Publicado por Chema Caballero en |
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Fotografía: Javier Sánchez Salcedo
Por eso, desde hace tiempo, políticos y expertos se cuestionan dónde encontrar las soluciones que necesitan para darles respuesta. Muchas ciudades miran fuera del continente para ello, buscando soluciones en otras urbes asiáticas o latinoamericanas, pero es posible que estas se encuentren en el interior de las mismas ciudades, en la vitalidad e inventiva de los cientos de personas que sobreviven cada día gracias a la llamada economía informal.
Los datos no son nada nuevo. Ya en 2016, El Foro Económico Mundial advertía que para 2050, los 1.100 millones de habitantes del continente se doblarían y que más del 80% de ese incremento tendría lugar en las ciudades, sobre todo en los slums o barrios más pobres y marginales. El crecimiento de las urbes no se produce tanto por la migración del campo hacia la ciudad, que también, sino, sobre todo, por el gran número de nacimientos que se registran en ellas.
El verdadero problema de esta explosión urbana es que África no está preparada. Ya en la actualidad, la mayoría de las grandes ciudades del continente tienen problemas de comunicación, espacio, contaminación, agua, electricidad, saneamiento, tratamiento de residuos… Y para 2050, se espera que haya 100 ciudades en el continente con más de un millón de habitantes, lo que significa muchos más problemas.
La urbanización salvaje a la que se enfrenta África tendrá también como consecuencia directa el enorme crecimiento de su masa de jóvenes, la mayoría de ellos sin perspectivas de conseguir un empleo decente, por mucho que puedan estudiar. No olvidemos que en la actualidad, alrededor del 70% de los africanos tiene menos de 30 años. Los jóvenes representan, aproximadamente, el 20% de la población, el 40% de la fuerza de trabajo y el 60% de los desempleados de todo el continente.
Las 10 ciudades que más rápidamente crecen en África son: Lagos (Nigeria) con 77 personas a la hora; Kinshasa (República Democrática de Congo), 61 personas; El Cairo (Egipto), 44; Luanda (Angola), 34; Uagadugú (Burkina Faso), 23; Nairobi (Kenia), 22; Jartum (Sudán), 21; Abiyán (Costa de Marfil), 21; Johannesburgo (Sudáfrica), 21; y Bamako (Malí), 19.
No cabe duda de que el futuro de África va a ser urbano. Justo por eso, los gobiernos locales y nacionales necesitan trabajar duro durante las próximas dos décadas para dar solución a los problemas que este crecimiento crea. Por un lado, deben buscar las fórmulas para recaudar más dinero público para invertir en las ciudades; pero por otro, necesitan cambiar de actitud y de mentalidad para favorecer la colaboración entre alcaldes, ciudadanos y el sector privado de cara a mejorar el entorno y los servicios de las ciudades africanas.
Uno de los sectores donde más se aprecian las carencias de estas urbes es en el de las infraestructuras. Todavía, a pesar de las recomendaciones y acuerdos tomados por la Unión Africana en varias de sus cumbres, el gasto público nacional anual en infraestructuras sigue siendo muy bajo en la mayoría de los países del continente: un promedio de 2% del PIB en 2009-2012, según el Banco Mundial. Esto es responsable, en primera instancia, de la fragilidad de las ciudades africanas, donde el 60% de sus habitantes viven en barrios marginales superpoblados y con pocos servicios. Otro elemento a tener en cuenta es que entre el 25 y el 45% de los residentes de estas zonas camina al trabajo por la escasez de transporte asequible.
Este crecimiento desmesurado coincide con un periodo en el que el cambio climático ha adquirido un gran protagonismo. Las áreas urbanas de África ya experimentan sus consecuencias. Los datos de los expertos indican que la región se está calentando 1.5 veces más rápido que el promedio mundial. Esto es causa de una gran presión sobre los servicios básicos y los recursos naturales. Un ejemplo claro lo tenemos en la crisis del agua de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, solucionada por el momento, pero que se volverá a producir recurrentemente en el futuro. O las lluvias torrenciales caídas sobre Freetown, Sierra Leona, de agosto y septiembre de 2017 que se llevaron por delante barrios enteros y causaron más de mil muertos. Estos son solo dos casos, pero muestran que cada vez es mayor el estrés al que están sometidas las urbes africanas, muchas de las cuales carecen de los medios necesarios para responder a las situaciones de emergencia y calamidad, por lo que estas situaciones, en la mayoría de los casos, terminan en destrozos de viviendas e infraestructuras y pérdida de vidas humanas.
No cabe duda de que estos problemas y otros similares se intensificarán a medida que crezcan las ciudades si no se empieza a tomar medidas que los resuelvan ya. De ahí que los expertos mantengan que es necesario que África encuentre la forma de construir ciudades sostenibles. Ellos recomiendan, muy en línea con lo proclamado por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las alianzas con el capital privado para conseguir este objetivo.
Quizás el camino para dar respuesta a todos estos problemas esté en el uso de las nuevas tecnologías, a ser posible desarrolladas en África para dar soluciones africanas a problemas que son, especialmente, africanos; construir infraestructuras más inteligentes y echar mano de un sector muy activo en el continente y que está lleno de fuerza y creatividad: el informal.
Las ciudades africanas apenas empiezan a cosechar los dividendos de la Cuarta Revolución Industrial. La telefonía móvil conecta en la actualidad, prácticamente, todos los rincones del continente. Las innovaciones tecnológicas en el campo de la energía solar están abaratando grandemente los costes. Algunos países empiezan a tener sus propios satélites; es el caso de Kenia, primera nación de África subsahariana en lanzar uno al espacio.
No se puede negar que a pesar de sus muchos desafíos, o quizás precisamente por ello, las ciudades africanas son dinámicas y creativas. Esto se ve muy bien en el hecho de que la mayoría de los servicios urbanos como transporte, energía, agua, gestión de residuos, telecomunicaciones, vivienda, seguridad pública… sean proporcionados por proveedores privados informales. El 66% del total del empleo en África subsahariana está en el sector informal, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por eso mismo, los gobiernos municipales deberían inventar fórmulas para aprovecharse de esta creatividad y no ver el sector informal solo como un problema, sino también como una prueba más de la resiliencia y agilidad de sus ciudadanos. Deben explorar soluciones innovadoras y para ello, no solo hay que mirar fuera del continente, como se hace en la actualidad. Posiblemente, las soluciones a los graves problemas que viven las ciudades africanas se encuentren mucho más cerca de lo que piensan sus políticos.
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