Publicado por Chema Caballero en |
Charles es dentista desde hace cuatro años. Ha intentado abrir su propia clínica, pero el Colegio de Odontólogos no le da el visto bueno. Afirma que los que controlan la profesión no quieren competencia, acaparan todo el mercado. Por eso impiden que los jóvenes se independicen. Exigen que trabajen para ellos, casi sin sueldo, antes de conseguir el permiso. Eso puede llevar años.
Charles ha encontrado un trabajo provisional en algo ajeno a los estudios por los que él y su familia se sacrificaron. Su mujer se encuentra en condiciones similares. Los dos ahorran lo que pueden con el fin de conseguir el dinero suficiente para viajar a Francia a cursar un máster. Esa es su coartada para salir del país y buscar una vida mejor para los suyos.
George trapichea. Compra y revende ropa y zapatos. El beneficio que consigue es bastante escaso. Hace tiempo que terminó la universidad, e incluso cursó un máster. No consigue trabajo en su sector. Solo empleos precarios y temporales. Acaba de tener una hija y confiesa que cuando la contempla se pregunta qué futuro podrá ofrecerle.
George y su pareja están ahorrando. Tienen un plan, que él pueda migrar a Bélgica donde tienen un conocido que le acogería en su casa mientras encuentra trabajo. Luego, cuando se asiente, le seguirá el resto de la familia.
Janet acaba de terminar el doctorado. Oposita para ser profesora en la universidad. Con sorpresa contempla que han dado la plaza a una persona, pariente de uno de los jefes de departamento, que no tiene ni la mitad de sus méritos. Afirma que, al ser mujer, lo tendría más fácil si accediese a las propuestas de algunos de los profesores, pero se niega a entrar en ese juego. Ha intentado denunciarlo y exponer a los que lo practican, pero hay un muro de silencio y complicidad en la universidad.
Janet ha sido aceptada en una institución estadounidense para seguir estudiando. Ha comenzado un pequeño negocio de venta de buñuelos y pasteles caseros. Si todo le va bien y algunos amigos le ayudan, como han prometido, en un año tendrá suficiente para el billete de avión y los primeros meses en el nuevo país.
Monique estudió Económicas. Es contable en una empresa que mueve millones al mes. Su sueldo le permite alquilar una habitación y comer. No encuentra nada mejor, y no será porque no esté buscando continuamente.
Monique participa en una tontina con otras compañeras del trabajo. El dinero que recibe el mes que es su turno lo guarda. Es la única forma de ahorrar que tiene. Su hermana vive en Reino Unido. Solo necesita el dinero para el avión. Confiesa que ya le queda poco.
Todos sueñan con un billete lleno de oportunidades. Las autoridades encargadas de otorgar visados ya se encargarán de despertarlos.
Fotografía: Los sueños arrancan, no pocas veces, con un billete de avión. En la imagen, control de acceso en el aeropuerto de Abiyán (Costa de Marfil). Sia Kambou / Getty