Ébola, mentiras y mucha corrupción

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Las grandes crisis humanitarias son siempre una oportunidad para depravados y oportunistas de hacer dinero. Normalmente, el flujo de fondos y la urgencia con la que hay de desenvolverse para responder a las situaciones de emergencia crean el ambiente propicio para la corrupción, particular que desde hace tiempo denuncia Transparency Intenational (TI).

«La corrupción en el campo humanitario es una de las peores», afirma la organización. Esta corrupción puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte en muchos casos porque si los fondos destinados a ayudar a las personas que lo necesitan llegan a su destino se podrán salvar vidas, pero si se quedan por el camino muchas se pueden perder. Los que participan en este desvío de fondos y bienes roban a personas con pocos recursos, destruyen su dignidad y las llevan a la desesperación.

«La ayuda de emergencia bombea grandes cantidades de dinero y bienes a economías dañadas. El riesgo de corrupción es agudo», añade TI. «La ayuda a menudo fluye a través de canales nuevos, no supervisados. Se enfrenta al caos del conflicto o de los desastres naturales. Por eso, es difícil rastrear hacia dónde va esa ayuda. Alimentos, agua y suministros médicos pueden ser robados y vendidos en el mercado negro. Las empresas pueden sobornar a los funcionarios encargados de las compras para ganar contratos. Esto puede significar que los damnificados reciban viviendas por debajo del estándar o alimentos de baja calidad».

Es verdad que ante la emergencia, las agencias de ayuda humanitaria sienten la necesidad de actuar lo más rápidamente posible. En algunas ocasiones, esto las hace eludir las medidas estándares contra la corrupción. La consecuencia directa de todo esto es, en muchos casos, que dinero y bienes desaparecen y que los grupos locales más poderosos, normalmente, los más cercanos al poder y las redes corruptas existentes sobre el terreno, son los que se benefician, mientras aquellos que más necesitan la ayuda la pierden.

La epidemia de ébola que afectó mayoritariamente a Guinea, Liberia y Sierra Leona entre 2014 y 2016 no se libró de esta plaga y nos sirve de ejemplo para ver cómo la corrupción es una gangrena que se nutre también de las vidas y el dolor de aquellos que más necesitan ayuda en momentos difíciles.

En febrero de 2015, un informe de la auditora general de Sierra Leona denunció que entre mayo y octubre de 2014, los ministros del Gobierno habían perdido control de más de tres millones de dólares de los fondos de emergencia internos destinados a combatir esa enfermedad.

El escrito señalaba que no existía documentación que respaldara pagos por valor de 3.3 millones de dólares salidos de las cuentas gubernamentales para luchar contra el ébola, mientras que la justificación de otros 2.5 millones de dólares estaba incompleta. La principal consecuencia de esto fue una reducción en la calidad de los servicios de salud que, posiblemente, generó muchas de las casi 4.000 muertes por causa de la epidemia que soportó el país (11.000 en total en los tres países afectados).

Durante el periodo auditado, el Gobierno sierraleonés supuestamente gastó más de 19 millones de dólares para combatir el ébola. El dinero provenía de impuestos y donaciones de instituciones y particulares, la mayoría de dentro de Sierra Leona o de la diáspora nacional. Esta cifra no incluía los fondos destinados por las Naciones Unidas ni las ONG, según el informe.

La auditora general del país, Lara Taylor-Pearce, presentó el informe al Parlamento con la esperanza de que se actuara en consecuencia. El órgano legislativo abrió una comisión de investigación que publicó sus conclusiones en junio de 2015. No pareció sorprender a nadie que la cifra adelantada por la auditora general se quedase corta. En ese nuevo documento, la cantidad de dinero desaparecido por arte de los funcionarios corruptos se elevaba a 14 millones de dólares. En sus conclusiones, la comisión parlamentaria pedía al Ejecutivo que pusiera todos los medios a su alcance para recuperar el dinero desviado.

Ahí quedó todo. Nadie movió un dedo. Un año después del primer informe, la auditora general presentaba un nuevo documento en el que dejaba claro que nada de aquel dinero se había recuperado. Tampoco parecía que el Gobierno se hubiera esforzado para ello.

