Publicado por Chema Caballero en |
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La 30º cumbre de la Unión Africana (UA) tuvo lugar en su sede central de Adís Abeba, capital de Etiopía, del 22 al 29 de enero, bajo el lema ‘Hacia una África pacífica, próspera e integrada’. Los dos últimos días acogieron la Asamblea general de los jefes de Estado y gobierno de la organización. En principio, se trataba de una reunión ordinaria más. Sin embargo, marca el inicio de un año que puede ser crucial para toda África en muchos aspectos, al mismo tiempo que da el pistoletazo de salida a la muy esperada reforma institucional y financiera del organismo. De igual modo, 2018 será un periodo crucial de evaluación de la capacidad de la UA para prevenir y resolver conflictos, un tema que aparece en el centro de todas las agendas por la importancia capital que representa para que el continente pueda dar un salto cualitativo en su afirmación y autogestión.
No hay que olvidar que la amenaza islamista se ha acentuado en varias partes del continente. Otros conflictos, como el de la República Centroafricana, Sudán del Sur, el este de la República Democrática de Congo y la región de Kasai o Somalia se han intensificado en los últimos meses. Otros parecen estar encallados como el del norte de Malí. También hay que seguir de cerca las tensiones regionales en el Cuerno de África entre Sudán, Egipto, Eritrea y Etiopía. O los acontecimientos en Libia, de la que la propia UA ha dicho que se «está convirtiendo en un santuario para criminales y redes terroristas». Además, este año varios países celebran elecciones, algunas de las cuales pueden dar lugar a campañas electorales y reacciones violentas.
Desde que en marzo de 2017 asumió su cargo como presidente de la Comisión de la UA, el chadiano Moussa Faki Mahamat ha concentrado gran parte de sus esfuerzos en el área de la paz y la seguridad, rompiendo así la estrategia de su predecesora, la sudafricana Nkosazana Dlamini Zuma que se centró más en reorientar la organización hacia el desarrollo a largo plazo. Como prueba de esa nueva política está el hecho de que el primer viaje oficial de Faki fue a Somalia, donde una fuerza de la UA lucha contra Al-Shabab. El segundo fue a Sudán del Sur, para más tarde visitar la República Democrática de Congo, y los estados miembros del llamado G5 Sahel (Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger). Esto muestra donde están los focos más conflictivos del continente.
En esta última cumbre Paul Kagame, presidente de Ruanda, ha asumido la presidencia de la Asamblea de la UA, cargo que ejercerá durante todo este año. Este es el organismo donde se discuten y asumen las principales decisiones de la organización. Por eso, sobre Kagame cae la responsabilidad de motivar e impulsar los cambios que la organización quiere acometer. Queda por ver si las dos altas personalidades de la institución, Kagame y Faki, son capaces de sincronizar sus agendas para que el esfuerzo dedicado a la reforma del organismo no sepulte los de la búsqueda de la paz y viceversa.
Otro frente que tiene abierto la UA es el de fortalecer las relaciones con sus dos principales socios: Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE). En abril, se firmó el Marco conjunto ONU-UA para una Cooperación Mejorada en Paz y Seguridad, con la intención de mejorar la colaboración entre las dos organizaciones. También, gracias a las dotes diplomáticas de Faki se han recompuesto las relaciones UA-UE que estaban casi rotas debido a la disputa sobre los pagos a las tropas de la misión de la UA en Somalia (AMINSOM). Las negociaciones previas a la cumbre UA-UE celebrada en Abiyán el 29 y 30 de noviembre de 2017, tuvieron como fruto un acuerdo de cooperación, similar al firmado con la ONU, que probablemente empiece a implementarse a lo largo de este año. En esa reunión también se formó un comité conjunto UA-UE-ONU sobre migración como respuesta al malestar que recorrió África al conocerse las subastas de seres humanos celebradas en Libia.
Pero el objetivo clave de la UA para este año es el proceso de renovación de la UA, que llevado a su máxima potencia puede suponer un cambio radical de la institución, casi una nueva refundación, similar a la que sucedió en 2002 cuando esta suplantó a la antigua Organización para la Unidad Africana (OUA). Las reformas aprobadas fueron ideadas por un comité establecido en julio de 2016, compuesto principalmente por exjefes del Banco Africano de Desarrollo (BAD) y Carlos Lopes, ex secretario general de la Comisión Económica de las Naciones Unidas. Las propuestas que tendrá que ser implementadas por Kagame se centran en tres puntos:
Conseguir estos objetivos pasa, sobre todo, por lograr la autosuficiencia financiera de la UA. En la actualidad, el 86% del presupuesto anual de la institución está financiado por países y organismos extranjeros. La UE es el principal donante. Los últimos datos publicados hablan de una aportación europea de 330 millones de euros en 2015, cifra que se habría incrementado en los últimos años. Ese mismo año, los estados africanos se comprometieron a financiar el 75% de los programas de la UA en el año 2020, más el 25% de sus operaciones de paz y seguridad y todo su presupuesto de operaciones. Entre otras medidas, Kagame se enfrenta al reto de poner en marcha un impuesto del 0,2% sobre ciertos bienes importados al continente, no sometidos a las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Esta iniciativa fue propuesta por Donald Kaberuka, Alto representante de la UA para el Fondo de Paz, en la 27ª cumbre de la UA celebrada en Kigali. Esta medida espera recaudar 1.2 mil millones de dólares anuales para la UA, lo que cubriría gran parte del presupuesto de la organización. Con anterioridad, la Asamblea había aprobado otras propuestas para conseguir fondos, entre ellas cabe destacar un impuesto a la hospitalidad (dos euros por estancia en un hotel); o un impuesto de 10 dólares sobre los billetes de vuelos procedentes de o con destino en África. De implementarse, se estima que estas dos opciones generarían 728 millones de dólares anuales para la UA. Además, se propuso una tasa de 0,005 dólares por SMS, que recaudaría 1.600 millones adicionales. La propuesta comtemplaba poner en marcha estas medidas alternativas de financiación en 2017. Pero, hasta el momento no se ha hecho nada en esta dirección. Por eso, durante el presente año, los altos responsables de la UA tienen que decidir qué hacer al respecto o buscar nuevas vías de financiación ya que la petición a los estados miembros de aumentar sus contribuciones no parece haber sido escuchada por la inmensa mayoría de ellos.
Pero, además de las reformas pendientes y el sector de la paz y la seguridad, la UA no puede dejar de lado su compromiso con el desarrollo. Sector que se materializa en la Agenda 2063 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La financiación para el desarrollo basada en estas dos herramientas depende de la capacidad del organismo de movilizar recursos financieros dentro del continente. Solo para implementar los ODS, se calcula que África necesita unos 614 mil millones de dólares al año.
Finalmente, y no por ello menos importante, está la realidad de la migración que se vive en África. No tanto porque en los últimos meses haya crecido la indignación sobre el tema al conocerse lo que sucede en Libia, sino porque la UA necesita implementar políticas que frenen el éxodo de sus jóvenes ofreciéndoles oportunidades laborales en sus países, entre otras cosas. Es, por tanto, un tema muy ligado a la agenda de desarrollo, pero que abarca muchos más ámbitos.
De las decisiones que tomen tanto Paul Kagame como Moussa Faki Mahamat y de la capacidad que tengan de sincronizar agendas, motivar a los estados miembros y buscar alianzas estratégicas con países e instituciones externas al continente dependerá de que 2018 de verdad sea el año en que la Unión Africana empiece su camino hacia la independencia en todos los aspectos y lograr ser una voz de peso en la escena internacional.
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