Elefantes

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Kessany es presidenta de una asociación de mujeres cerca de Mayoumba, una ciudad en la costa sur de Gabón. Comenta que hace años decidieron contribuir y, con el dinero reunido, comenzar un proyecto de huertos para ayudar en las economías familiares de las socias. Plantaron principalmente mandioca y plátano macho, dos productos muy solicitados en el mercado y base de la alimentación de la zona. Pronto se dieron cuenta de que contaban con un gran enemigo con el que les era imposible luchar. Apenas empezaban a despuntar los frutos, los elefantes invadían las granjas y se comían todo lo que encontraban a su paso. 

La selva tropical cubre casi el 90 % del territorio gabonés. En ella han hallado refugio los elefantes de bosque, en peligro de extinción. El 75 % de los que quedan en el continente, unos 95.000 (en 2022), están allí.

Estos animales, a pesar de ser más pequeños que los de sabana, son muy voraces. Uno solo de ellos puede destrozar una plantación en cuestión de minutos. Y cuando van en grupo, dejan a pueblos enteros sin sus cultivos.

En 1981, Gabón impidió la caza de elefantes y otras especies. A esta política se le añadió en 2002 la creación de 13 parques nacionales en los que los paquidermos viven libremente a pesar de las quejas de los poblados vecinos. Además, cuentan con el apoyo logístico de batallones del Ejército y la Gendarmería. Esto no ha detenido del todo la caza ilegal. El tráfico internacional de marfil y la demanda de carne en los mercados locales sigue siendo un negocio muy lucrativo. Pero se ha conseguido que aumente el número de proboscidios en el país. «Hemos intentado de todo para disuadir a los elefantes. Hacemos sonar cacerolas para asustarles. Incluso hemos llegado a echarles pimienta en los ojos. Nada funciona. Parece que saben que están protegidos y que no podemos tocarlos. Son unos arrogantes», afirma Kessany.

En Mouila, la multinacional Olam, con sede en Singapur, tiene una enorme plantación de palmeras de aceite. Charles es uno de sus directivos. Comenta que destrozan unas cinco hectáreas al mes. Están rodeando la plantación con una valla electrificada, y ni eso les detiene. «Son muy listos. Pasan por el río, donde no podemos electrificar». La compañía ya contempla esta pérdida. Se plantan nuevos terrenos para compensar. Esas extensiones conllevan deforestaciones, causa por la que los elefantes se acercan más a los núcleos habitados.

Los agricultores se quejan. «Como no se ponga solución a esta superpoblación de elefantes vamos a llegar a una situación de hambruna en el país», asevera Kessany. El Gobierno gabonés empieza a sentir la presión de los ciudadanos y estudia tomar medidas para evitar más destrozos de cultivos.

Los paquidermos, mientras, no dicen nada. Siguen su vida ajenos a estas polémicas y comiendo todo lo que encuentran a su paso.


En la imagen superior, un elefante pasta en Loango, uno de los 13 parques nacionales de Gabón, el 16 de marzo de 2022. Fotografía: Steeve Jordan / Getty

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