Por Javier Fariñas
Pongámonos a imaginar. Mejor, primero contemos. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Y así, sin malgastar más líneas ni palabras, podemos llegar casi a 20 televisiones. Después de los números primarios, obtengamos el común denominador de todas ellas (de las televisiones, no de las cifras): están cubiertas de polvo, de olvido. Desbordan de pantallas fundidas en negro. ¿Todas? No, casi todas, porque hay alguna que está tapada con un trapo de color verde estampado que la previene del daño colateral de la suciedad. Están todas apagadas. ¿Todas?