Chinos en África

Por Donato Ndongo-Bidyogo Sin resquicio para la indiferencia, persiste desde hace más de una década la apasionada controversia sobre la masiva presencia china en África. Aduce el irredentismo tercermundista la necesaria cooperación Sur-Sur. Occidente, desbancada por una economía emergente que colocó al país asiático a la cabeza de las finanzas internacionales, destaca la negativa influencia de una dictadura comunista que refuerza regímenes opresores. Los propios chinos esgrimen su modelo de desarrollo, que en poco tiempo revirtió su pobreza secular hasta situarles entre los poderosos del mundo. Las élites africanas abrazan con entusiasmo una cooperación considerada beneficiosa, al repartir créditos y construir infraestructuras en condiciones menos onerosas que sus contrapartes tradicionales, sin entrometerse en sus asuntos. Mensajes ciertos pero parciales, destinados a redimir a sus emisores.

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DONATO 100    Por Donato Ndongo-Bidyogo 

Sin resquicio para la indiferencia, persiste desde hace más de una década la apasionada controversia sobre la masiva presencia china en África. Aduce el irredentismo tercermundista la necesaria cooperación Sur-Sur. Occidente, desbancada por una economía emergente que colocó al país asiático a la cabeza de las finanzas internacionales, destaca la negativa influencia de una dictadura comunista que refuerza regímenes opresores. Los propios chinos esgrimen su modelo de desarrollo, que en poco tiempo revirtió su pobreza secular hasta situarles entre los poderosos del mundo. Las élites africanas abrazan con entusiasmo una cooperación considerada beneficiosa, al repartir créditos y construir infraestructuras en condiciones menos onerosas que sus contrapartes tradicionales, sin entrometerse en sus asuntos. Mensajes ciertos pero parciales, destinados a redimir a sus emisores.

¿Occidente o China? Los análisis acostumbran a resaltar los intereses de cada potencia que gravitan sobre África, perspectiva que excluye a los pueblos en cuyo nombre hablan todos. Siendo imposible calibrar los sentimientos de gente marginada de la toma de decisiones –sus gobernantes les niegan la categoría de ciudadanos, al hurtarles información y libertad de opinión–, los datos que trascienden las opacas transacciones y acuerdos entre empresas, Gobiernos extranjeros y los dirigentes continentales, permiten intuir el dictamen. No parece razonable esperar que el amplísimo expolio de terrenos en numerosas regiones –del que China participa de modo destacado– entusiasme a los centenares de miles de desposeídos, desplazados o reducidos a braceros donde siempre fueron dueños.

Tampoco son de júbilo recientes revelaciones de Greenpeace. Tras cuatro años de investigación, esta organización informa de que 462 barcos chinos pescan ilegalmente, con artes prohibidas, y falsificando la cuantía de sus capturas, en África occidental. Buques en su mayoría arrastreros de fondo, de efectos ecológicos muy perjudiciales al esquilmar las especies indiscriminadamente. La escasa vigilancia –los países afectados parecen incapaces de afirmar su soberanía controlando su zona económica exclusiva–, permite a empresas como China National Fisheries Corporation faenar sin permisos ni reglamentación. El resultado es la drástica disminución de peces en la costa atlántica, de Mauritania a Angola, sobre todo en el golfo de Guinea. China solo agrava una rapiña endémica: rusos, japoneses, indonesios, panameños y europeos la practican desde tiempos inmemoriales. El Centro Técnico de Cooperación Agrícola y Rural (CTA, creado por la Unión Europea para asesorar a sus socios de África, Caribe y Pacífico), cuantificó en 2010 las pérdidas generadas a los 19 Estados afectados en 24.000 millones de dólares anuales. La sobreexplotación de las aguas jurisdiccionales africanas se ha intensificado en el último lustro.

Baja calidad de las infraestructuras y autarquía son otras quejas recurrentes. No es infrecuente que obras construidas por China presenten importantes deficiencias al poco tiempo de su inauguración. Y las empresas del gigante asiático transportan a África cuantos materiales necesitan, la mano de obra y hasta su alimentación, reduciendo al mínimo el impacto económico y social de tales inversiones: ni consumen productos locales, ni emplean a trabajadores autóctonos, ni se produce transferencia de tecnología.

¿Pueden considerarse diferentes del viejo modelo neocolonial?

 

 

Donato Ndongo-Bidyogo es escritor y periodista ecuatoguineano. También es colaborador de la revista Mundo Negro.

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