El crecimiento económico no reduce la pobreza en África

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Todo indica que 2024 será un buen año para muchos países africanos. Se prevé que dominen las 10 economías de mayor crecimiento del mundo. Así al menos lo cree un informe sobre el desarrollo económico y social en África (Recent economic and social developments in Africa) de la Comisión Económica para África (CEPA).

Níger, Senegal, Costa de Marfil, República Democrática de Congo y Ruanda, experimentarán los mayores crecimientos. Ya en 2023, el continente mostró una gran fuerza, tendencia que se espera se mantenga en los próximos años.

Los expertos utilizan el término resiliencia para describir el estado de la economía mundial. El año 2023 se caracterizó por las incertidumbres políticas derivadas del cambio climático, los conflictos u otros actores. A pesar de ello, y gracias a la caída de los precios de la energía y de los alimentos, se mantuvo sin muchas fluctuaciones. Ahora el panorama es muy incierto. Las turbulencias políticas y la inestabilidad geopolítica afectan al comercio mundial y a las inversiones. Además, los niveles de deuda de los países están alcanzando proporciones altas. Por eso, se prevé que el crecimiento mundial se desacelerará y seguirá manteniéndose en cuotas inferiores a las previas a la pandemia de Covid-19.

África parece ignorar esta tendencia. Muchos de sus países caminan en dirección contraria. Esto que podría ser una buena noticia, en el fondo no lo es tanto para la mayoría de los africanos. El crecimiento económico no se refleja en una mejora de sus condiciones de vida. El Banco Mundial señala que el 52% de la población de Níger vive en pobreza extrema. En Senegal, el 36,3%. Costa de Marfil, 39,5%. República Democrática de Congo alcanza el 74,6%. Y Ruanda el 47.3%.

Eso se debe a que el crecimiento económico está basado, principalmente, en la industria extractiva. Materias primas que salen de estos países sin apenas dejar beneficios en ellos. El propio informe de CEPA explica que los buenos datos de Níger vendrán activados por un aumento de la producción de petróleo crudo. El crecimiento en la República Democrática de Congo será impulsado por el sector extractivo debido a la apertura de nuevos yacimientos petrolíferos, además de la minería. En Costa de Marfil, una mejora del entorno empresarial y reformas del mercado para atraer inversores serán los responsables. Algo similar se producirá en Ruanda. Senegal, por su parte, basa su mejora en el aumento de proyectos privados e infraestructuras. La mayoría de estos países también reforman el sector turístico en el que ven una fuente de grandes ingresos.

Recursos naturales que se exportan e inversiones y turistas que vienen de fuera no rompen la dependencia de África del exterior. Son modelos que no tienen en cuenta a los países vecinos del mismo continente. No favorecen los intercambios entre ellos.

Es posiblemente por eso que el informe reconoce que, a pesar de los datos, el crecimiento económico en África sigue siendo inferior a su potencial. Además, resulta insuficiente para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las metas de la Agenda 2063. Es decir, que no está reduciendo las tasas de pobreza del continente como debería. Lo que demuestra, una vez más, que en África se da una conjunción de pobreza, desigualdad y desempleo fruto de su estructura económica.

Un ejemplo: a pesar de la producción de crudo del continente, África exporta alrededor de 5.700 millones de dólares de productos refinados del petróleo, pero importa más de 44.000 millones de ellos. Igual sucede con los alimentos. Teniendo un enorme potencial agrícola, al menos 39 países africanos son importadores netos de productos alimenticios.

Esta dependencia de las importaciones encarece el coste de vida. De hecho, CEPA estima que los hogares africanos gastan el 40% de sus ingresos solo en comida. La importación de alimentos y bienes, raramente procede de otros países africanos. El comercio intraafricano es relativamente bajo. Una economía basada en la exportación de materias primas hace al continente vulnerable y sometido a los caprichos de las bolsas que regulan estos productos. Todas ellas situadas en países lejos de África.

Por todo ello, la capacidad de los países africanos para abordar la pobreza y la desigualdad se ve gravemente limitada. Y pone de manifiesto, una vez más, el bajo efecto del crecimiento económico en la vida de los ciudadanos

Los cambios vividos en algunos países de África occidental como Malí, Níger, Burkina Faso o Senegal parecen apuntar al deseo de establecer modelos económicos diferentes. Economías que se centren más en el desarrollo sostenibl y favorezcan el intercambio intrarregional. Además de utilizar los recursos naturales para generar ingresos que ayuden a reducir la pobreza. Todo ello iría unido a una opción por las energías renovables. Por ahora, es solo una declaración de intenciones.

Siempre quedará la duda de si el cambio climático, las turbulencias políticas, la amenaza terrorista o la interferencia de Occidente, reacio a perder sus privilegios en la zona, permitirán a los Estados africanos seguir su propia senda.



Fotografía: Steven dos Remedios (Creative Commons)

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