Arte integrado

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B7L9 Art Station, un espacio para ciudadanos de todas las procedencias


Una fachada pintada con las rayas negras y blancas, como si representase a una cebra gigante, es la atractiva invitación para que los vecinos del barrio tunecino de Bahr Lazreg accedan a la cultura de forma gratuita. La única «estación de arte» creada en un suburbio desfavorecido de la capital trata a sus visitantes como si estuvieran en cualquier capital occidental.



Farouk S’habou, violonchelista, fundador de una academia de música y, desde febrero de 2023, director de proyectos de B7L9 Art Station, está pletórico. Recibe a MUNDO NEGRO en una gran sala que la noche anterior había acogido un concierto acústico que disfrutó un público muy variado, entre jóvenes tunecinos desinhibidos, familias tradicionales y vecinos de origen subsahariano. «Es el primer centro de arte privado en un barrio desfavorecido con una programación cultural de calidad y gratuito. Esta experiencia debería convertirse en un modelo a reproducir», explica S’habou, al mando de un equipo de ocho personas entre miembros del propio centro y el impulsor de la Fundación Kamel Lazaar para el Arte y la Cultura (creada en 2005), que cuenta con una colección de arte contemporáneo de más de 1.200 piezas de artistas como Mounir -Fatmi, Abdelaziz Gorgi, Nabil -Youssef, -Mona Hatoum o Kader Attia.

«B7L9 Art Station es una estación de arte permanente, la única que tiene la Fundación Kamel Lazaar en un barrio desfavorecido, cuya particularidad también radica en que se trata de una antigua zona rural en la que, a raíz de las nuevas construcciones, emergió una población local alejada de la vida de la capital. Es la periferia y cuenta con la concentración de población migrante más elevada de Túnez capital. Hemos creado un espacio abierto a la población para democratizar el arte contemporáneo», añade S’habou al referirse a exposiciones de profesionales consagrados y de otros que están empezando que durante los últimos meses han ocupado las salas del edificio. 

Nuestra visita coincide con una reestructuración general de los espacios. Una de las plantas estuvo dedicada desde la apertura del centro, en 2019, a una residencia de artistas en la que se les facilitaba alojamiento y un espacio de creación en el que podían desarrollar su trabajo. Ahora se transformará en un espacio que acogerá a más creadores para favorecer el intercambio de ideas. «Queremos que haya una mayor difusión, potenciar la coproducción de los artistas a los que recibimos, que suelen concentrarse en el arte visual, la música, el teatro o la danza. Acogemos muchos tipos de proyectos», argumenta.


El director de proyectos de B7L9, Farouk S’habou, posa para MN después de la entrevista. Fotografía: Carla Fibla García-Sala. En la imagen superior, varios visitantes contemplan la exposición «The Good Seven Years», del artista tunecino Rafram Chaddad. Fotografía: B7L9 Art Station



Democratizar el arte 

Otro de los objetivos que los mediadores promueven es la «cohesión social», a través de la cual los artistas se encuentran con un público que no está acostumbrado a consumir arte contemporáneo. «Dos personas del equipo se encargan de introducir lo que se expone, responder a preguntas e incitar a que los que nos visitan se atrevan a observar las obras desde otros ángulos», comenta S’habou. El director de proyectos de B7L9 –transcripción fonética del barrio de Bahr Lazreg– se detiene en la descripción de este entorno en transformación que, a pesar de estar pegado a La Marsa, una zona junto al Mediterráneo con un nivel adquisitivo alto, acoge a familias muy desfavorecidas que comparten espacio desde hace unos años con un número cada vez mayor de migrantes subsaharianos. Estos nuevos vecinos han sufrido en los últimos meses una persecución racista orquestada por el régimen tunecino, con el presidente Kaïs Saied a la cabeza (ver MN 694, pp. 26-31).

