Benín contra Benín

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Benín está inquieto. Grupos de la sociedad civil y militantes de movimientos políticos se manifiestan en varias ciudades y cortan carreteras desde hace semanas. Acusan al presidente Patrice Talon de deslizarse hacia el totalitarismo tras la exclusión de los partidos de la oposición de las elecciones legislativas que deben celebrarse el próximo 28 de abril.

El pasado 11 de marzo, tuvo lugar la última de las grandes movilizaciones y una de las mayores celebradas hasta el momento. Unas 20.000 personas acudieron, en Cotonú, al llamado de Forces Cauris pour un Bénin Émergent (FCBE) del expresidente Thomas Boni Yayi y de L’Union Sociale Libérale (USL) liderada por el empresario Sébastien Ajavon. Con anterioridad a esta fecha, casi todas las semanas se han producido manifestaciones, algunas de las cuales han incluido cortes de carreteras, en distintas partes del país. En todas ellas se protesta por la que se considera una exclusión deliberada de las próximas elecciones de aquellos partidos que contestan las políticas de Talon. La oposición ha prometido continuar con sus reivindicaciones en las próximas semanas.

El 5 de marzo, la Comisión Electoral Nacional (CENA) publicó la lista de los partidos que «reúnen todas las condiciones», según el nuevo código electoral -adoptado el año pasado- para contender en los próximos comicios. Solo los dos partidos que apoyan al presidente recibieron la aprobación: L’Union progressiste (UP) y el Bloc Républicain (BR). Todos los de la oposición fueron excluidos.

Con anterioridad, en repetidas ocasiones ya se había acusado a Talon de poner en riesgo la democracia en Benín desde que llegó al poder en 2016. Era la primera vez que un empresario asumía la jefatura del Estado, lo que suscitó mucha curiosidad. Se presentó como el renovador de la política frente a los políticos tradicionales. Pero, desde un principio, se le acusó de conflictos de intereses ya que forjó su fortuna en la industria algodonera donde posee grandes activos. De hecho, muchas de las primeras medidas que su gobierno adoptó tras la toma de posesión tuvieron que ver con este sector. Ahora, son muchos los que le acusan de controlar todo el algodón del país y de legislar en su propio interés. Igualmente sucede en otro de los sectores donde tiene grandes intereses, el de los anacardos. Desde hace años, el Gobierno beninés fomenta el cultivo de estos dos productos en detrimento de otros más tradicionales como el maíz o el mijo.

Sin embargo, no todos están en contra del presidente. Hay quien admite que es normal que siga con sus negocios privados, ya que así «no robará de las arcas del estado», declara un joven partidario de Talon. También apuntan a los que consideran algunos de sus éxitos, como la lucha contra la corrupción. Con este objetivo en mente, el presidente reunificó los distintos cuerpos de seguridad del Estado en uno solo, la Policía Republicana de Benín, en enero de 2018. «Ya no hay puestos de control de la policía en las carreteras. Antes los ponían para sacar dinero de los conductores. Ahora, ves a los policías patrullando y si ponen multas no las pueden cobrar, tienen que ser pagadas en la tesorería», explica la misma persona. Igualmente se señala el plan de obras públicas, como la construcción de carreteras, que ha lanzado. O las decisiones tomadas para favorecer el turismo y convertirlo en una de las grandes industrias del país. Aunque admiten que se necesita tiempo para que todas estas medidas se implementen, por lo que sus frutos son difíciles de ver en el presente.

Los defensores de las políticas presidenciales acusan a los partidos de la oposición de no haber presentado a tiempo todos los documentos requeridos para ser aprobados por considerarse por encima de la ley y, por tanto, les niegan cualquier capacidad para protestar.

Frente a estos datos, otros alegan que el presidente no ha tomado ninguna medida encaminada a zanjar uno de los grandes males del país, la alta tasa de paro juvenil con el que cuenta. Son muchos los jóvenes que se quejan de la dificultad de encontrar un trabajo formal tras terminar años de estudios.

Estas personas también señalan las amenazas a la libertad de expresión que desde que Talón llegó al poder se registran en el país. Enfatizan el miedo de la mayoría de los ciudadanos a airear críticas a la administración o al gobierno, ya que estas pueden conducir a la cárcel. Esto se extiende a los medios de comunicación que, ante cualquier crítica, son tildados de opositores. Muchos apuntan a la Haute Autorité de l’Audiovisuel et de la Communication, a la que acusan de haberse convertido en un brazo armado de represión y de estar inmersa en una caza de brujas o de críticos a las políticas gubernamentales. El último informe de Reporteros Sin Fronteras avala estos datos y pone de manifiesto que en los últimos años ha habido un continuo retroceso de la libertad de prensa en el país. Esto constituiría un nuevo ataque a la democracia.

De una forma u otra, lo cierto es que la población beninesa está dividida y que los seguidores de los partidos de la oposición y la sociedad civil van a continuar su lucha para «defender la democracia», como alegan. Mientras, los partidarios del presidente Talon se hacen fuerte en las instituciones y también en la calle. Queda por ver si las elecciones legislativas se celebrarán y tendrán legitimidad. De entrada, la oposición se la niega y duda de que puedan tener lugar.

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