El conflicto incompleto

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¿Crisis entre Sahara Occidental y Marruecos?

El altercado más grave entre Marruecos y el Polisario desde la firma de los Acuerdos de Paz de 1991 devuelve la atención al único territorio africano pendiente de descolonización.

Los hechos. Desde el 20 de octubre, cientos de manifestantes -saharauis, que insistieron en su condición de civiles, bloquearon el paso fronterizo no reconocido de Guerguerat –a 380 kilómetros al sur de Dajla– montando un campamento. Durante tres semanas, los camiones con mercancías procedentes del sur de África comprobaron que las reivindicaciones del pueblo saharaui –cese de la explotación de los recursos naturales del territorio en disputa y exigencia para que la comunidad internacional se implique en los «olvidados» requisitos del proceso de paz– obligaban a fijar de nuevo el foco en un conflicto de cuya resolución depende el presente y futuro de entre 175.000 y 300.000 refugiados saharauis que, según ACNUR, viven en condiciones extremas en los campamentos de Tinduf (Argelia). La tasa de malnutrición asciende al 8 % –el doble que en Marruecos o -Argelia– y el retraso en el crecimiento de los menores afecta al 28 %.

El Ejército marroquí lanzó una operación militar para reabrir la ruta hacia Mauritania, por la que -circulan una media de cuatro millones de toneladas de mercancía cada año –es la principal artería económica entre Marruecos y sus socios -subsaharianos– y estableció un «cordón de seguridad para garantizar el flujo de bienes y personas» dispersando a los saharauis con tiros al aire. Desde Rabat se habló de «disparos de advertencia», mientras que el Frente Polisario (FP) asegura que también ejecutó «disparos tácticos para ganar tiempo y evacuar a los civiles».



Manifestación en San Sebastián el pasado 21 de noviembre contra la ocupación marroquí de Sahara Occidental. Fotografía: Javi Julio/Getty


El valor de la memoria

El recuerdo de la brutalidad con la que, en 2010, se dispersó el campamento de Gdeim Izik, a las afueras de El Aaiún, causando varios muertos y cientos de heridos, y la reciente confirmación de la cadena perpetua para los jóvenes que las autoridades marroquíes consideraron implicados en el movimiento de protesta, obligó al FP a reaccionar con celeridad.

«Es el desborde de una situación angustiosa, de un impás tremendo. Desde el punto de vista saharaui se quiso aprovechar el 45 aniversario del comienzo del conflicto para movilizar a sus bases… No es la primera vez que se utiliza Guerguerat. Pero la política de internacionalización del tema en Europa concluye con el aval a Marruecos, porque sus posibilidades de chantaje son múltiples. Y esta vez se hicieron notar en un punto de comunicación importante con África como es Guerguerat», explica a MUNDO NEGRO Bernabé López, arabista y experto en historia y sociología del Magreb. «La juventud saharaui está demasiado soliviantada en los campamentos. Antes intentaron otra vía a través de pequeños choques armados. Pero las imprecisiones del FP y el cierre de filas total de Marruecos impide evaluar el alcance real de lo sucedido. Y la Minurso (la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en Sahara Occidental) como siempre, mirando hacia otro lado», continúa.

El desnivel de fuerzas es evidente y nadie lo niega, por eso la «declaración de guerra» o la violación del alto el fuego tiene tantos matices. Siguiendo con los hechos, la ex colonia española –registrada en el Tratado de Berlín y a la que España señaló como la provincia número 53– está dividida por un muro que termina en una pequeña península al suroeste de un territorio llamado Guerguerat. Es uno de los pasos más transitados de África que, como recoge el Acuerdo Militar Nº 1 firmado por un lado entre las Fuerzas Armadas de Marruecos y la MINURSO; y por el otro por las Fuerzas Militares del FP y la MINURSO en diciembre de 1997, está incluido en una franja de cinco kilómetros donde ninguna de las partes puede realizar maniobras militares. 

