A a la espera del maná

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Por Xaquín López

 

Tres de las cuatro principales colonias portuguesas en África (Mozambique, Angola y Guinea-Bissau) consiguieron la independencia por las armas. Con los años, el odio hacia la herencia portuguesa se ha diluido, pero desde el poder se mantiene vivo el mensaje anticolonial.

En Mozambique, el poder está en manos del FRELIMO, que muestra un Kaláshnikov en la bandera como homenaje al pasado revolucionario. En diciembre de 2016 el movimiento opositor, RENAMO, que controla zonas aisladas del país, firmó una tregua. Unos 20.000 refugiados en los países vecinos están esperando que se consolide el armisticio para regresar a casa.

La paz le sienta bien a Mozambique. No hay más que darse un paseo por Maputo para comprobar que vive en una burbuja inmobiliaria, alentada por constructoras chinas. En la capital saben que el epicentro económico se escora al norte. Frente a la costa de Cabo Delgado está a punto de arrancar la explotación de los pozos de gas licuado, las terceras reservas más importantes del planeta tras las de Qatar y Australia.

A la espera del maná, muchos jóvenes siguen emigrando a ­Sudáfrica, donde la mano de obra mozambiqueña recoge las migajas del poderoso vecino. Un trato injusto con quien fue su aliado en la lucha contra el apartheid.

En Mozambique, África sigue siendo indomable, pero edulcorada con la saudade portuguesa.

 

[Este artículo forma parte del Cuaderno Mundo Negro Nº1 sobre Mozambique. Si desea obtener la edición en papel escriba a edimune@combonianos.com]

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