La guerra civil en el oeste de Camerún sigue muy activa

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Que no se hable más de ella no significa que la guerra civil en la parte anglófona de Camerún haya terminado. Sigue adelante, muy activa y con gran número de víctimas, especialmente civiles. El cierre de Internet impuesto por el Gobierno de Yaundé sobre esta región del país es, en gran parte, responsable de la falta de noticias e imágenes de lo que sucede en la zona.

Los datos que se tienen no son precisos, pero UNICEF ha afirmado recientemente que «al menos 74 escuelas han sido destruidas y que el alumnado, los maestros y el personal escolar han estado expuestos a la violencia, a los secuestros y a la intimidación», según recogía Actu Cameroun. Como resultado de la prohibición de la educación por parte de los grupos rebeldes y los ataques a las instalaciones escolares, más del 80% de las escuelas de las regiones Noroeste y Suroeste camerunesas han cerrado, lo que afecta a unos 600.000 alumnos. También hay alrededor de 300 alumnos y profesores secuestrados. Todo esto se produce en medio de la continua degradación de las condiciones de seguridad y de vida. Hasta el momento al menos 1.800 personas habrían muerto y más de medio millón habrían tenido que abandonar su hogar en los dos años que ya dura este conflicto, según fuentes de Naciones Unidas. Las autoridades camerunesas acusan a las organizaciones internacionales y ONG de exagerar este conflicto. Según ellas solo hay 152.000 desplazados internos y más de dos tercios de ellos recibe ayuda sin problema de forma habitual.

A todas las dificultades a las que se enfrenta la población de las regiones de habla inglesa, hay que sumar que en las últimas semanas varios envíos de ayuda destinados a aliviar la situación de las personas atrapadas en este conflicto han sido atacados y quemados. Por eso los trabajadores humanitarios de Camerún afirman tener miedo, informa VOA. Los grupos rebeldes dicen desconfiar de toda ayuda en la que intervenga el Ejército camerunés. El hecho es que los convoyes humanitarios que entran en territorio anglófono van escoltados por vehículos militares para proteger a los trabajadores. En las últimas semanas, ha circulado por redes sociales y WhatsApp un vídeo en el que se ve como hombres armados con fusiles y machetes prenden fuego a unos camiones cargados de comida y medicamentos. No es el primero de este tipo, desde el inicio del conflicto han sido muchos similares los distribuidos por los mismos medios. En uno de ellos, los atacantes afirman que nunca aceptarán lo que llaman «ayuda humanitaria envenenada» enviada por el presidente Paul Biya.

Grupos de derechos humanos como Human Right Watch y Amnistía Internacional han denunciado que las dos partes en conflicto han cometido crímenes de guerra y contra la humanidad. Pero no parece que esto tenga ninguna consecuencia práctica ya que la guerra sigue su curso y las atrocidades de ambos bandos se multiplican a falta de diálogo. Sin embargo, cada vez son más las voces que acusan al Gobierno de favorecer la opción militar y la represión sobre el entendimiento y la búsqueda de soluciones pacíficas. Desde un primer momento, las fuerzas de seguridad reprimieron violentamente las manifestaciones de abogados y estudiantes que se quejaban de ser considerados como ciudadanos de segunda clase frente a los de habla francesa.

La gran mayoría de las víctimas de este conflicto son niñas y niños, denuncia UNICEF. La falta de escolarización y de alimentación pone en peligro el futuro de estos menores. Es lo mismo que sucede a tantos jóvenes en tantas partes del mundo donde hay conflicto. No son prioridad, como no lo son los seres humanos. Siempre priman los intereses geopolíticos y económicos de las grandes potencias o empresas transnacionales sobre los de los seres humanos. Y Camerún no es una excepción.

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