«La censura me puso en el camino»

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Zapiro, humorista gráfico 


Jonathan Shapiro (Zapiro) militó contra el apartheid y editorializa a través de sus dibujos desde los años 80. Tiene 28 libros y publica una viñeta diaria en el sudafricano Daily Maverick



El orden prevalece en el luminoso y agradable espacio de creación de Zapiro. Sonriente y disculpándose cuando los ladridos de su perro interrumpen la conversación, el Forges sudafricano deja por unos minutos el proceso creativo en el que se embarca a diario para compartir su capacidad para interpretar con humor lo que sucede en el país.

«Las viñetas han jugado un papel enorme tanto en la nueva como en la vieja Sudáfrica. Lo relevante es que no había negros que pudieran expresarse a través de ellas, no les daban la oportunidad aunque fueran buenos, y les perseguían. Recuerdo solo a un dibujante, Nanda Soobben, sudafricano de origen indio, que trabajaba conmigo en la época del apartheid», explica rodeado de libros suyos y de sus grandes referentes, desde Astérix y Obélix a Tintín, o libros de arte que le han ayudado a agudizar la mirada. 

«Eran todos hombres blancos, como yo, trabajando en medios del sistema, muy restrictivos, limitados por las prohibiciones. Era un Estado muy represivo. Otros estábamos en la prensa alternativa. Pero en la nueva Sudáfrica todo se aceleró y ahora hay casi dos generaciones de dibujantes negros», añade entusiasta. Sin embargo, la Red Internacional de Derechos de los Dibujantes (CRNI, por sus siglas en inglés) destacó hace una década que la democracia sudafricana era la que registraba mayor índice de represión de todas las analizadas por ese organismo.

Publicado en Mail&Guardian @2019. Arriba, retrato de Jonathan Shapiro (Zapiro), por José Luis Silván Sen



«No hay ningún lugar en el mundo en el que los dibujantes sean completamente libres. Los propietarios de los medios se autocensuran en los temas sensibles. Influye también que en los últimos 15 años sientes que no puedes expresarte como te gustaría en las redes sociales porque las cosas pueden percibirse fuera de su contexto y te arriesgas a ser jaqueado o atacado por los trols (alborotadores en redes sociales). La sensación de libertad absoluta es difícil, pero en Sudáfrica estamos bastante bien en el Departamento de Libertad», asegura con una media sonrisa después de recordar que el expresidente Jacob Zuma le demandó dos veces, aunque las denuncias no prosperaron.

Consciente del privilegio que significa que la viñeta sea lo primero en lo que se fija el lector cuando llega a las páginas de opinión, insiste en la importancia del «factor sorpresa combinado con el humor» para tener un verdadero impacto. «Se trata de hacer pensar diferente, ver algo y absorberlo, enlazar varios mensajes que se apoyan entre ellos para darle una vuelta de tuerca más… Son señales que van rápido a tu cerebro y pueden llegar a ser memorables. Combinar esa comunicación con la imagen hace que arda en tu cerebro».

Rodeado de libretas fabricadas con folios de bocetos, ideas, pensamientos, y rotuladas con el año de producción, para Zapiro los conceptos clave son «el contenido» –lo que quiere contar– y «el vehículo» –cómo hacerlo–. Escucha la radio mientras prepara el desayuno junto a un lápiz y una de esas libretas en blanco, luego pone la televisión de fondo y conversa con sus contactos, con su editor o con los periodistas que están trabajando la actualidad. «Hay que alcanzar el momento álgido, eso es lo más duro, pero eso es lo que hace que llegues directo al lector».

Creó su primer personaje con 11 años, en la escuela –un niño con flequillo sobre los ojos–, y recibió el bautismo de la censura con una viñeta en 1993, en la que dibujó «marionetas en un Parlamento creado por el viejo Gobierno, en el que los negros no ocupaban ningún asiento. Eso me puso en el camino».   

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