El sueño de la capital

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Un paseo por Yamusukro (Costa de Marfil)



Por Dagauh Komenan, historiador

Al entrar en la ciudad desde el sur, saliendo de la autopista que la conecta con Abiyán, Yamusukro da una falsa impresión de desmesura. A primera vista, se despliega como un bulevar inmenso de ocho carriles y, al cabo de un rato, se ve surgir en medio de un mar de árboles un inmueble de 14 pisos: el Hotel President, una de las maravillas de la industria hostelera marfileña, con la mejor tecnología que se podía encontrar en los años 80. Las calles, de cuatro carriles, están casi todas bordeadas de árboles que hacen que la ciudad luzca verde. Al seguir avanzando hacia sus entrañas, uno se da cuenta de que el President vendió un sueño que se desvanece. La ciudad, que no tiene más bloques de esta altura, se organiza como un tablero de ajedrez salvo en el centro, de estructura radial. Apacible y llana, surgen sorpresas como la basílica, una copia ampliada de San Pedro de Roma, lo que la convierte en la iglesia católica más grande del mundo.

Yamusukro, en el centro del país, se ubica a unos 220 kilómetros al norte de Abiyán. Con sus 147 km2 de superficie, es cuatro veces más pequeña que Madrid. En teoría, hace el oficio de capital política, estatus evidente por su carácter de ciudad natal del primer presidente marfileño, Félix Houphouët-Boigny. Por esta razón, los taxis de la ciudad se pintan con los colores de la bandera nacional. 

Si se quedó así, como una ciudad media y anacrónica que se estira entre lagos y parches boscosos, no fue porque así lo planeara Boigny. Se estancó en el tiempo, en la década de 1980, debido a una crisis económica que el padre de la patria creía pasajera. La catastrófica recesión que hundió la economía del país frustró su sueño de hacer de su pueblo natal una de las mayores ciudades del continente africano. Tenía grandes planes pero, como se dice coloquialmente, «¡el hombre propone, Dios dispone y el diablo se opone!». De aquel sueño presidencial solo restan algunos edificios majestuosos y las calles amplias, infinitas. En marzo de 1983, Yamusukro se convirtió en la capital política y administrativa de Costa de Marfil. Hasta esta fecha nunca jugó un papel importante en la historia marfileña: durante mucho tiempo fue un pequeño pueblo sin importancia habitado por los baulés, una disidencia de los asantes que migraron a Costa de Marfil en el siglo XVIII. A partir del año 2000, el Gobierno socialista que lideraba el país retomó el proyecto de traslado de la capital a Yamusukro y se pusieron en marcha varios proyectos para permitir que la Administración se instalara allí. Todo se ralentizó con la guerra civil de 2002 para estancarse definitivamente con la caída de dicho Gobierno tras la crisis de 2011. Además, en 2004, el Ejército francés bombardeó su aeropuerto y otras infraestructuras.

Al final, Yamusukro resulta, básicamente, una pequeña ciudad donde te suena la cara de todo el mundo sin que llegues a conocerlos realmente. Casi sin sector privado, vive al ritmo de los funcionarios y sus salarios. Es una ciudad joven, con varios internados que acogen a niños de todo el país. Durante las vacaciones, la ciudad se vacía, se silencia y sigue soñando. 

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