Fa

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«El fa es la verdad que surgió en el origen de la historia. Nos lo donaron los antepasados. Siempre, antes de cualquier acción, hay que consultarlo. Nunca se equivoca. Es el pasado, el presente y el futuro. Es la voz de los ancestros». Fagla Bagbonon habla con aplomo y seriedad. Ni una mueca se dibuja en su rostro mientras de su bolsa blanca saca tres juegos de grandes cauris engarzados en cadenas. Luego aparecen unos huesos de pollo. Finalmente, una campanilla. Son sus herramientas de trabajo.

Lanza los cauris sobre una superficie de arena limpia tras invocar a los antepasados y espíritus al ritmo de la campanilla. Terminados los encantamientos, levanta las cadenas. Entonces agarra un hueso de pollo y señala con él las marcas impresas en el suelo. Así interpreta el mensaje que el oráculo transmite. 

Sus vecinos le llaman cada vez que quieren emprender algo, adivinar el significado de un sueño o saber qué les depara el futuro. El bocono –o sacerdote–, que es el título de -Bagbonon, transmite el mensaje de los antepasados. Luego aconseja sobre el sacrifico que estos piden para que todo salga como está previsto. Puede ser una gallina, un cordero o una vaca. Normalmente, acompañado de aceite de palma, harina y licor. 

No todo el mundo puede ser bocono. Hay que nacer en una familia de sacerdotes y aprender el oficio junto al padre o al abuelo. Luego, los ancestros, a través del fa, decidirán quién sucede al bocono cuando este muera. No basta con practicar desde pequeño, hay que ser elegido. Bagbonon lo fue. No resultaron escogidos ni su padre ni sus tíos ni ninguno de sus hermanos o primos. Tomó el puesto de su abuelo. Lo decidió el fa

Su familia siempre ha estado al servicio de los reyes de Abomey (Benín). Pero él también ayuda a sus vecinos cuando el monarca actual, Dêwênondé Gbêhanzin, no requiere sus servicios.

A Bagbonon le molesta que algunos boconos hayan abierto escuelas de fa. «Un negocio para sacar dinero que va contra nuestras leyes y directrices donadas por los antepasados», explica. En esas instituciones cualquiera puede aprender los entresijos del oficio, aunque no proceda de una familia sacerdotal. «Es una banalización de nuestras tradiciones. En este mundo donde muchos ya no creen en los dioses del vudú ni en el poder de los espíritus y los ancestros, se comercializa con todo. Es gente sin fe la que hace esas cosas», afirma con un tono de voz que parece enfadado, pero sin expresar ninguna emoción en su rostro. «Luego, esos aprendices, que no han sido designados por los antepasados, se dedican a engañar a la gente, a pedirles dinero por recomendarles sacrificios que se inventan. Que jamás satisfacen a los espíritus ni a los dioses». 

Bagbonon se toma muy en serio su sacerdocio. Él nunca cobra por sus servicios. Solo acepta algún donativo ofrecido voluntariamente. Vive de lo que producen sus campos.


En la imagen superior, el bocono Bagbonon, con una campanilla en la mano, posa sentando delante de una mesa con los cauris que utiliza unidos por una cadena. Fotografía: Chema Caballero


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