«Vosotros tenéis la misma mirada con la que nos contemplaban vuestros ancestros»

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Albert Ibokwe Khoza, coreógrafo, actor y cantante sudafricano.

Se considera «un ofrecimiento» y como tal se entrega a un ritual en el que, en el caso de los europeos, sana la actuación de nuestros antepasados, los que se llevaron a millones de africanos para venderlos como esclavos. Tras su paso por Barcelona, el certamen «21distritos» del Ayuntamiento de Madrid ha colaborado con la asociación África Moment para que el sudafricano Albert Ibokwe Khoza actuara por primera vez en Madrid. Ajeno a lo que opine la gente de su trabajo, asegura que se limita a «poner un espejo» ante cada persona para que «al verte reflejado te preguntes por qué te gusta o no» lo que hace.

¿Cómo describiría su trabajo Influences of a Closet Chant?

Lo creé en mi último año de universidad, cuando nos pidieron hacer nuestro repertorio, el tipo de trabajo que nos gustaría ofrecer al mundo. Decidí interrogar mi historia como persona negra aprendiendo en una institución eurocéntrica como la Wits teniendo en cuenta lo que debe ser la danza: en el mundo europeo es danza, mientras que la danza en África es baile indígena. Y me pregunté: «¿Por qué la danza en África no es solo danza?» También entendí que la danza y la música de África han sido siempre una manera de conectar con nuestro Dios, con nuestros ancestros. No es solo un espectáculo, es también el trabajo que introduce a otras naciones a comprender que no es algo espectacular ni barato, que no es solo por placer, sino un sentimiento antiguo. Hay que poner a la gente en una posición en la que pueda sanar, que la danza llegue y conmueva.

¿Cómo se genera esa conexión?

No me esfuerzo por crearla, pero teniendo en cuenta el lugar del que provengo, como sudafricanos y personas negras, tenemos un alma que conecta, gravedad, que conectan profundamente con nuestros ancestros y dioses. Pero el tipo de personas que somos es todo lo que necesitamos ser. Y expandirlo, junto con el amor, la comprensión, la sanación, para que avancemos como personas.


Albert Ibokwe Khoza en un barrio de Madrid el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿En su función habla de usted mismo, de su experiencia?

Sí, experimento cosas, ser un chamán sangoma, o la conexión con mis ancestros, y yo soy únicamente el recipiente de todo ello. Hablo sobre lo que ha significado convertirme en bailarín y un coreógrafo en la universidad, de la sexualidad que se retransmite como si fuera algo enorme y tangible, sin que lo sea; y de identidad y marginación de la misma.

Conceptos importantes…

Por supuesto, si miráis en la historia de África, la historia de la colonización y cómo hemos llegado a este punto en el que una parte de la colonización nos lleva a odiarnos a nosotros mismos, otra desestabiliza nuestras casas, el significado de lo que es un hombre, una mujer, de ser negro… Intento recuperar todo lo que se ha intentado embaucar, cuando el mundo eurocéntrico llamó a África «el continente oscuro». Cuando miras en el diccionario, las palabras «negro» y «oscuro», esta última muy empleada últimamente, ves que se asocian normalmente a algo negativo. Intento romper con esto, darle la vuelta, hacer que los africanos sepan que son bellos, hijos de reyes y reinas, que provienen de la realeza. Y también para que el resto del mundo tenga la oportunidad de mirar de otra forma. Porque vosotros tenéis la misma mirada con la que nos contemplaban vuestros ancestros. Tengo que asegurarme de que entendáis quiénes somos.


«Influences of a closet chant» durante Africa Moment’20. Fotografía: CCCB.

¿Qué reacciones ha experimentado al representar Influences of a Closet Chant en Sudáfrica o en otros países africanos?