Otra de las controversias que rodearon este asunto fue la decisión del presidente sierraleonés, Ernest Bai Koroma, de impedir que la policía, la Comisión anticorrupción (ACC) o el poder judicial investigaran el hecho amparado en que el Parlamento ya había dictaminado sobre él. Esta fue una medida muy criticada por los grupos de la sociedad civil que le acusaron de proteger así a los funcionarios corruptos. Muchos de los ciudadanos fueron más lejos y tildaron al presidente de cómplice del saqueo de los fondos públicos. Ahora, una vez superada la crisis del ébola se ha impuesto una especie de pacto de silencio sobre el total de dinero destinado a la lucha contra el ébola que ha desaparecido, que se especula supera con creces la cifra adelantada por el Parlamento.

Donantes internacionales y ONG rápidamente hicieron declaraciones en las que afirmaban que el dinero desaparecido pertenecía a los fondos estatales de lucha contra la enfermedad y que ellos no tenían nada que ver con el asunto. Además, aseguraban, mantenían estrictos controles internos para auditar el uso de los fondos que manejaban.

Uno de los organismos internacionales que más se involucró desde un primer momento en la lucha contra el ébola fue la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR). A medida que el ébola se extendía por Guinea, Liberia y Sierra Leona, la Federación de la Cruz Roja en Ginebra empezó a distribuir donaciones en efectivo a las sociedades nacionales de la Cruz Roja en cada uno de estos países. El montante total de esta ayuda asciende a aproximadamente unos 100 millones de dólares. Gracias a ellos se pudieron implementar programas de prevención, cura y apoyo a las víctimas de la epidemia.

En un primer momento, las agencias internacionales y las ONG tuvieron muchos problemas para conseguir fondos con los que responder a esta crisis. Fue solo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio la voz de alarma en agosto de 2014 cuando miles de millones de dólares empezaron a llegar a los tres países.

Algo de lo que comentábamos al inicio de este artículo tuvo que pasarle a la FICR en algún momento. Debido a la urgencia y alcance de la crisis que supuso la epidemia de ébola, los controles existentes fallaron y grandes cantidades de dinero que tenían que haber llegado a los más necesitados se quedaron en los bolsillos de algunos trabajadores corruptos. A principios de este mes, la organización ha tenido la valentía de reconocer en un comunicado que se perdieron al menos seis millones de dólares debido al fraude y la corrupción durante la emergencia del ébola.

Una posible colusión entre trabajadores de la FICR y empleados de algunos bancos habría resultado en la perdida de unos 2.1 millones de dólares en Sierra Leona. Facturación excesiva y falsa por parte de un proveedor de servicios de despachos de aduanas en Guinea dio lugar a la desaparición de 1.7 millones de dólares. En este país, dos investigaciones adicionales sobre nuevas denuncias de fraude están actualmente en curso. Estos casos surgen tras las investigaciones llevadas a cabo en Liberia que descubrieron pruebas de fraude relacionadas con precios inflados de artículos de socorro, nóminas y pago de incentivos voluntarios, lo que llevó a una pérdida de algo más de 2.7 millones de dólares. También en Sierra Leona se investigó, en 2016, el incumplimiento de adquisiciones.

La FICR se compromete, en el mismo comunicado, «a hacer rendir cuentas a todos los involucrados en cualquier forma de fraude y reclamar todos los fondos malversados, desviados o tomados ilegalmente». Por eso, a diferencia de la actitud tomada por el gobierno sierraleonés, en ese país y Liberia trabaja con las Comisiones anticorrupción y en Guinea, donde no existe ese organismo, con las autoridades del país para llegar hasta el final del asunto.

En Liberia, los sobrevivientes del Ébola y grupos de derechos humanos han afirmado que la disculpa de la FICR no es suficiente y piden a las autoridades nacionales que persigan a todos los implicados. Manifiestan, al igual que activistas de Sierra Leona y Guinea, que la mala imagen que esta situación ofrece puede repercutir en una mayor fatiga de los donantes que ya están cansados de dar fondos que no llegan a sus destinatarios.

 

Imagen de portada de USAID U.S. Agency for International Development

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