército, según Human Right Watch. El Ejército niega este dato y asegura que se trató de un ‘desafortunado accidente’. Sea lo que sea, el conflicto ya se ha cobrado más de 3.000 vidas y ha obligado a más de 700.000 personas a abandonar sus hogares en las dos regiones.

Tanto en el Extremo Norte como en las regiones anglófonas aumenta la tensión y la violación de los derechos humanos se ha instaurado. Ante la sensación de indefensión que experimentan la mayoría de los ciudadanos que habitan en estas zonas, cada vez son más los civiles que optan  por armarse para defenderse de las acciones terroristas, según las ONG internacionales.

La situación está cada vez más tensa. El Ejército y el Ejecutivo camerunés no son capaces de aportar una solución y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Por eso, la población civil desespera y se muestra cada vez más impaciente. No se sabe bien cómo evolucionará el panorama, pero todo apunta a que la escalada de violencia continuará su camino ascendente y esto puede ser el detonante de movilizaciones sociales de protesta en las principales ciudades del país.

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