Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
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Muchas cosas. Se ha ido transformando y evolucionando conmigo. Al principio era un escaparate, una ventana para amplificar el conocimiento de las realidades contemporáneas conectadas con las expresiones culturales que estaban teniendo lugar en el continente africano, y ha ido evolucionando a un aparato crítico, de conocimiento, hacia el entendimiento del denominado Atlántico negro, un concepto acuñado por el historiador Paul Gilroy. Es un espacio de curiosidad, de auto representación, autoconocimiento y posicionamiento de una existencia en la diáspora, como la mía, o de una persona afrodescendiente. Se ha convertido en un espacio de redefinición constante que pivota sobre el continente africano.
Para entender cómo se representa a las personas, sobre todo en África. La reflexión entorno a los cuerpos negros o la introducción a las teorías poscoloniales vienen después. Al principio fue algo tan sencillo como la incomodidad por la mirada que sentía parte de la gente de aquí, que era muy sesgada. El nulo y una forma inferiorizada de lo que era y de lo que me conformaba. Me molestaba, porque considero que nuestra forma, nuestras raíces, nuestras culturas tienen un peso muy importante en nuestras existencias, pero están totalmente menospreciadas. Fui entendiendo que se me cruzaban una serie de estigmas que dificultaban mi propio desarrollo. La resistencia a toda esa imaginería me hizo crear Radio África.
Ahora me interesa recuperar textos, pensamientos relacionados con esa falta de lugares de iniciación para poder crear un espacio de anuncio epistemológico fuerte, potente, crítico y a la vez necesario para las personas que intervienen. No es un medio al uso sino que a mi entender alimenta el alma. Va lentamente y no está supeditado a la filosofía de los likes ni a las necesidades de los algoritmos, sino a nuestras propias necesidades.
Es posible, pero no se puede vivir de ello. La estrategia es que, a la vez que nos alimenta el alma, nos dé una formación necesaria para enfrentarnos a la sociedad.
El conocimiento se da en el proceso, y en el proceso la conversación. Vas conociendo a una serie de actores que no tienen voz en los grandes medios, y los puedes vehicular. Los colaboradores, a la hora de proponer un contenido lo hacen desde un lugar específico. Quiero formar a la opinión pública para que tenga diferentes formas de enunciación en función de su conocimiento y experiencias, porque esa es la diversidad que nos supedita, que nos conforma como sociedad, y hay que aceptarla y no reproducir los espacios de saber y conocimiento que nos han llevado hasta aquí y que solo generan exclusión porque no consideran otras formas de ser, o de concebir la vida. Hay que llevar esos márgenes al centro, pero sin la ambición de que se conviertan en el centro.
Sí. Ngũgĩ wa Thiong’o en su libro Desplazar el centro lo explica muy bien. Propone crear múltiples centros. No tengo la ambición de que lo mío sea lo central, ni quiero que sea así, pero sí que considero que no solo hay uno sino múltiples centros, y eso es lo que conforma una sociedad. Solo desde ahí vamos a enriquecernos, porque si no estamos ante una forma de autoritarismo cultural que no tiene ningún futuro ni es sostenible.
Hay que hacer una retrospectiva de cómo se ha representando al continente y qué lugar hemos ocupado las personas africanas y negras en el conocimiento y representación del mismo. No estoy de acuerdo en ser tajante en la idea de negro o blanco sin pensar en cómo se trabaja el conocimiento. Soy muy lapidaria sobre los espacios en los que se perpetúa una representación paternalista de lo negro y de los africanos. Me molesta mucho el autoritarismo dentro de las formas de entender la alteridad.
El mundo de la negritud y de su reivindicación, no es homogéneo, sino que es un espacio complejo, en el que hay diferentes velocidades y lugares que uno ocupa y que tienen que ver con el autoconocimiento y la consciencia propia.
Se han introducido variables como el antirracismo. La idea de racismo impera cada vez más, con el peligro de ocupar lugares nuevos, pero es el precio a pagar para tener un espacio público. La sociedad se está transformando. Es un proceso social en el que el cambio demográfico coincide con un estado de consciencia de la alteridad muy fuerte que es, además, internacional. Cada vez hay más sujetos con diferentes bagajes culturales que no se encuentran representados, y eso es lo que se está transformando. Estamos en ese proceso de evolución. Estamos ahí, nos conocemos todos, a veces colaboramos, otras no, en ocasiones tenemos formas muy diferentes de entender las problemáticas. La única diferencia es que la gente de aquí tiene espacios para expresarse y nosotros tenemos que crearlos.
Llevo más de diez años trabajando en la diáspora porque es donde está la clave de la transformación de Occidente. Las diásporas transatlánticas, la de las excolonias que están transformando las ciudades del Norte… Hay que atender a los procesos de colonización para entender la transformación del territorio, las migraciones, e incluso el incremento del discurso fascista, racista, que está emergiendo en las sociedades. Primero vinieron las diásporas nacionales: los procesos de integración del campo a la ciudad, de Andalucía o Extremadura a Cataluña, no son muy diferentes a los que ha habido después de personas de América central y del sur que llegaron a finales del siglo XX y principios del XXI. En los territorios confluyen el deseo de preservar la resistencia al cambio y la idea de democracia, algo incoherente, esa necesidad moralista de preservación y de superioridad.
Tengo la sensación de que es cíclico, nada cambia y todo seguirá igual, y que en ese ciclo hay cosas que se transforman, pero que también volvemos a formas anteriores. Las sociedades son cíclicas . Cuando morimos dejamos algo, pero continúan reproduciendose formas sociales que son complejas de cambiar. Lo interesante es el legado , qué queda y qué recuperan las siguientes generaciones en esa transformación social. La historia está por escribir, me cuesta prever el futuro.
En ese proceso dejas un legado, tu aprendizaje, que puedes transmitir, de modo que el proceso de toma de conciencia de otros no dure tanto como el nuestro. He tardado diez años para llegar adonde estoy, pero la persona que viene detrás podría tardar solo dos porque el conocimiento que dejamos va acelerando un proceso que, no obstante, sigue siendo cíclico. Es una espiral de conocimiento que va reduciéndose, y que en algún momento podría llegar a ser recto, pero la sociedad y el ser humano son tan complejos que creo que esa evolución nunca llegará a ser lineal, sino que se quedará en una espiral porque siempre se vuelve hacia atrás.
Las diásporas son responsables de las transformaciones actuales mediante personas que, en su mayoría, vienen de territorios colonizados y que cuando llegan aquí encuentran que el Departamento de Migraciones gestiona la diversidad. Se reproducen patrones coloniales, y nuestra función es resistir y negarnos a ese lugar que tienen reservado para la «alteridad». Se producen también resistencias al contrario, estamos en un espacio de combate continuo. Antes estábamos en un estado de inconsciencia en el que había cierta paz pero también mucha desigualdad de representaciones en la esfera pública. Si queremos ir hacia la igualdad hay que entrar y luchar.
Sí, absolutamente. Hay espacios de resistencia entre los afrodescendientes, es un proceso de lucha por la igualdad en la esfera pública, aunque aún no existe un lugar de aceptación.
Supongo que en alguien que me gustaría que hubiera existido cuando hice el proceso, alguien a quien puedes o no aceptar, pero no negar su existencia porque intenta transgredir el sistema, que lo hace desde una posición crítica para encontrar un lugar y que, en esa lucha para encontrar la forma de supervivencia, ha abierto camino a otros. Siento que soy esa persona que va cortando la maleza y despejando el paso para los que vienen detrás. Y lo hago teniendo en cuenta también mis necesidades. Es lo que me gusta pensar.
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