¿Es África menos democrática ahora que hace una década?

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Parece ser que sí. Según el último índice de los que periódicamente publica la Fundación Mo-Ibrahim, apunta a una disminución de la buena gobernanza en África, uno de los aspectos que puede explicar el crecimiento de la pobreza en el continente.

Este tema junto con el de la transparencia llevan años en entredicho en el continente africano. Aunque son muchos los que reducen estos aspectos a la corrupción, se trata de algo bastante más profundo. Se refiere a la erosión del contrato social y la incapacidad del gobierno para hacer crecer la economía de una manera que beneficie a todos los ciudadanos del país.

No se puede negar que la corrupción ha sido un problema en algunas (no todas) naciones africanas; pero, ¿quién es Europa para dar lecciones sobre este tema? Sin embargo, en la actualidad al hablar de buena gobernanza, preocupa más la alarmante situación humanitaria en la que se encuentran muchos países del continente. Se enfrentan a múltiples crisis: COVID-19, cambio climático, conflictos armados y coste de la vida (precio de los alimentos, combustible…), este último agravado por el impacto de la guerra en Ucrania. De ahí que se hable de las 4C que afectan a África como si se tratase de los cuatro jinetes de un nuevo Apocalipsis. Son desafíos exógenos, no creados en el continente, pero que los padece en mayor medida que otras regiones del mundo. Quizás en la falta de estructuras y recursos para enfrentarse a ellos esté la clave. Por eso mismo, la necesidad de una buena gobernanza se ha vuelto más urgente que nunca.

Algunos expertos afirman que estas múltiples crisis han dejado claro que los países que tienen instituciones políticas y económicas sólidas podrían responder de manera más eficaz a los desafíos y prepararse mejor para una recuperación resistente. También reconocen que abordar la corrupción es un problema internacional, dado el papel que juegan agentes externos al continente y las jurisdicciones y leyes que brindan protección al producto de la corrupción.

Todo esto refuerza las conclusiones del Índice 2022 de la Fundación Mo-Ibrahim. Este aprecia «un declive general de la democracia» y «una situación de seguridad cada vez más tensa». Durante la década 2012-2021 (periodo que abarca el estudio), parece que el continente se ha vuelto menos seguro y democrático. E incluso en algunos de los países que dan muestras de estar más afianzados en la cultura democrática, también hay sorpresas.

El índice califica a los Estados según sus esfuerzos con respecto a la seguridad, participación, desarrollo humano y oportunidades económicas. Basado en estos aspectos, Mauricio, seguido de Seychelles, Túnez, Cabo Verde, Botsuana, Sudáfrica, Ghana, Namibia, Senegal y Marruecos, ocupan los diez primeros puestos de la tabla. Sin embargo, Libia, República de Congo, Chad, Sudán, República Democrática de Congo, República Centroafricana, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Somalia y Sudán del Sur, ocupan los puestos inferiores.

En conjunto, según la publicación, en 2022 gran parte de África era menos segura y democrática que en 2012. Pero también deja claro que la seguridad y el Estado de derecho, al igual que la participación ciudadana, los derechos y la inclusión, llevan en declive desde 2017. Esto indica que la tendencia estaba ahí antes de la llegada de la pandemia de COVID-19 y las otras crisis, aunque estas han provocado su aceleración, sobre todo en lo que respecta al deterioro de la seguridad y el Estado de derecho. Igualmente, han puesto al descubierto las debilidades de los sistemas de salud y educación de muchos países del continente.

Quizás la buena noticia del informe tenga que ver con que asegura que los fundamentos para las oportunidades económicas y el desarrollo humano han mejorado desde 2012, aunque la mayoría de los países africanos siguen enfrentando grandes desafíos en esta área, como en el empleo o en las infraestructuras de transporte y energía.

Cada vez es más evidente el axioma que relaciona democracia y respeto de los derechos humanos con reducción de la pobreza. Así, el hecho de que en la actualidad la pobreza aumente en África, revirtiendo la tendencia que se había observado años antes, está relacionado, no solo con las 4C, sino también con el deterioro de la buena gobernanza.

La principal conclusión de todo esto es que si no se toman medidas para cambiar estas tendencias, la capacidad de África para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030 y la Agenda 2063 de la Unión Africana, está en peligro. Además, la pobreza seguirá creciendo en el continente.



En la imagen superior, una familia en una calle de Lomé (Togo). Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

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