¿Y los civiles?

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Tras ocho alto el fuego fallidos, el conflicto militar en Sudán se estanca y provoca una crisis humanitaria



En las negociaciones a varias bandas, auspiciadas por Arabia Saudí en Yeda –con la injerencia de Emiratos Árabes Unidos, que en los últimos años ha proporcionado armas tanto al Ejército sudanés (SAF, por sus siglas en inglés) como a las Fuerza de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés)–, y en Yibuti, a través del IGAD y lideradas por la Unión Africana, se está cometiendo el mismo error. Los representantes de los dos bandos militares enfrentados ofrecen plazos que se posponen ante una situación interna cada vez más grave, se muestran incapaces de aplicar un alto el fuego –el 18 de junio se inició uno de tres días–, de abrir corredores humanitarios y de establecer una hoja de ruta para implantar una solución política al conflicto. Mientras, los movimientos y plataformas civiles que provocaron la caída de Omar ­Hassan al Bashir en 2019 han sido excluidos del diálogo.

«Cerca de 1,9 millones de personas se han desplazado en el interior del país desde el 15 de abril, provocando un impacto devastador entre la población, con miles de personas muertas, heridas o violadas. El 67 % de los hospitales cercanos a las zonas de conflicto no funcionan», apuntó a mediados de junio Donatella Rovera, de Amnistía Internacional. 

Antes de que comenzara el conflicto, la ONU alertaba de que un tercio de la población (15,8 millones de personas) necesitaba ayuda humanitaria. Diez semanas después, 13,6 millones de niños ya requerían asistencia urgente. «El pueblo necesita urgentemente esta pausa humanitaria para que la gente acceda a alimentos, combustible, medicinas y otros suministros», explican desde diferentes agencias de la ONU, a la vez que denuncian el uso de «la violación como táctica de guerra». El 19 de junio, después de que la ONU señalara que se habían recibido solo el 16 % de los 2.570 millones de dólares necesarios para cubrir las necesidades en Sudán, una conferencia de donantes recaudó 1.500 millones de dólares para el país y la región del Cuerno de África.

El médico sudanés Ahmed Abd-elrahman, que trabaja desde hace más de 17 años con Médicos Sin Fronteras, aseguró que «sin personal adicional –el equipo quirúrgico de Jartum llevaba más de diez días seguidos sin parar de operar– y sin capacidad para trasladar los suministros esenciales, muchas actividades que salvan vidas tendrán que suspenderse».

Mientras, el conflicto sigue agravándose. A mediados de junio en Geneina (capital de Darfur Occidental), una ciudad que prácticamente ha sido arrasada, las RSF se jactaron en un vídeo que difundieron por las redes sociales del asesinato del gobernador Khamis Abakar después de que este concediera una entrevista a la televisión en la que acusaba a los paramilitares de «matar a miles de civiles, provocar un genocidio», y pidiera la intervención de la comunidad internacional. «Es una nueva escalada en esta guerra brutal en la que el Ejército sudanés tampoco sale de sus bases para acudir al rescate de su gente», señaló el enviado especial de Al Jazeera a la zona.





En la imagen superior, un grupo de sudaneses esperan en la ciudad de Wad Medani la llegada del camión del butano para cambiar sus bombonas vacías por otras llenas. Fotografía: Getty

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