Publicado por Chema Caballero en |
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Hasta hace poco se estimaba que entre 300 y 350 millones de personas pertenecían a la clase media en África. Muchos economistas afirman que este sector de la población juega un papel clave en los numerosos cambios que está viviendo el continente y que se ha visto favorecido por el crecimiento económico que muchos países africanos vienen experimentando en los últimos años, lo cual ha permitido que muchos ciudadanos tenga mayor poder adquisitivo, fomentándose así el consumo y el ocio. Sin embargo, recientes acontecimientos ponen en cuestión estas afirmaciones y hacen que nos replanteemos las cifras y el poder de este segmento de la población.
Es famoso el informe que el Banco Africano de Desarrollo (BAD) publicó en 2011 donde elogiaba esta nueva realidad y establecía que esta clase está formada por personas que pueden gastar entre 2 y 20 dólares al día. Además, afirmaba que unos 3 millones de personas ingresarían cada año en este sector de la población, augurando así un crecimiento de la misma y un, consecuente, descenso de la pobreza.
Sin embargo, el anuncio hecho en junio por Nestlé, el gigante mundial de la alimentación y la bebida, de que se disponía a despedir a un 15 por ciento de sus trabajadores en 21 países de África, entre ellos Kenia, República Democrática de Congo o Angola, y que, además, reducirá a la mitad su línea de productos y se centrará solo en los básicos, hizo saltar todas las alarmas. Esto sucede, según la compañía, porque a pesar de haber invertido más de mil millones de dólares en el continente durante la última década y construido varias factorías nuevas animada, siempre, por los augurios del crecimiento y el fuerte poder adquisitivo de la clase media africana, a la multinacional le cuesta conseguir beneficios.
En una entrevista publicada en el Financial Times, el director ejecutivo de Nestlé para África ecuatorial, Cornel Krmmenacher, admitió que la empresa había concluido erróneamente que África se convertiría en “la próxima Asia”, mientras que la realidad es que la clase media africana es “extremadamente pequeña” y “en realidad no está creciendo”. Días más tarde, el vicepresidente ejecutivo de Nestlé para Asia, Oceanía y África, Wan Ling Martello, matizó estas palabras a través de una carta dirigida al mismo periódico donde afirmaba que los recortes de personal representan solo el 1 por ciento de la fuerza laboral que tienen en África subsahariana y reiteró “el compromiso a largo plazo de la compañía y su confianza en el futuro de África subsahariana”.
Nestlé no es la única multinacional que atraída en un principio por las promesas de crecimiento de la clase media africana y su cada vez más fuerte poder adquisitivo, ha chocado con una realidad muy diferente. Otras grandes empresas como Coca-Cola, Cadbury o Eveready se han visto obligadas a aplicar planes de reorganización corporativa, cancelar puestos de trabajo y cerrar algunas de sus fábricas.
Aquí deberíamos preguntarnos cómo es posible que el panorama africano y sus perspectivas hayan cambiado tanto en solo unos pocos años.
Hay que volver los ojos a aquel informe del BAD en el cual se afirmaba que el 34 por ciento de la población africana, esto es, uno de cada tres habitantes del continente, pertenecía a la clase media. Como decíamos antes, el estudio establecía los márgenes de este segmento de población entre 2 y 20 dólares de gasto diario, declarando así una clara ruptura con la definición tradicional de clase media que requería una renta anual superior a los 3.900 dólares.
Sin embargo, este documento también presentaba una serie de matices que, en su mayoría, fueron pasados por alto no sabemos si intencionadamente. El BAD dividía la clase media africana en tres subcategorías: el 60 por ciento de de ella caía en la primera de estas, la de los individuos que pueden gastar entre 2 y 4 dólares diarios. A este grupo lo llamó “clase flotante” por estar compuesta por personas que fácilmente podían caer por debajo de la línea de los 2 dólares diarios debido al incremento del coste de la vida, gastos inesperados, desastres fortuitos…
Otro 25 por ciento integraría la segunda categoría: la clase media baja que vive justo por encima del nivel de subsistencia, gastando entre 4 y 10 dólares diarios. Estos individuos consumen y ahorran para conseguir una selección de productos baratos no esenciales. Finalmente, solo el 14 por ciento califica para la tercera categoría: la clase media alta con un nivel de consumo entre los 10 y 20 dólares diarios.
El no haber tenido en cuenta esta información y fijarnos en que la gran mayoría vive en el límite que separa los bajos ingresos de los que apenas califican como clase media, ese 60 por ciento, puede ser una de las causas de la situación en la que nos encontramos en la actualidad.
En agosto de 2014, Standard Bank publicó un informe que, a pesar de afirmar que la clase media africana seguiría creciendo, no gustó mucho a la mayoría de los economistas africanos. Se trata de un estudio de la clase media de los 11 países de África subsahariana que suman más de la mitad del PIB de la región, excluyendo Sudáfrica. Usando su propia definición de clase media, el banco concluyó que la suma de este sector de la población en todos estos países combinados está compuesta por solo 15 millones de personas.
Según este estudio la clase media nigeriana solo representa el 11 por ciento de la población, el 21 en Angola, el 14 en Sudán o el 10 en Zambia. Además, el estudio encontró que el 86 por ciento de los hogares analizados son de bajos ingresos.
El informe, curiosamente, identifica a África del este a la zaga del resto del continente, a pesar de la percepción de una abultada clase media que países como Kenia puedan dar. La proporción de hogares con bajos ingresos en las principales naciones de África oriental es sorprendentemente alta: 99 por ciento en Etiopía, 97 por ciento en Tanzania y 92 por ciento en Kenia.
¿Por qué las estimaciones sobre el tamaño de la clase media africana de Standard Bank son más modestas que las del Banco Africano de Desarrollo? Sencillamente, porque el criterio que utiliza es el de medir los niveles de calidad de vida. Una escala que toma en cuenta factores como la propiedad de artículos básicos para el hogar como neveras y televisiones, y otros bienes como coches. Así se aleja de esa barrera de los 2 dólares diarios que era fácilmente traspasable por miles de personas al primer contratiempo.
Todos estos datos y acontecimientos nos obligan a repensar la fuerza de la clase media africana y el papel que esta juega en los cambios que vive el continente.
También, podríamos concluir, que el error de cálculo de estas grandes compañías ha sido centrarse en producir para la indefinida clase media olvidando que la mayoría de la población africana se mueve en el segmento de bajos ingresos.
Se han obsesionado con elaborar productos de gama alta destinados a ese segmento de la población en vez de centrarse en la inmensa mayoría de los africanos que viven al día y que compran lo que van a consumir en el instante.
La manipulación de los datos nos hace preguntarnos cuál era el verdadero interés de las instituciones al proclamar a los cuatro vientos el auge de esa clase media que ahora descubrimos que ni incluye a tantas personas ni tiene perspectivas de crecer a ritmos tan fuertes.
Chema Caballero (Castuera, Badajoz, 1961) es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, Bachiller en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Máster en Ciencias Sociales por la Long Island University de Nueva York. Llegó a Sierra Leona en 1992 donde trabajó como misionero javeriano hasta 2009. Es autor de numerosos artículos y varios libros, el último de ellos se titula “Los hombres leopardo se están extinguiendo”.
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