Cuando se firmó el alto el fuego en 1991 no existía el paso fronterizo de Guerguerat, pero en 2001 Marruecos empezó su construcción. Un año después, la ONU hizo públicos dos informes basados en -documentación de la MINURSO en los que mostraba su preocupación por la actividad que el reino alauí estaba realizando en la zona. En ese momento se logró la paralización de las obras, pero la brecha quedó abierta en una zona considerada «ilegal». En 2016, -Marruecos retomó las obras de asfaltado, un año en el que el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, visitó los campamentos de Tinduf. La Resolución 2351 advierte sobre las tensiones en la zona, refiriéndose a «cuestiones fundamentales, relacionadas con el acuerdo de alto el fuego y los acuerdos anexos que podrían dar lugar a la ruptura del alto el fuego». Pero, a partir de ese momento, el flujo de mercancías se normalizó.



El embajador estadounidense en Marruecos, David T. Fischer, delante de un mapa firmado por él que reconoce el «Sahara marroquí». Fotografía: Getty


La parálisis

El contencioso está paralizado desde mayo de 2019, cuando el último enviado especial de la ONU, el expresidente alemán Horst Köhler dimitió por razones de salud, siguiendo la senda de muchos otros, como James Baker, el diplomático que más cerca ha estado de alcanzar una solución, y que acabó asegurando que «el verdadero problema es que ningún país del Consejo de Seguridad está dispuesto a implicarse políticamente en el Sahara Occidental» porque «el perfil del asunto es muy bajo». Lo que no ha impedido, como volvió a pasar el 31 de octubre, que se renueve el cada vez menos comprensible mandato de la MINURSO, tras haber renunciado de facto a la elaboración de un censo que permita un referéndum de autodeterminación.

«La única salida sería pensar más en las personas que están sufriendo la “no solución” de este contencioso y encontrar la manera de perforar mentalmente la sociedad marroquí para cambiar esa unanimidad brutal y mentirosa que Marruecos ha construido durante 45 años. Aunque lo que planteo es dificilísimo porque existe el miedo interno, ancestral en cada marroquí, transformado en que se han creído una mentira. Necesitan creérsela. No es posible encontrar un solo marroquí en el interior del país que haga un análisis para encontrar una salida negociada», explica López.

No son pocos los analistas que apuntan a esa «lógica marroquí» de plantear fórmulas que el país magrebí no está dispuesto a aceptar, como la amplia autonomía, porque eso significaría un cambio del régimen, del modelo de Estado, algo en lo que, según López, «Marruecos hace creer internamente, porque fuera nadie se cree que el mundo civilizado apoye esa vía. Es pura palabrería. Se apoyan en Francia y en las resoluciones de la ONU donde ya en la última ni se habla de referéndum. La única vía para salvar la situación sería una consulta negociada en la que se explicase a los saharauis qué les van a dar para volver a su tierra; y en qué medida el régimen marroquí será capaz de travestirse lo suficiente para hacerse atractivo a una población absolutamente mentalizada en su historia a través de la independencia».

Lejos de ser un conflicto cerrado, como a menudo plantea la diplomacia marroquí a través de silencios evidentes –como ante lo vivido en el paso de Guerguerat a mediados de noviembre–, la complejidad del mismo no ha dejado de crecer. En Sahara Occidental dos terceras partes de la población son ciudadanos marroquíes originarios del norte de su país. «Mientras no haya un entendimiento como lo hubo entre Chadli Benjedid y Hassán II a finales de los 80, que fue cuando la Unión del Magreb Árabe (UMA), esa distensión en la apertura de fronteras, ese Polisario negociando con el príncipe heredero de manera directa, aquellas reuniones de las que hemos conocido transcripciones publicadas incluso en Marruecos por la revista Telquel… Pero todo eso está lejanísimo», analiza López, que vivió la Marcha Verde de 1975 con la que Marruecos ocupó el territorio desde la ciudad de Fez. «Históricamente las cosas podrían haber sido de otra manera. La propuesta que Hassan II hacía en 1963, por razones de política interior, para granjearse a una oposición que iba a ganar las elecciones, y la propuesta de España de llegar a un acuerdo en el Sahara cuando no existía el menor atisbo de nacionalismo en el territorio, habrían acabado con el problema».



