«Europa está ante una crisis de solidaridad»

en |

Catherine Wihtol de Wenden, politóloga
La investigadora francesa Catherine Wihtol de Wenden, experta en migraciones internacionales, señala que la migración «es un factor importante para el desarrollo económico y humano de los propios migrantes, de los países de origen y de los países de acogida». Consultora de la OCDE, la Comisión Europea, ACNUR y el Consejo de Europa, hablamos con ella en el Instituto Francés de Madrid antes de la salida de Salvini del Gobierno de Italia, y del ascenso de Vox en el Parlamento español.
Catherine Wihtol de Wenden el día de la entrevista. Fotografía: José Luis Silván Sen
¿Quién está más obsesionada por la migración, la sociedad o la clase política europea?

Pienso que la sociedad europea es, sin duda, más abierta que la clase política. Tomo el ejemplo de Francia, donde se acogió a los refugiados cuando se destruyó el campamento de Calais, en el que vivían 6.000 personas. Los refugiados, en su mayoría jóvenes, fueron repartidos por todo el territorio francés, en muchos casos por pueblos pequeños. Los franceses tenían miedo de acoger a jóvenes sudaneses, o afganos, pero en general todo funcionó bien. Una vez que nos encontramos con las personas, desaparece ese imaginario que nos las muestra como enemigas y surge una actitud de acogida. El desconocimiento es una de las causas del rechazo. Cuando la gente conoce mejor la lógica migratoria se muestra más receptiva a esta cuestión. Pero, además, los europeos sabemos muy bien que hay que cuidar a nuestros abuelos, a nuestros niños, que tenemos que recoger los tomates, y que la presencia de migrantes es necesaria. Creo que los Estados y la Comisión Europea se han limitado a mirar los sondeos, por eso inciden en la seguridad mucho más que la gente; teatralizan todo lo relacionado con la seguridad.

¿Otros elementos, como la xenofobia, explican el rechazo al migrante?

Sí, y mucho, sobre todo la idea del fin de la cultura europea, que es un tema que preocupa a algunos escritores. En Francia, por ejemplo, tenemos a Michel ­Houellebecq, que piensa que estaríamos comple­tamente amenazados por el Sur, especialmente por la población de cultura islámica, que haría desaparecer la cultura europea. La gente que llega no tienen la ambición de reconquistar Europa, a la inversa de lo que ocurrió en España al final del período de Al Andalus. Se imaginan este escenario, y por eso se creen que la cultura europea está amenazada por los inmigrantes cuando, en realidad, son una pequeña parte de la población en Europa. Somos alrededor de 710 millones de europeos, y la inmigración en nuestros países es de unos 54 millones, o sea menos de una décima parte de la población. Por tanto, no estamos amenazados por el cambio cultural a causa de las migraciones.

Tres migrantes caminan, en enero de 2018, en dirección al Colle della Scala, un paso fronterizo alpino entre Italia y Francia. Fotografía: Getty
Este rechazo al otro choca con el sanctasanctórum de Europa como tierra de concordia, cohabitación y solidaridad.

Es verdad, estamos ante una crisis de solidaridad. Tuvimos una gran crisis de solidaridad cuando muchos países del Este, como Hungría, Polonia o República Checa, se negaron a acoger a los refugiados en 2015. Faltó solidaridad, un principio que está inscrito en el Tratado de Lisboa de 2007. Fue una crisis profunda de los valores europeos. Estos países no quisieron aplicar el principio de solidaridad, cuando ellos mismos reciben fondos europeos de desarrollo. Y Europa fue débil porque aceptó el incumplimiento de estas naciones y, además, no las sancionó. Deberían haberles retirado los fondos europeos y sancionado por cada refugiado al que se negaran a acoger. En realidad, se decidió que pagaran una multa de 250.000 euros por cada persona no acogida, algo que al final no se cumplió. Ahí se vio la fragilidad de Europa en relación a sus propios valores, la fragilidad de los principios europeos. Europa se ha mostrado muy frágil frente al auge del soberanismo de los países dirigidos por la extrema derecha que hoy quieren controlar sus fronteras.

Si le parece, nos centramos en la inmigración procedente de África subsahariana. ¿Qué peculiaridades tiene en relación a otros flujos migratorios que llegan al continente europeo?