«Nuestra apuesta es traer a artistas de mucha calidad a esta zona para la gente del barrio, la comunidad, porque un gran porcentaje de ellos no osa entrar en una sala de espectáculos o de exposiciones para disfrutar de una actividad cultural. Lo primero es implantar el centro de arte en el barrio porque vemos que las familias tienen curiosidad cuando pasan por delante o que los niños juegan frente a la puerta, pero no se atreven a pasar para conocer qué hay dentro. -Todas las actividades se ofrecen de forma gratuita y, además, es un espacio abierto a cualquier propuesta… Hemos potenciado el intercambio con las asociaciones locales para plantear talleres de integración, formación para los niños… Queremos que venga cuanta más gente mejor, que descubran el espacio y sepan a qué nos dedicamos. La cultura es algo bueno, la práctica artística aporta y nuestro principal objetivo es terminar con esa barrera que hay entre la cultura y los ciudadanos», continúa S’habou, que intenta luchar contra esa idea de que el acceso a la cultura es solo para los que tienen una formación previa o que debe de quedar en un segundo plano, por detrás de otras necesidades básicas.

El director de proyectos tiene por delante un trabajo muy interesante a partir de las experiencias que ya se han desarrollado en B7L9. Repite sin cesar que los proyectos deben «implicar más a la comunidad» y que lo más complejo es que esa oferta, que abarca disciplinas como la música, el arte visual, la danza, el teatro o el espectáculo, sea lo suficientemente plural para que atraiga a gente con expectativas diferentes. 



Formas de hacer comunidad

Una experiencia muy interesante que pudimos presenciar fue la organización durante el mes de Ramadán de los iftar o comidas con las que se rompe el ayudo diario, que organizaron para grupos de 100 personas. La mitad de los participantes eran tunecinos del barrio a los que localizaron a través del Ayuntamiento –«familias vulnerables o con un limitado acceso a la cultura en general», apunta S’habou–, y la otra mitad, migrantes que viven en el barrio y en otros puntos de la ciudad propuestos por la Organización Internacional para las Migraciones. «Organizamos los –iftar solidarios los jueves y viernes de cada semana, aprovechando el ritmo del tiempo del mes sagrado y las costumbres culinarias. La idea es ofrecer una cena para la comunidad local, para que después recorran el centro, disfruten de la terraza y, si les apetece, participen en nuestras actividades. Creemos en la cohesión social entre los habitantes de un mismo espacio», continúa. En una de las cenas, una decena de niños no paraban de correr, por lo que decidieron juntarlos en la sala de exposición para hablarles del artista cuya obra los rodeaba. El interés y las muchas preguntas de los chavales los convencieron de que hay un interés al que conviene dar -respuesta. 

A pesar de que algunas de las consultas que reciben de los padres del barrio están más centradas en si hay clases de refuerzo para ayudar a sus hijos en la escuela, en el B7L9 se plantean ayudarles siempre que ese contacto se pueda combinar con la oferta cultural. Sin bajar el listón de la calidad artística, la idea pasa por crear un programa de actividades alrededor de cada exposición para acercar a un público no instruido en muestras internacionales o locales. 

Muy activa en redes sociales, sobre todo en Facebook –la preferida de los tunecinos–, B7L9 Art Station acaba de cerrar la exposición «The Good Seven Years», de Rafram Chaddad, en la que ha explorado la herencia familiar en relación al pasado, el presente, la memoria y la identidad. Un trabajo que ha sorprendido a los vecinos de Bahr Lazreg y ha acercado la obra del polifacético artista tunecino a aficionados y seguidores. A a finales de noviembre concluyó el plazo para recibir las propuestas de arte visual de artistas de África y del sudeste asiático para una exposición que se instalará en la avenida Habib Bourguiba de la capital, en la edición de 2024 del Festival Joau Tunis, en la que colabora la Fundación Kamel Lazaar y sobre la que ya se está haciendo eco la B7L9 Art Station.  

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