La muerte y la destrucción regresan a Darfur

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Darfur no descansa. Hacía tiempo que no se recibían noticias de este territorio sudanés. Parecía que se había instalado la paz tras las últimas masacres registradas en 2022. Pero nada más lejos de la realidad.

El pasado 6 de noviembre, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés) anunciaban la toma de El Geneina, capital del estado de Darfur Oeste. En los últimos meses, este grupo armado ha avanzado por ese inmenso territorio, con el objetivo de capturar sus principales ciudades.

Los informes que llegan desde la región hablan de graves atrocidades, incluidos asesinatos, secuestros, detenciones, violaciones y saqueo de viviendas y propiedades de civiles cometidos por las RSF y los grupos árabes que las apoyan. Nada nuevo desde que en 2003 comenzase este conflicto que tiene tintes de genocidio contra la población negra de la región.

Las RSF son las herederas de las milicias yanyauid, formadas por grupos árabes nómadas, pastores de camellos y de otros ganados. Quieren imponer su hegemonía en Darfur a través de la eliminación de los pueblos negros que habitan en ella, agricultores principalmente. De fondo, en este conflicto se halla la disputa por el acceso a los escasos recursos naturales de la zona. Pero, además, existen otros factores que ayudan a explicarlo. Entre ellos cabe destacar la desigual distribución del poder económico y político, la ausencia total de buenas prácticas de gobernanza y la proliferación de armas. Tampoco hay que olvidar la ancestral rivalidad entre pueblos nómadas (ganaderos) y sedentarios (agricultores).

Desde la década de los 60 del pasado siglo se han sucedido diversos enfrentamientos por alguno o varios de esos motivos. Siempre impulsados por la llegada de grupos árabes apoyados por el Gobierno de Jartum que invadían los territorios de los pueblos negros originarios de la zona. Se trataba de arabizar esta parte del país con la ayuda de personas provenientes, en su mayoría, de Chad y Libia. De hecho, a mediados de los 80, uno de los factores que más contribuyó a alimentar los choques violentos entre pastores nómadas y agricultores fue la ideología supremacista árabe promovida por el expresidente libio Muamar el Gadafi y secundada por el Gobierno sudanés. Esto, entre otras cosas, favoreció esa llegada de grupos nómadas que penetraron en Darfur en busca de agua y pastos para sus ganados. Al mismo tiempo, Libia los armó. Ahí se encuentra el origen del  poder de los yanyauid.

Los pueblos negros, los verdaderos moradores de Darfur, las tribus Fur, Zaghawa y Masalit, se organizaron en dos grupos para defenderse: el SLA (Ejército de Liberación de Sudán) y el JEM (Movimiento por la Igualdad y la Justicia). En 2003 se declararon en rebelión abierta contra el Gobierno de Jartum. Se iniciaba así la última fase de un conflicto que había aumentado, con el paso de los años, de intensidad.

Nunca se ha tratado de una confrontación religiosa, ya que ambos bandos son, en su mayoría, musulmanes, sino, una vez más, como se ha dicho más arriba, de un enfrentamiento por los recursos económicos de Darfur.

En 2006, se dio por concluida la contienda con un acuerdo de paz. Se considera que el número de muertes producidas en esa guerra asciende a 400.000, además de provocar el éxodo de miles de personas hacia campos de refugiados o de desplazados. La paz trajo consigo el despliegue de una Misión Híbrida de la Unión Africana y las Naciones Unidas en Darfur (UNAMID). Tenía el mandato de proteger a los civiles. Pero también de contribuir a la seguridad en relación con la asistencia humanitaria, vigilar y verificar la aplicación de los acuerdos de paz de la región. Igualmente, ayudar a conseguir un proceso político inclusivo, asistir en la promoción de los derechos humanos y el Estado de derecho, vigilar la situación a lo largo de las fronteras con Chad y República Centroafricana e informar al respecto.

Aunque el Gobierno sudanés públicamente siempre negó su apoyo a los yanyauid, les ha proporcionado armas y asistencia, y ha participado junto con ellos en varios ataques contra los pueblos negros. Por esos hechos, el Tribunal Penal Internacional acusó al depuesto presidente Al Bashir y a miembros del Ejército y del Gobierno de crímenes de guerra y contra la humanidad en 2008.

UNAMID no pudo poner fin a los ataques y matanzas de los yanyauid, como mucho documentarlos. Se retiró en 2020, no porque se considerase que el conflicto de Darfur estuvieses solucionado, sino por la insistencia del Gobierno de Jartum, que no quería tropas extranjeras en su territorio.

Ese fue el detonante para que los grupos árabes aumentasen sus ataques sobre los pueblos negros, como ya habían avisado muchos expertos. Ahora, la guerra civil que vive el país desde abril de 2023 ha permitido que los herederos de los yanyauid, las RSF, y sus aliados vuelvan a campar a sus anchas por Darfur.

Este repunte del conflicto, ya ha causado decenas de muertos y heridos y ha obligado a miles de personas a abandonar sus hogares y refugiarse en Chad. Todo ello ante la indiferencia de la comunidad internacional.


En la imagen, Aboubakar acaba de cruzar la frontera desde Sudán para llegar a las instalaciones de Sila en Andréssa, al este de Chad. En el este de Chad cada día siguen llegando nuevos refugiados del vecino Sudán para refugiarse del conflicto en su país. Fotografía: Johnny Vianney Bissakonou/MSF


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