«Espero que las luchas internas en el CNA no frenen las reformas»

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Lukanyo Mnyanda, periodista especializado en economía


La pandemia ha acentuado las debilidades de la economía sudafricana. El desempleo, la desvinculación de la educación de las necesidades del país o el impacto de la corrupción convierten en una gran interrogación el futuro del país austral. De ello hablamos con el periodista especializado en economía Lukanyo Mnyanda.


¿Cómo describiría la situación económica de Sudáfrica?

Sufrimos un duro golpe con la Covid-19. No hace falta ni mirar los datos, se ve en la calle. La presión a la que ha sido sometida la gente… En el centro de Ciudad del Cabo ha habido un gran aumento de gente sin hogar. Respecto a los datos, en 2020 la economía se retrajo un 6,4 %, la recuperación en 2021 fue mejor de lo que se esperaba –creció alrededor de un 5 %– pero se prevé que vuelva a caer en los próximos dos años por debajo del 2 %. Algunos parámetros que se consideran inadecuados, ya lo eran antes de la pandemia, antes de que perdiéramos 1,2 millones de puestos de trabajo. En la última década apenas ha crecido nuestra economía y el paro sigue siendo muy elevado –antes de la covid-19 era del 29 % y ahora está por encima del 35 %, según datos oficiales–.



¿Cómo explica que el país sufra cortes de electricidad o problemas de suministro de agua casi 30 años después de haber alcanzado la democracia?

Nos hacemos la misma pregunta, pero tenemos que pensar en la década de corrupción que hemos sufrido, que está muy bien documentada por la Comisión Zondo. Esto explica mucho la situación actual en relación a las inversiones y en el gasto de dinero en esas grandes comisiones, la captura del Estado o el caso de Eskom [compañía nacional de electricidad], cuando cogieron tanto dinero para, supuestamente, mejorar las infraestructuras y se lo quedaban.

¿Cuáles son los principales desafíos para la próxima década?

Lo más importante es que la economía crezca y que se reduzca la tasa de desem­pleo. En este país siempre se habla de la necesidad de reformar la economía, de conseguir que la burocracia o las políticas migratoria o energética dejen de estar bloqueadas por la política. Hay algunos temas controvertidos como la privatización de las empresas, pero no hay que dejar de hablar de la reforma migratoria, hacer posible que la gente pueda venir con más facilidad, crear trabajo y riqueza.

Un refugiado zimbabuense come en las instalaciones de una iglesia metodista en Johannesburgo. Fotografía: Stephane de Sakutin/GETTY. En la imagen superior, Lukanyo Mnyanda el día de la entrevista. Fotografía: José Luis Silván Sen



¿Por qué cuesta pasar a la acción?

Sobre todo tiene que ver con la oposición política, con la alianza entre el CNA y el Partido Comunista… Si el Gobierno dice que quiere reformar, por ejemplo, la energía y pasarse a las renovables, hay grandes sindicatos que temen que ese cambio genere pérdida de trabajos en la industria del carbón. Por eso es tan complicado, por ejemplo, meter mano a Eskom.


¿Sigue siendo Sudáfrica una tierra de oportunidades?

Hay un poco de ineficacia del Ministerio del Interior para que los migrantes puedan trabajar en nuestro país. Hay personas cualificadas que no saben dónde registrarse o que cuando lo hacen no obtienen respuesta hasta ocho meses después. Y también sigue existiendo un elemento xenófobo respecto al resto de África. En general, lo público no funciona.

El 70% de los jóvenes están desempleados y no logran su primer empleo, como media, hasta ocho años después de haber acabado sus estudios. ¿Cómo se ha llegado a esa situación?

Es una pregunta difícil. Habría que remontarse en la historia, aunque algunos creen que es algo estructural. La economía se abrió en los 90, luego llegó la caída de la industrialización…, podemos señalar a las leyes de trabajo, que dificultan el acceso al mercado laboral, o también a la caída del sector manufacturero en Sudáfrica. En el sector minero dirán que es por la incertidumbre que generan las regulaciones, lo que hace que la gente no invierta, pero eso no es concluyente. Si hablas con empresarios del sector te dirán las dificultades a las que se enfrentan para lograr los permisos de explotación, algunos de los cuales tardan años en llegar. Los buenos años fueron con Thabo Mbeki, pero en 2007 y 2008 las cosas se ralentizaron, luego vino la crisis financiera mundial. Aunque en 2011 o 2012 otros países ya se habían recuperado, en Sudáfrica fueron años de pérdida de oportunidades en los que aumentó la corrupción.

Y los jóvenes…

Si quieres tener una sociedad sostenible tienes que pensar en la incorporación al mercado laboral de los jóvenes y evitar explosiones de violencia como la que vivió el país en julio de 2021. No se están creando oportunidades ni infraestructuras, ni hay programas públicos… Todo tiene que ver con la estructura del país. Por ejemplo, en el sistema educativo hay un desencuentro entre lo que se necesita y las habilidades profesionales.