Un grupo de marroquíes manifiesta su apoyo a Mohamed VI tras la intervención militar marroquí en Guerguerat. Fotografía: Fadel Senna/Getty


Superioridad marroquí

La postura marroquí se basa en su superioridad tanto militar como diplomática, y así quedó demostrado a -mediados de noviembre con el sorprendente anuncio del -presidente estadounidense saliente, Donald Trump, al reconocer el «Sahara marroquí» a cambio de la normalización de relaciones entre Israel y Marruecos, lo que sitúa al país magrebí en una posición de fuerza, respaldada oficialmente por dos de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. «El Sahara no estará en la agenda de la nueva Administración estadounidense, no será una prioridad que se restaure la postura anterior porque Biden y Harris jugarán a la cohesión con los sectores moderados republicanos», explicó Eduard Soler, investigador del CIDOB, durante la presentación de las claves que marcarán la política internacional en 2021 según su institución.

Jalil Mohamed Abdellaziz, director de la oficina de comunicación saharaui en España, aseguró a -MUNDO NEGRO que el pueblo saharaui y el FP han creado un frente común para la ofensiva de noviembre. «Es innegable que estamos ante una nueva guerra entre Marruecos y el Polisario, aunque Marruecos diga que es una escaramuza. El decreto presidencial explica que se ha tomado esta decisión en defensa propia, porque la declaración se hace ante un hecho irreversible realizado el 13 de noviembre a las 7 de la mañana, cuando Marruecos introdujo sus tropas para desplazar a la población civil que estaba en la zona desmilitarizada acordada por las partes».

Abdellaziz se remonta a la guerra que lideró su padre para explicar que la táctica de Marruecos no ha variado al no reconocer ni bajas ni prisioneros durante los enfrentamientos con el FP. «Está habiendo víctimas, pero el Ejército saharaui no ha podido tomar posiciones dentro del muro para contabilizarlas, porque estamos haciendo operaciones de hostigamiento a bases militares que están a una distancia de entre tres y cinco kilómetros. El de Marruecos funciona como un ejército clásico, pero nosotros somos una guerrilla, tenemos la capacidad de que una unidad de hombres opere de forma independiente. Marruecos cuando se mueve tiene que hacerlo con una base completa», continúa.

El FP destaca la implicación de su población en el conflicto, pero infravalora el presupuesto que Marruecos lleva décadas destinando a «marroquinizar» Sahara y a defender el muro, de 2.720 kilómetros. La desesperación y, en parte, el hartazgo por el olvido al que se ha sometido al contencioso, han convertido la causa en la razón de existir para los que permanecen en los campamentos saharauis de Tinduf.

La situación de los ciudadanos autóctonos en el territorio ocupado y administrado por Marruecos es muy diferente. «Marruecos quiere imponer que la solución es la “no solución”», sentencia Abdellaziz tras -referirse a la «guerra de desgaste» que permitirá al pueblo saharaui regresar algún día a su tierra. «Las consignas por las que se ha regido el FP han ido evolucionando al mensaje único actual. Hemos pasado de “Toda la patria, un partido” a “Con las armas arrebataremos la libertad” y “No habrá otra alternativa que la autodeterminación”; en una transición que ha acabado incluso aceptando la opción de la integración en Marruecos si se elige en referéndum». Pero, como explica con cierto humor Abdellaziz, «los colonos marroquíes votarían por la independencia, porque ellos fueron a Sahara a enriquecerse y saben que el reparto siempre será mayor entre un millón que entre 40 millones».

En esta «batalla del relato» –como explicaba en su crónica Javier Otazu, delegado de la Agencia EFE en Marruecos, tras impedírsele el acceso a Guerguerat por llegar demasiado pronto al lugar de los hechos– es la que marca el ritmo de este conflicto inconcluso al que una de las partes hace tiempo que dio carpetazo. Pero Sahara Occidental, «territorio no autónomo» desde 1965 según la ONU, también son las personas que lo ocupan hoy y las que fueron expulsadas, pendientes de una solución negociada y justa, a pesar de que a principios de 2021 se esté imponiendo la fuerza de la parte más poderosa.

   

Un camión en este paso fronterizo el 26 de noviembre.




