Economía sumergida y valores africanos

Por Begoña Iñarra Mercancias y objetos de todo tipo se exponen en las orillas de calles y carreteras de África con el cielo como techo. Los productos bien ordenados en montones de distintos tamaños, forman esculturas naturales llenas de colorido. En los mercados, los sonidos, colores, olores y la algarabía se intensifican a cada momento. Tras estos productos –que van desde alimentos, a diseños, muebles, utensilios, electrodomésticos, coches, y talleres de todo tipo– hay millones de comerciantes y artesanos que forman la economía informal, sumergida, o popular.

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Begoña Iñarra 120    Por Begoña Iñarra

 

Mercancías y objetos de todo tipo se exponen en las orillas de calles y carreteras de África con el cielo como techo. Los productos bien ordenados en montones de distintos tamaños, forman esculturas naturales llenas de colorido. En los mercados, los sonidos, colores, olores y la algarabía se intensifican a cada momento. Tras estos productos –que van desde alimentos, a diseños, muebles, utensilios, electrodomésticos, coches, y talleres de todo tipo– hay millones de comerciantes y artesanos que forman la economía informal, sumergida, o popular.

En África las políticas estatales y municipales han marginado y desprestigiado este sector. Sin embargo al originar bienes y servicios que cubren las necesidades de una gran parte de la población, sobre todo en suburbios y zonas rurales, esta economía contribuye al desarrollo social y económico. Mientras que el fuerte crecimiento experimentado por muchos países africanos en los últimos años no ha aumentado el empleo, la economía popular absorbe a la masa de desempleados y ofrece a las poblaciones más vulnerables oportunidades para obtener ingresos. En África subsahariana nueve de cada diez trabajadores pertenecen al sector informal, que mantiene al 80 por ciento de la población activa, representa el 80 por ciento de los nuevos puestos de trabajo y contribuye al 55 por ciento del PIB. La economía popular tiene también sus problemas: trabajadores sin contrato, jornadas laborales de muchas horas, falta de formación, baja productividad… Pero, junto a esto, en el entramado de esta economía popular se enfatiza en las relaciones, la solidaridad, la confianza y la creatividad, que son valores africanos fuertemente arraigados en la población.

La prioridad que los africanos dan a las relaciones –‘soy porque vosotros existís’– hace que fácilmente se constituyan redes para cumplir sus objetivos. En África las economías populares forman redes muy densas que a menudo se extienden a otros países y regiones, como el comercio a lo largo del río Congo y las Mama Benz (ver Mundo Negro diciembre 1994, pp. 42-45) de Togo, Benín, Nigeria y Ghana. Estas redes sociales de vecindad, familia extendida y negocios son esenciales a la buena marcha de estas economías.

La solidaridad vivida por comerciantes y artesanos africanos puede inspirar economías alternativas que sustituyan a la actual economía neoliberal centrada en obtener beneficios, ignorando su impacto en las víctimas del sistema. Muchos comerciantes y artesanos africanos viven el espíritu empresarial solidario africano, un principio comercial que incorpora normas y valores que favorecen la iniciativa individual y la solidaridad comunitaria. La iniciativa individual se apoya en la fuerza de voluntad, lealtad, capacidad y compromiso de realizar intercambios comerciales con amigos y familiares del mismo grupo, incluso si son competidores. En solidaridad comparten riesgos, y costes comerciales, pero sobre todo intentan mejorar el bienestar de la familia extendida y del pueblo de origen. Así los logros personales de comerciantes y artesanos se reflejan más en las inversiones que hacen en sus pueblos o ciudades en educación, animales, tierra, escuelas, centros de salud, centros sociales, que en aumentar su cartera de inversiones o su cuenta bancaria.

Basadas en la confianza mutua, las tontinas –donde un grupo pone regularmente dinero en común para distribuirlo por turnos a los participantes, o para prestarlo a bajo interés– permiten pagar recibos, o invertir en negocios, allí donde no hay acceso a créditos bancarios.

La economía informal de África es un entorno muy innovador y creativo. Muchos artesanos demuestran su ingenio en la publicidad (letreros, pinturas) y en la solución a problemas técnicos. En Kenia, que fue el primer país en el que se pudo enviar dinero a través del móvil, donde no hay electricidad los teléfonos se cargan con el pedaleo de una bicicleta. Hoy con un teléfono móvil, un africano puede iniciar su propio negocio a nivel mundial.

Para que el sector informal pueda desarrollar todas sus posibilidades y contribuya al desarrollo de los países y del pueblo de África, es necesario mejorar la capacidad de los trabajadores y sus ingresos, favorecer su formación, acceso a créditos, seguridad social y reconocer el papel de esta economía como una actividad rentable que contribuye al desarrollo económico, social y cultural.

La razón por la que esta economía popular está tan arraigada en África, y crece continuamente, a pesar de la falta de apoyo oficial, se debe no solo a que responde a necesidades concretas sino, sobre todo, porque lo hace a partir de valores africanos.

 

Begoña Iñarra es misionera de las Hermanas Blancas. Ha ejercido de profesora de Ciencias en R.D. Congo y en Uganda, ha sido Trabajadora Social en Etiopía, especialista en liturgia etíope y Educadora de adultos en Mozambique. Actualmente es coordinadora de la oficina de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal del África del Este (AMECEA).

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