Un hombre delante de la oficina de la Seguridad Social en Ciudad del Cabo. El Gobierno anunció en 2020 un subsidio para las personas sin recursos durante la pandemia. Fotografía: Nardus Engelbrecht/GETTY


Han pasado 30 años estudiando sin apartheid…

Sí, debería haber cambiado, pero no lo ha hecho. El sistema no ha evolucionado como debería. Se habla de una nueva economía, de una nueva era de la comunicación, y luego sigues teniendo a los mismos profesores enseñando lo mismo que aprendieron antes de la caída del apartheid.

¿Cómo sería Sudáfrica sin la década de corrupción?

Los economistas han calculado que en los diez años de corrupción se perdió un trillón de rands –58.957 millones de euros, el equivalente a lo que el Estado invirtió en 2019 en educación y sanidad–, que es bastante dinero si piensas en nuestro PIB –el 15 % del PIB de 2021–. Hace un par de años, Netbank estimó que el segundo mandato de Zuma le costó a nuestra economía 470.000 millones de rands–27.631 millones de euros–.

¿Se lucha contra la corrupción con Ramaphosa?

Es difícil de decir, pero creo que lo está intentando. Ha habido reformas para dar más peso a la autoridad fiscal nacional y se ha progresado en la rendición de las cuentas públicas para recuperar la confianza. A partir de esto se han podido plantear casos complejos relacionados con la captura del Estado, con la corrupción.

Se apunta a que al ser un hombre de negocios no estará tentado por la corrupción…

Son comentarios que se escuchan. No creo que la corrupción empezase con Zuma, el apartheid se construyó sobre casos de corrupción, también hubo corrupción con Mbeki, y nadie piensa en él como un corrupto porque era un intelectual y tuvo un gran peso en otros aspectos del desarrollo de este país. Si el presidente es honesto o no en su comportamiento personal, no marca la diferencia. Estoy seguro de que Ramaphosa no es corrupto, igual que no lo era Mbeki.

Más de 18 millones de sudafricanos reciben subvenciones del Estado. ¿Es un sistema sostenible?

Creo que con las ayudas de la pandemia la cifra ha aumentado a 28 millones en una economía de 60 millones de habitantes. Es impresionante pero, más que celebrarlo, sería preferible que esas personas estuvieran trabajando, que se creara empleo, que pagaran impuestos y ayudaran a mantener el sistema. Nuestra deuda, en relación al PIB, está en el 70 %. Creo que la media en los países desarrollados es del 50 o 60 % después de la pandemia, porque antes era incluso menor. Sudáfrica tiene un Gobierno que coge dinero prestado para consumo en lugar de para invertir. Según el último presupuesto, un 20 % de los ingresos gubernamentales van a parar a saldar la deuda, más de lo que se destina a educación, sanidad o servicios públicos. La única manera de arreglar esto es dirigiendo correctamente la economía para que baje el coste del préstamo.

¿Hay aspectos económicos del apartheid que serían útiles hoy?

Algunos opinan que actuamos con demasiada celeridad para importar productos, pero es algo que ocurre en general cuando se abre una economía y se empieza a importar cosas que se podrían fabricar localmente, por ejemplo en el sector textil. Algunos hablan de políticas de localización, prohibición de importación de cemento, de un semiaislamiento, pero, personalmente, no lo comparto.

¿Deben transitar hacia una economía dirigida más por tecnócratas?

Una de las cosas que se ha visto con la captura del Estado es que, además del robo, la corrupción saca a la gente buena e íntegra del Gobierno, lo que lleva a una mayor ineficacia en la gestión. La burocracia ha arruinado el sistema, al no tener gente eficaz capaz de resolver situaciones complejas. Es una buena idea tener a tecnócratas capacitados cuando lo ideológico no resuelve nada, pero la política lo domina todo aquí.

¿Qué es el concepto black economic empowerment?

En una economía que mata o deja fuera a una mayoría, la idea es abrir oportunidades para negocios propios. En el sudeste asiático, en Malasia, hicieron algo similar aunque no tan radical. El concepto se entiende, pero su implementación no tanto porque hay una percepción por la que se cree que beneficia solo a algunas personas.

¿Por qué?

Porque las empresas pueden decir que beneficia a las empresas influyentes negras, que se hacen negocios, pero solo para una pequeña clase, los propietarios. No ha tenido éxito porque no se ha logrado esa clase media negra empoderada, aunque no se puede ser categórico porque se ha apoyado a los negocios de las mujeres. Al principio, el objetivo era crear millonarios negros en este país, y no una clase media empoderada.

¿Hay clase media en Sudáfrica?

Sí, pero la pregunta es cómo es de grande para que se sostenga.

¿Cómo será la economía sudafricana en diez años?

Estamos en una situación difícil, sobre todo por las cifras de desempleo y pobreza, algo que deprime, pero espero que las peleas internas en el CNA, en las que se infravalora el trabajo del presidente, no afecten a las reformas económicas que necesitamos. Espero que salgamos adelante. También tengo la sensación de que si Sudáfrica, que es muy grande, no lo consigue, ¿acaso podrá el resto del continente? Ademas, tenemos las infraestructuras, no llevará tanto tiempo darle la vuelta a las cosas, solo necesitamos estar centrados.

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