Emprendimiento social contra la pobreza

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En los últimos años, algunas Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) en distintas partes de África han comenzado a optar por el emprendimiento social. Parece que esta alternativa podría ayudar a esas asociaciones a alcanzar sus objetivos de manera más eficiente e independiente.

Muchas de las OSC africanas tienen una gran dependencia del exterior, sobre todo en lo que se refiere al acceso a fondos. Para tener opción a ellos tienen que recurrir a organizaciones y agencias internacionales que deciden sus proyectos y prioridades fuera del continente, muchas veces, además, sin tener en cuenta las prioridades y necesidades de los africanos. Al final, la mayoría de las entidades africanas se ven obligadas a traicionar sus propios principios y proyectos para poder beneficiarse de ese dinero. Esto las lleva a convertirse, con frecuencia, en correas de transmisión de políticas e intereses cuyos verdaderos fines se les escapan. No hay agenda de cooperación o ayuda al desarrollo neutral. Todas tienen unos objetivos, no siempre manifiestos, que conocen solo las personas que las dirigen y las que planifican sus intervenciones.

Esa es quizás una de las razones que pueden explicar por qué después de tantos años la cooperación al desarrollo no ha terminado todavía con la pobreza del continente. Además, está claro que si continúa con los mismos patrones nunca podrá acabar con ella. Ningún país del mundo ha dejado atrás la indigencia gracias a ese tipo de ayuda. Han sido las inversiones y la creación de puestos de trabajo, principalmente por emprendedores locales, lo que ha permitido a muchas naciones superar ese tipo de situaciones. Y en África, por lo menos esta vez, no será distinto.

En la actualidad, algunas OSC africanas ven en el emprendimiento social una herramienta que les permite generar ingresos en su país y de esa manera romper la dependencia del exterior. A lo que habría que sumar la posibilidad de definir sus propias políticas de actuación y la capacidad para generar riqueza que permita a distintos segmentos de la población salir de la situación de pobreza en la que se encuentran.

El emprendimiento social lleva en sus genes el dar una respuesta contundente a los problemas sociales. Todo emprendimiento consiste en un negocio que tiene como fin el obtener beneficios. A esto, el emprendimiento social añade una respuesta a los problemas y preocupaciones de una comunidad. La empresa se  preocupa por su impacto sobre las personas y el medioambiente y se asegura que los beneficios lleguen a mayor número de beneficiarios. Podría resumirse en una actividad económica que tiene como fin resolver un problema social. Este puede estar relacionado con cualquier carencia comunitaria: acceso a la luz, al agua potable, a la salud, a la educación, a la alimentación saludable, a la vivienda o intentar solucionar problemas como la exclusión, el paro juvenil, la discriminación de minorías, por citar solo algunos ejemplos. El espectro es tan amplio como lo puede ser las infinidad de problemas que afectan al colectivo humano.

Es importante entender que el emprendimiento social nunca es a fondo perdido, como lo han sido tantas de las ayudas que durante generaciones se han repartido por toda África. No, este siempre implica un beneficio. Si no se logra no hay emprendimiento y la empresa debe cerrar.

Otra característica clave del emprendimiento social es la gobernanza compartida. Este elemento implica la distribución equitativa de excedentes, la participación en la gestión de todas las partes interesadas de la empresa y la retribución de capital. Además, exige un anclaje territorial. Es decir, que la empresa esté localizada allí donde están sus beneficiarios. No se puede deslocalizar, no debe estar lejos de las personas a las que pretende apoyar.

No se debe confundir el emprendimiento social con el impacto social de una ONG o empresa, como defienden el profesor Carlos Ballesteros, director de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia de Comillas, y Beatriz Delta Rodríguez: «Numerosas páginas web de ONG destinan un espacio al impacto social generado y, sin embargo, dan cifras tan simples como el número de beneficiarios o de proyectos en ejecución. De la misma manera pasa con las empresas cuando dicen que dan empleo a cierto número de personas con discapacidad o en exclusión social y lo llaman impacto social».

No, el emprendimiento social con verdadero impacto es mucho más que eso y es mucho más ambicioso. Trasciende el simple proyecto de ayuda al desarrollo o cooperación y se centra en producir un impacto permanente que cambie la vida de las personas y a través de ellas de las sociedades en las que viven. Además, sus consecuencias son duraderas en el tiempo, con independencia de que la empresa perdure o desaparezca.

Esta es la herramienta a la que se aferran ahora muchas OSC y ONG en África estos días. Se trata sobre todo de organizaciones locales, nacidas para dar respuesta a una necesidad concreta y que intentan luchar con medios propios contra la pobreza. Piensan que gracias al emprendimiento social van a poder incidir de verdad en sus comunidades y conseguir reducir de una vez por todas los índices de pobreza.



Fotografía: 123RF


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