Iniciativa

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Cada tarde, durante muchos años, al regresar del colegio, Malick se metía en el taller de su padre y ayudaba como podía. Al principio limpiaba, ponía orden entre las telas o repartía pedidos. Luego empezó a coser. Se sentaba en la máquina que alguno de los aprendices dejaba libre y unía retales. Con el tiempo consiguió erudición y maestría. Cuando terminó la Secundaria prácticamente conocía todos los secretos de un buen sastre.

Malick partió hacia la capital para estudiar en la universidad. En las vacaciones regresaba a su pequeña ciudad y pasaba horas en el taller de su padre ayudando a sacar adelante los encargos. De esa forma, también conseguía un dinero que le permitía continuar su formación. Confiesa que disfrutaba con el trabajo. Curiosamente, sus estudios no tenían nada que ver con aquello; había elegido algo totalmente diferente. Aunque ahora se alegra mucho de ello.

Aquel esfuerzo le ha servido para cambiar su vida y la de algunas personas como él. Se graduó en Marketing y Dirección de Empresa. Continuó con un máster. Y, finalmente, al igual que tantos otros universitarios, se encontró con que no conseguía trabajo, así que siguió cosiendo junto a su padre. En aquellos días eran muchos los que le animaban a migrar, a cruzar el desierto en busca de las oportunidades que no encontraba cerca de casa. Pero él hizo oídos sordos a esos cantos de sirena. Quería prosperar en su país.

Un día tuvo una idea. Se la comentó a otros sastres de la zona. A los más jóvenes. Se ganó su confianza y esquivó sus recelos. Ahora todos ellos están juntos en una cooperativa. Tienen estatutos y junta directiva, de la que Malick es el presidente. Sabe bien lo que quiere: «El 90 % del sector de la moda en este país es informal. Hay cientos de sastres por todas partes y son muchas las personas que requieren sus servicios, como cuando empieza el curso escolar para los uniformes, o ante la llegada de fiestas importantes. El hecho de ser negocios sin registrar les impide crecer y acceder a líneas de financiación».

La cooperativa les ayuda a eso, a conseguir microcréditos para ampliar el negocio y así poder contratar a más personas. Además, han abierto una boutique en la capital donde ­exhiben las creaciones de los socios.

Pero Malick ha dado un paso más y utiliza la informática para promocionar los productos. Una página web y las redes sociales le permiten llegar mucho más lejos. El siguiente objetivo, dice, será explorar la posibilidad de venta online, algo todavía incipiente en el país.

Sí, aquellos estudios que no tenían que ver con el oficio que aprendió desde pequeño, unido a la falta de empleo que afecta a la mayoría de los jóvenes en su país, se han transformado en una iniciativa que genera ingresos y trabajo para muchas personas. Malick ha tenido la valentía de no rendirse y encontrar una vida mejor para todos los que creyeron en él.



En la imagen superior, un sastre trabaja en un centro de protección de civiles de Naciones Unidas en Yuba (Sudán del Sur). Fotografía: Simon maina / Getty

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