En Sudáfrica hay mucha mezcla, pero sigue habiendo personas eurocéntricas, occidentales, los holandeses que vinieron y nos colonizaron. No es cuestión de enfrascarse en el juego de las acusaciones, ni de decir que tus ancestros nos hicieron esto o lo otro, sino de ver que lo que hicieron te sigue desgarrando, que sigues alimentándote de ello, aprovechándote por descender de esas personas. Tu vida se ha convertido en algo bello y nosotros, como negros, debemos trabajar hacia eso, hasta llegar a nuestra muerte. En Sudáfrica mi trabajo se aceptó muy bien por la verdad que hay en él. Mariam Makeba siempre decía: «No canto sobre política sino con la verdad”. La verdad sin códigos edulcorados, que es lo que crea este mundo en el que aparezco como algo bastante controvertido, algo que no soy. Solo estoy expresando la verdad.

¿Por qué es importante hacer este ritual de sanación?

Porque vivimos en un mundo muy rápido, en el que pasan muchas cosas y que nos empuja hacia atrás, hacia la vieja mentalidad de la que venimos. Con lo que nos ha golpeado la COVID, hemos comprobado cómo a Occidente siguen sin gustarle los africanos. Por ejemplo, decían que cómo era posible que hubiera tan pocas muertes cuando empezó la pandemia. Y yo me preguntaba: «¿Queréis que muramos?». Eso muestra que aún no hemos sanado, que queda mucho por hacer. Debemos hacer este trabajo que sana para que la gente entienda que no soy diferente a ti.

Albert Ibokwe Khoza en un barrio de Madrid el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo
¿Por qué necesita plantear un cuestionamiento social a través de su cuerpo?

Mi cuerpo y mi apariencia son muy femeninos, aunque biológicamente sea un hombre, pero lo es porque mi cuerpo tiene de mis dos creadores. Soy hijo de un hombre y de una mujer. Hemos sido atravesados por el patriarcado durante años, con una perspectiva muy masculina. Hago política con mi cuerpo, y eso incluye mi feminidad y mi masculinidad. Además, soy grande para ser bailarín, para ser actor, y eso ya genera contradicciones en relación a lo que la gente está acostumbrada. Mi cuerpo es una declaración política para decir que no estoy desarmado para hacer las cosas que cualquiera pueda hacer. Al final, es solo un cuerpo, y si todos tuviésemos el mismo cuerpo sería muy aburrido. Se trata de intentar subrayar la belleza de nuestros cuerpos tal y como son: diferentes colores, razas, influidos por muchas cosas, de dónde venimos.

¿Ha podido desarrollar mejor su trabajo en Sudáfrica por ser uno de los países más abierto del continente?

Sigue habiendo muchos tabúes también en mi país, por eso hago lo que hago, para llevar a mi gente a un lugar donde entiendan quién soy como persona queer. También hay que comprender a mi gente. Mi país ha pasado por mucho y está en su propio proceso de sanación. Mi nombre es Ibokwe, que es un dios del sacrificio que se usa en ceremonias para hablar con los ancestros… Creo que me dieron ese nombre porque soy un sacrificio. No vivo mi vida para mí mismo, sino que lo hago para el beneficio de otras personas. Y si todo esto cambia mentalidades o sirve para reconstruir lo que se dice que es ser normal o un tabú, debo hacerlo.

Dice que no quiere cambiar la mentalidad de nadie sino aportar otras formas de pensar. ¿No es lo mismo?

No estoy colonizando a la gente con mi trabajo o mis ideas, sino que muestro que hay otra forma de mirar las cosas. Me autodenomino «divergente» porque a veces no sigo la forma normalizada de verlas, y quiero que la gente también lo perciba y lo interprete de forma diferente. Las instituciones influyentes como la universidad de la que provengo interpretan cosas con una visión eurocéntrica porque es la que enseñan. Pero una persona sin ese tipo de formación, con una metodología africana no académica, tiene otra forma de ver las cosas.

«Influences of a closet chant» durante Africa Moment’20. Fotografía: CCCB.
¿En qué está trabajando? ¿Puede compartir su próximo proyecto?

Estoy trabajando en algo que nos lleve al pasado, a la época en la que mi gente fue obligada a subirse a los barcos para convertirse en objeto de espectáculos circenses en Occidente. Estoy empezando a explorarlo, preguntándome muchas cosas ahora que soy un artista internacional reconocido que viaja. Hay una parte de mí que me dice que no soy diferente a los que fueron apresados.



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