Por una parte, es más reciente. Otros colectivos migrantes tienen a mucha menos gente en situación irregular, ya que cuentan con muchos familiares instalados hace tiempo en Europa. Estas migraciones más antiguas vienen de forma legal a través de la reagrupación familiar, como en el caso de aquellos que proceden del Magreb. Por tanto, no necesitan venir en pateras, cayucos u otras embarcaciones precarias. Los subsaharianos, además de no contar con esos vínculos familiares, son muy jóvenes, más que los que vienen del norte de África y, por supuesto, que los europeos. Además, no hay que olvidar que un tercio de los migrantes en nuestro continente son europeos, debido a la apertura intraeuropea hacia el Este; pero también nos encontramos con europeos del Sur que migran al Norte, especialmente los más cualificados. Además, los subsaharianos, que consideran que en su tierra no hay otra esperanza que salir, conforman un grupo que mezcla el asilo y la inmigración económica.

Campo de refugiados de Idomeni (Grecia). Fotografía: Alex Yallop / MSF

¿Cómo se relaciona políticamente la UE con África subsahariana?

Deberíamos remontarnos a la Conferencia Euromediterránea de noviembre de 1995, de la que salió la Declaración de Barcelona, que fue un fracaso y un éxito a partes iguales, especialmente en cuestiones migratorias, porque las fronteras del Sur no se relajaron. Las políticas con los países del Sur se tratan mediante acuerdos bilaterales o multilaterales. De hecho, Europa ha suscrito cerca de 300 acuerdos con los países del Sur para regular temas fronterizos, de trabajos eventuales… Por ejemplo, en 2015, tras la crisis de refugiados, la UE llegó a un acuerdo con Turquía, y con Libia hubo una tentativa de reanudar las negociaciones para formar a los guardacostas libios para que controlaran sus fronteras. En este caso es muy difícil que funcione, porque no hay Estado en Libia.

La situación de Libia está vinculada a la caída de Gadafi, en la que Occidente tuvo mucho que decir. Marruecos se ha convertido en el gendarme de la UE en el norte de África. ¿Qué parte de culpa tiene Europa en el actual flujo migratorio de subsaharianos?

No sé en qué medida Europa es responsable. El problema, digamos, es que no hay apertura. Tenemos un sistema de protección del mercado de trabajo nacional y europeo en todos los países de la UE, pero para los sectores no atendidos por europeos perfectamente se podrían abrir las fronteras, lo cual resolvería gran parte de los problemas en el Mediterráneo: los muertos, los problemas de los que viven sin papeles o de los refugiados, porque la gente entraría legalmente para trabajar. Este es uno de los objetivos del Primer Pacto para la Migración, suscrito en Marrakech en 2018: una inmigración segura, ordenada y regular. Pero todavía estamos lejos de esto. Reabrir las fronteras sería una solución, pero los países europeos no lo hacen porque dependen de la opinión pública. En este sentido sí serían responsables de los muertos en el Mediterráneo. Es responsabilidad de Europa, porque en los países del Sur es muy difícil obtener un visado. Después también están las economías de los países del Sur, que desde hace 50 años son independientes de Europa. En estos países no hay empleo para muchos jóvenes De esto Europa no es responsable. Sí lo fue de la colonización, pero los países del Sur alcanzaron la independencia hace 50 años.

Un grupo de mujeres migrantes rescatadas del Mediterráneo por Médicos Sin Fronteras. Fotografía: Alex Yallop / MSF
Se refiere a la Cumbre de Marrakech. Marruecos, a la vez que acoge esta cita, dispersa a los inmigrantes cuando le interesa, o cuando la UE le pide más mano dura. ¿Cómo ve usted este juego?

Marruecos está atrapado entre dos lógicas diferentes. Por una parte, sigue siendo un país del que proceden numerosos migrantes. En España y en Francia tenemos menores y niños de la calle marroquíes. No son pocos los jóvenes marroquíes que emigran hacia España, Italia y Francia. En cada uno de estos tres países viven medio millón de marroquíes, a los que hay que añadir los que lo hacen en Bélgica o en Países Bajos. En total, hay cerca de 3,5 millones de marroquíes en Europa. Marruecos es un gran país de emigración, pero también se ha convertido en un país de inmigración, especialmente subsahariana, y comienza a desarrollar una política migratoria, aunque de forma muy lenta, con derecho de asilo, con una regulación de personas, aunque todavía en un número muy reducido porque es un país pobre y no hay mucho trabajo. Marruecos está entre dos lógicas contradictorias: defiende los derechos de sus nacionales cuando emigran al extranjero y, a la vez, desarrolla una política migratoria para los que entran en su país.