Para saber  más de Sahara Occidental

Por Alfonso Armada

Letras

Hay muchas formas de indagar en el pasado de un territorio. Una vía segura es la antropología, la historia, el ensayo. En ese sentido, el olvidado y ninguneado antiguo Sahara español atesora bibliografía para conjurar el desdén político contemporáneo. Cuando se encontraba en Oxford, en 1952, Julio Caro Baroja recibió la propuesta de realizar un trabajo de campo etnográfico sobre Saguia El -Hamra y Río de Oro. Fruto de esa pesquisa, sus Estudios saharianos (Calamar Ediciones) siguen siendo uno de los mejores comienzos posibles, y una forma de rebatir muchas de las falsedades que se han esgrimido desde entonces. 

La historia prohibida del Sáhara Español (Península), de Tomás Bárbulo, es uno de los mejores trabajos sobre la que fuera la provincia número 53 de España. De la larga crónica del que fuera periodista de El País se ha dicho: «Nadie sale bien parado en La historia prohibida del Sáhara Español, lo cual es una prueba de la independencia de su autor y de la honestidad con la que ha abordado este espinoso conflicto». 

Al que fuera director del periódico La Realidad en aquel Sahara –cerrado manu militari por dar la noticia del acuerdo entre Marruecos y la agónica España de -Franco–, la bibliografía del periodista Pablo Ignacio de Dalmases sobre aquel mundo es ingente. Quedémonos con Huracán sobre el Sahara (editorial Base). Y añadamos un abanico de libros: Sáhara Occidental 40 años después (Catarata), alimentado por un grupo de especialistas bajo la mirada de sus editores, Isaías Barreda y Raquel Ojeda; Agonía, traición, huida: el final del Sáhara español (Crítica), de José Luis Rodríguez Jiménez, e Historia del Sáhara y su conflicto (Catarata), de Antonio García, dan para un curso de iniciación que cabría completar con tres guindas: Ifni, la última aventura colonial española, de Manuel Chaves Nogales (incluido en sus obras completas, que acaba de publicar Libros del Asteroide), El imperio desierto (Monadori), de Ramón Mayrata, una de las más hermosas novelas sobre el pueblo de la nube, y de quien es necesario recomendar su antología Relatos del Sáhara español (Clan), y el recientísimo Saharauidades (Wanafrica), con 15 relatos firmados por Dalmases, Sidi Talebbuia, Baida Embarec Rahal, Larosi Haidar o Jorge Molinero.

Antes de pasar a otras esferas del descubrimiento –y aunque no sea muy elegante citarse– debo recomendar el informe que elaboró Edith Rodríguez Cachera, corresponsal en España de Reporteros Sin Fronteras –organización que presido–, y que explica con claridad por qué del Sahara no se sabe ni se dice, porque es Un desierto para el periodismo

Imágenes
Fotografía: Carlos Fernández San Millán /FLICKR

El documental Hijos de las nubes. La última colonia (2012), con guion y dirección de Álvaro Longoria, examina el clima de agitación política en el norte de África y la responsabilidad de las potencias occidentales –en especial EE. UU. y Francia– cuya política exterior basada en intereses económicosha desencadenado una situación de caos y violencia. El filme analiza la situación de Sahara Occidental, una región que está al borde de la guerra.

La película Los baúles del retorno (1995), con guion de Manuel Gutiérrez Aragón y María Miró, que es la directora, cuenta la historia de Nayat, una niña saharaui que fantasea viendo en las dunas del desierto las olas de un mar que nunca conoció. Ella sabe que su país colonizado tiene un inmenso mar, mientras vive en un campamento de refugiados del desierto sahariano. Marián, una saharaui que estudia en París, regresa a su pueblo y establece un fuerte vínculo con la pequeña.

Música 

Aunque demasiado ausente en las principales emisoras de radio del país, la música saharaui también existe. Dos recomendaciones que considero imprescindibles –aconsejado por el buen oído de la periodista saharaui Ebbaba Hameida–: Sahari, el último álbum de una mujer que creció en los campamentos de Tinduf, Aziza Brahim, y La voz indómita, el disco que reúne una serie de piezas inéditas de Marien Hassan, una obra de madurez en la que abundan canciones de amor y destitución. Nacida en Esmara, en el antiguo Sahara todavía sin descolonizar, en 1958, esta compositora y cantante saharaui, una voz inconfundible, murió en Tinduf en 2015. El viaje de su canto es impagable.

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