El District Six Museum de Ciudad del Cabo (Sudáfrica): El museo de un barrio que no existe

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Un cuarto de siglo es poco o mucho tiempo, depende de la perspectiva con la que se mire un acontecimiento. Por eso el fin del apartheid es algo todavía demasiado cercano para muchos. No en vano, hay muchas huellas muy tiernas de aquello. El consumo cultural y, en especial, la visita a los museos, forma parte de ese pasado en el que se asociaba por ley la cultura a la comunidad blanca. Por eso la mayoría de los museos del país están casi vacíos. Algunos, como el Distric Six Museum rompen esa dinámica.

 

Texto y fotos: Eva Filgueira Guimerá

 

Aterrizo en Ciudad del Cabo una noche de invierno austral. Lo primero que me llama la atención en el camino del aeropuerto a la ciudad son los kilómetros de suburbios que bordean la autopista y la ausencia de puentes que conecten un lado y otro de la carretera. Casas y casas apelotonadas, en condiciones lamentables, se asoman a la autopista por la que transcurren vehículos en una u otra dirección a toda velocidad. A estas poblaciones allí, como en otros países de Africa, se las llama townships. Durante mi estancia en Sudáfrica tardaría poco en entender cómo estos lugares son directos legados del apartheid, en ocasiones mucho más extensos que las ciudades en cuyas periferias se asientan.

 

Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

Fotografía: Eva Filgueira

 

Una vez en el centro, me encuentro con esa Ciudad del Cabo que sale en las guías turísticas, repletas de actividades de aventura, desde acercamientos submarinos al tiburón blanco hasta rutas de senderismo por la emblemática Table Mountain, un paraíso turístico, lujoso y blanco. Muy blanco.

En el país austral persisten todavía grandes desigualdades entre los distintos grupos sociales. Mientras existen grandes fortunas concentradas en los principales centros de negocio, en su mayoría pertenecientes a población de ascendencia europea, aproximadamente una cuarta parte de la población sudafricana se encuentra desempleada y vive con menos de 1,25 dólares al día. Muchos jóvenes negros afirman sin reparos cómo la inercia del régimen racial se ha mantenido intacta en estos escasos 25 años de libertad.

Antes de llegar a Ciudad del Cabo, había asistido a un congreso sobre cultura en Johannesburgo. La gran pregunta en torno a la que giraba el encuentro era cómo atraer audiencia a los museos.

 

Amanda Sanger, responsable del área educativa del museo, charla con Sheila Tyeku, directora de Play Africa/Children´s Museum /Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

Amanda Sanger, responsable del área educativa del museo, charla con Sheila Tyeku, directora de Play Africa/Children´s Museum /Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

 

La premisa de la que se partía es que inevitablemente las instituciones culturales, y más concretamente el museo, es percibido en Sudáfrica como una práctica postcolonial primero, y muy ligada al apartheid, después. Si pensamos que el 79,5 por ciento de la población sudafricana es de ascendencia negra, entendemos que una inmensa mayoría tenía prohibida la entrada a los museos hasta hace poco menos de 30 años. Tiene sentido entonces esta visión de la institución cultural como algo ajeno. La gente no lo percibe como propio. De esta manera, la cultura y la historia quedan ajenas a buena parte de la sociedad.

En efecto, una de las primeras cosas que me llamó la atención en aquellos intensos días de encuentros era la poca gente que acudía a los museos. Al menos, a los museos entendidos como lugares a los que un eventual visitante va, consume cultura y se va. Con el tiempo descubriría que también existe una gran cantidad de proyectos culturales y prácticas educativas que trabajan dentro de las comunidades donde nacen, conectando al momento con la población.

Por eso fui a Ciudad del Cabo. Me habían hablado de un pequeño museo en el corazón de la ciudad, un pequeño edificio similar a una casa de muñecas repleta de historias, fotografías y testimonios de gente que habitó un barrio que fue demolido en aras de la superioridad blanca que proclamaba el apartheid.

 

Interior del District Six Museum /Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

Interior del District Six Museum /Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

 

Más de 60.000 personas fueron expulsadas a zonas periféricas desabastecidas de servicios mínimos y las casas fueron destruidas por las excavadoras. Hoy no queda nada de ese lugar. Este barrio era el Distrito Seis. El museo, que lleva su nombre –District Six Museum–, rescata la memoria a través de la acción. No se limita a exponer piezas y recuerdos, sino que desarrolla planes educativos que ahondan en la propuesta de revertir los legados y los discursos del apartheid. Este museo es entendido como un proyecto político y ocupa un lugar particular en el imaginario social de las comunidades expulsadas del Distrito Seis, en 1966, bajo la Ley de Áreas de Grupo. Esta legislación, así como las leyes del régimen racial, produjeron una geografía de la segregación que todavía se mantiene físicamente en su lugar por las infraestructuras que aún no han sido remodeladas, conectadas o abiertas, para dar paso a una sociedad que se asiente realmente en la igualdad.

Amanda Sanger, responsable del área educativa del District Six Museum, me explica que en Ciudad del Cabo esta geografía se mantiene en gran parte debido a los ferrocarriles y carreteras que atraviesan las comunidades en lugar de conectarlas entre sí. Al oír esto, me vienen a la mente las mismas zonas a los pies de la autopista que había visto recién llegada a la ciudad el día anterior.

El diseño urbano no incluye espacios para la educación, el arte, la cultura o la recreación en las townships donde poblaciones enteras fueron realojadas. Los restos de estas obstrucciones a la movilidad y puntos de acceso a la ciudad permanecen en todo el país, y para Sanger esto complica el desarrollo de la cultura en todos los grupos sociales.

De todos los museos y centros de arte que visité en Johannesburgo, Soweto, Pretoria y Ciudad del Cabo, el District Six Museum fue el único que vi abarrotado de gente, lleno de vida, de ancianos contando su experiencia y jóvenes escuchándoles, reescribiendo, dibujando o narrando su historia. La misma que a sus abuelos o padres no dejaron contar.

 

Retrato expuesto en el District Six Museum / Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

Retrato expuesto en el District Six Museum / Fotografía: Eva Filgueira Guimerá

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