¿Las oenegés que trabajan en el Mediterráneo prestan un servicio a las mafias que trafican con personas?

Es un debate que circula en Italia, donde se dice que hay más misiones de rescate porque los mafiosos indican a sus clientes que serán rescatados en alta mar, ya que hay muchos barcos de rescate en el Mediterráneo. Desde mi punto de vista es un debate falso, muy cínico. Algunas mafias, cuando el barco sale de la costa, llaman a los rescatadores y les advierten: «Mira, hay un barco perdido en tal sitio». Efectivamente, hay cierta concomitancia entre la existencia de las mafias y las operaciones de rescate. Pero cuando se lee cómo se hacen los rescates, se percibe que las mafias no van a prosperar porque haya más barcos de rescate en el Mediterráneo. Son dos cosas muy diferentes, y cada día de los 365 días del año hay al menos entre siete y diez muertos en el mar. Son muchos.

¿Significa esto que las oenegés tienen que dejar de trabajar en el Mediterráneo o hacerlo de otro modo?

Lo esencial de los rescates y controles es que se hacen en el Mediterráneo porque es un punto de paso muy importante. Pero hay otros controles que se hacen en tierra, en los Alpes, o en el este de Europa, en Polonia, Ucrania, Bielorrusia, entre Serbia y Eslovenia, o en la frontera húngara. También hay controles en tierra, pero el paso es menos peligroso. El control más importante se realiza en el Mediterráneo.

manifestación en Calais (Francia) contra la criminalización de la migración. Fotografía: Getty
Hablaba de Hungría y de Polonia. Tenemos a la Liga Norte, al Frente Nacional, a Vox. ¿Percibe una deriva contraria a la inmigración?

El hecho es que la extrema derecha está imponiendo su ideología sobre la inmigración entre la opinión pública. Aunque fracasó políticamente en algunos países, sí ha impuesto su ideología y ha marcado a la opinión pública, que teme la pérdida de nuestra cultura e identidad europeas, nuestra cultura cristiana. Según ellos nos veríamos superados por los jóvenes del Sur, nos quitarían nuestros empleos, estaríamos dominados por culturas mestizas que impondrían su ideología en los países europeos. Todo esto está muy desarrollado en la opinión pública. Eso es falso, porque se ha visto que esa media del 10 % migrante en todos los países europeos es, en verdad, una realidad con diferencias muy marcadas entre un país y otro. Hoy vivimos el fantasma de una especie de reconquista, a la inversa, explotada por la extrema derecha.

¿Se prevé, entonces, un futuro todavía más complicado para los migrantes en los próximos años?

Creo que sí porque la política de disuasión y de represión le conviene también a las grandes empresas. No podemos olvidar que hay también beneficiarios de estas políticas: los que construyen muros y los que dotan a Frontex de instrumentos muy sofisticados para el control son grandes empresas privadas. Hay toda una industria securitaria que trabaja para los ejércitos y para controlar las fronteras. Junto a eso, cada vez es más difícil obtener el visado, y las vías legales están reservadas solo a las familias, a los refugiados y a las personas muy cualificadas.

¿Tendremos que pedir alguna vez perdón, como sociedad, por el trato que ofrecemos a los migrantes?

Sí, creo que habrá que hacerlo. Cuando uno lee libros sobre cómo se cruza el Mediterráneo se pregunta si todavía estamos en la Edad Media. Nos enfrentamos a retos médicos considerables, somos capaces de enviar a la gente a la Luna y, al mismo tiempo, hacemos sufrir terriblemente a los que cruzan Libia y el Mediterráneo. Es dramático.

¿Algún sueño en relación al fenómeno migratorio?

Espero que un día las políticas migratorias europeas sean más realistas y que permitan a la gente entrar legalmente cuando lo necesiten.

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto