¿Fuerza africana contra el yihadismo?

Sahel G-5

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La Unión Europea (UE) ha acordado destinar más de 50 millones de euros para financiar una nueva fuerza militar conjunta africana en la región del Sahel, según informa el portal digital Euroactiv. Estos fondos ayudarán a formar un nuevo ejército africano que combinará tropas de Mauritania, Malí, Chad, Burkina Faso y Níger; una iniciativa de estos cinco países que se agrupan bajo la coalición conocida como Sahel G-5. El objetivo de esta fuerza “no es otro que combatir el terrorismo y el crimen ilegal”, declaró la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, durante una reciente visita a Bamako, capital de Malí.

Esta acción se encarna dentro del marco de amistad entre la UE y los países que componen el Sahel G-5, ya que “para la UE la seguridad, la prosperidad y el desarrollo del Sahel resultan claves para garantizar su propia seguridad, desarrollo y estabilidad”, según Mogherini.

El anuncio lo realizaba la alta representante europea tras la Cumbre de Jefes de Estado del grupo celebrada en Bamako el pasado 6 de junio, en la que se aprobó la creación de esta fuerza. Entre las razones esgrimidas por los políticos africanos para su puesta en marcha se encuentran la inestabilidad de la vecina Libia, los constantes ataques terroristas en Malí y otros países, el avance del extremismo violento, la migración irregular, el tráfico de drogas y la proliferación de armas ligeras en la región.

Sin embargo, la idea de este ejército no es nueva. Se ha barajado durante años, más específicamente desde la creación en 2014 del Sahel G-5. En noviembre de 2016, en una cumbre celebrada en Yamena, capital de Chad, finalmente los distintos gobiernos se pusieron de acuerdo y aprobaron su puesta en marcha. En marzo de este año se concretó un poco más y se acordó que esta fuerza contaría con 5.000 hombres y mujeres entre militares, policías y personal civil. Pero, tras la promesa de financiación de la UE, los cinco jefes de estado decidieron en la cumbre de Bamako doblar el número hasta los 10.000 efectivos.

No cabe duda de que el terrorismo es una cuestión seria en la región. Níger y Chad están afectados por los ataques de Boko Haram, mientras que los otros tres países del grupo sufren por las actividades de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Otro elemento que crea gran preocupación entre estas cinco naciones es el de la porosidad de las fronteras que comparten circunstancia que es utilizada para el tráfico de personas y drogas.

Los componentes de Sahel G-5 están entre los países más pobres del mundo, circunstancia alegada por sus dirigentes para justificar el no tener medios necesarios para financiar la fuerza que han creado y la necesidad de la ayuda exterior. En este caso, ha sido la Unión Europea la que ha venido a rescatarlos y no ha sido una decisión del todo inocente. Hay claros intereses detrás de esta respuesta que transcienden los de seguridad, desarrollo y estabilidad de la zona.

No hay que olvidar que los países miembros del Sahel G-5 coinciden con los cinco de la región que apoyan a Francia en la llamada Operación Barkhane. Estrategia con la que el país europeo y sus aliados (entre ellos también se encuentra España) se proponían, allá por julio de 2014 cuando fue lanzada por el entonces presidente francés François Hollande, vigilar el Sahel y combatir la amenaza de los grupos yihadistas que operan en él, junto con el tráfico de armas, drogas y personas.

Barkhane vino a sustituir a la Operación Serval que el ejército francés lanzó, en enero de 2013 junto a tropas de Malí, Mauritania, Burkina Faso y Níger contra los grupos islamistas ligados a Al Qaeda que habían proclamado la independencia del norte de Malí (Azawad).

Por esta misma razón, desde abril de 2013, está desplegada en Malí la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA) que ha sido calificada como la más peligrosa para la organización en décadas. Más de 115 miembros de la misma han sido asesinados en los últimos cuatro años.

Por coincidir esta nueva fuerza con estas otras dos ya desplegadas sobre el terreno y tener, prácticamente, la misma finalidad, algunos analistas se preguntan por la oportunidad de esta nueva misión militar que, si todo continua como está previsto, estará totalmente operativa a finales de año. En un principio, está establecido que apoyará a las tropas francesas y de la ONU que ya operan en el Sahel. Sin embargo, cabe una muy remota posibilidad de que esta operación sea un primer paso para preparar la retirada de las fuerzas de Naciones Unidas y, eventualmente, de Francia de la zona.

También se ha señalado que esta coalición está creando tensiones entre los países de la región al no tener presente que sus miembros ya son parte de otras alianzas militares que también están luchando contra el yihadismo o el tráfico de personas y drogas, como son la Unión del Magreb Árabe, en la que está integrada Mauritania; la Comunidad Económica de Estados de África Occidental y la Unión Económica y Monetaria de África Occidental, a las que pertenecen Malí, Níger y Burkina Faso; o la Comunidad Económica y Monetaria de África Central, en la que está Chad.

Además, en 2010, Malí, Mauritania, Níger y Argelia crearon el Comité del Estado Mayor Operacional Conjunto, con base en Tamanraset, sur de Argelia, que dispone de un centro de información sobre seguridad en Argel y se reúne cada seis meses. Aunque esta organización no ha lanzado todavía ninguna operación transfronteriza, a pesar de haberlo considerado en varias ocasiones, entre sus objetivos tiene el de luchar contra el terrorismo de Al Qaeda en el Magreb Islámico y Boko Haram. Que, una vez más, coincide con los de Sahel G-5. De ahí que algunos expertos en seguridad también destaquen la debilidad de la nueva coalición al no haber invitado a países claves en la zona como Argelia. Tampoco se ha tenido en cuenta a Senegal, Sudán o Libia.

Quizás, lo que caracteriza a la nueva fuerza de Sahel G-5 sea que cuenta con el apoyo total de Francia, país que sigue jugando un papel determinante en la región donde mantiene fuertes intereses económicos. Estos se han visto amenazados por revueltas o los avances islamistas en la última década, lo que podría justificar la insistencia de París por mantener sus tropas, u otras que pueda controlar fácilmente, en el Sahel.

Una prueba de que Francia es, posiblemente, la más interesada en la creación de este nuevo ejército y, consecuentemente, la que ha estado detrás de su nacimiento desde un primer momento, es que la diplomacia francesa desplegó todos sus efectivos para que esta nueva fuerza contase con el respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Hasta ahora no lo ha conseguido plenamente. No está resultando tarea fácil. Aunque de entrada no contaba con la oposición de Estados Unidos ni de Reino Unido, que reconocen la importancia de la lucha contra el terrorismo en el Sahel, estos dos países, de momento, se niegan a involucrarse directamente en las operaciones. París ha tenido que cambiar varias veces el texto de la resolución especificando los grupos que son el objetivo directo de esta nueva fuerza, para que coincidan con los reconocidos como terroristas por la ONU, para lograr el consenso de todos.

Curiosamente, de entrada Francia contaba con el apoyo de China, Rusia y los países africanos y europeos del Consejo de Seguridad y, contrario a lo que normalmente suele suceder, se topó con las trabas de estadounidenses y británicos.

En el momento presente continúan las negociaciones. El 9 de junio, el Consejo de Seguridad se otorgaba dos meses para decidir si, finalmente, apoya esta fuerza del Sahel G-5. Durante este tiempo, París tendrá que convencer a sus dos aliados que, pese a las concesiones realizadas, siguen reticentes.

No cabe duda de que detrás de esta negociación se esconde un choque de intereses económicos y geoestratégicos que demostraría que tanto Washington como Londres no están dispuestos a consentir que París siga ejerciendo el control de la región (y de sus recursos naturales, entre ellos el Uranio) de modo absoluto como hasta el presente. La elección de los cinco países del Sahel G-5 también pudiera resultar un freno al pertenecer todos a la órbita de Francia, lo que explicaría que se hubiesen dejado fuera otros en los que Estados Unidos o Reino Unido tienen más presencia.

Una vez más, se pone de manifiesto, que los países africanos son utilizados por las distintas potencias mundiales para defender sus propios intereses y nada más.

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