La ONU se va de Liberia y las elecciones se complican

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El Tribunal Supremo de Liberia ha suspendido la segunda vuelta de las elecciones presidenciales programada para el próximo 7 de noviembre hasta que resuelva sobre la impugnación presentada por el candidato que quedó en tercer lugar en los comicios del pasado 10 de octubre por fraude electoral. La noticia conocida el 1 de noviembre ha supuesto una gran sorpresa ya que todo indicaba que los comicios procedería según el calendario previsto. Los primeros análisis indican que las alegaciones de Charles Brumskine, del Liberty Party (LP), no prosperarán. Pero en el aire queda la duda de si la Corte resolverá antes de la fecha fijada para elegir al que será el nuevo presidente del país o tendrá que fijar una nueva.

Todo estaba programado para que el próximo 7 de noviembre (y si los analista tienen razón, nada cambiará salvo, quizás, la fecha) los liberianos eligieran a su nuevo presidente entre los dos candidatos que consiguieron más votos en la primera vuelta de las elecciones celebrada el pasado 10 de octubre.

Por tercera vez desde el final de la guerra de Liberia en 2003, los liberianos tendrán que escoger entre los mismos partidos: el Unity Party (UP), cuyo candidato, el vicepresidente Joseph Boaki obtuvo el 28,8% de los votos en la primer ronda, y la Coalition for Democratic Change (CDC), cuyo candidato, el exfutbolista George Weah alcanzó el 38,4%. En las dos anteriores citas electorales, 2005 y 2011, Ellen Johnson-Sirleaf del UP salió victoriosa en la segunda vuelta. Pero ahora parece que existe una oportunidad para que la oposición se alce con el sillón presidencial.

El hecho de que Johnson-Sirleaf haya sido la primera mujer presidenta del continente elegida democráticamente y haber recibido el Premio Nobel de la Paz en 2011 ha servido de pantalla para desviar la atención de los mayores fracasos de su gobierno. En el último discurso sobre el Estado de la Nación que pronunció, la presidenta reconoció que su gobierno no había logrado la reconciliación entre el pueblo liberiano y que no ha sabido profundizar en su lucha contra la corrupción. Además, aunque ella no lo reconociera, no debemos olvidar que bajo su supervisión su gobierno firmó decenas de acuerdos con compañías nacionales e internacionales para la gestión de recursos naturales de Liberia que han puesto en serio riesgo los derechos fundamentales de sus ciudadanos y que violan las leyes nacionales e internacionales, según publicaba el diario inglés The Guardian.

Es por eso por lo que muchos liberianos fijan sus esperanzas en un cambio de partido en el gobierno y muchos de ellos votaron por el CDC en la primera vuelta. Sin embargo, las perspectivas de cambio no parecen contar con sólidos fundamentos si tenemos en cuenta los lazos de este partido con el pasado más horrible del país. La compañera de candidatura de Weah es Jawel Howard-Taylor, exesposa del Charles Taylor, el que fuera señor de la guerra y presidente del país y que en la actualidad cumple condena en una cárcel británica condenado por el Tribunal Especial para Sierra Leona por crímenes de guerra y contra la humanidad. Desde hace tiempo, los nostálgicos de Taylor intentan restablecer su agenda. Ahora, la candidatura de Weah y Howard-Taylor parece ser la ocasión propicia para ello.

El ruido de las elecciones nos hace perder de vista otro gran acontecimiento histórico que vive Liberia casi simultáneamente: la Misión de Paz de Naciones Unidas (UNMIL) ha comenzado a retirar sus tropas después de casi 15 años de presencia en el país. Si todo continúa según lo acordado, los últimos efectivos saldrán del país en abril de 2018. Este desarrollo, que se produce poco después de un año después de que UNMIL traspasase oficialmente las responsabilidades de seguridad al Gobierno liberiano, no cabe duda de que marca un cambio muy importante para Liberia que se asoma a un futuro bastante incierto sin la tutela de esta misión. Tanto el país como su presidenta han sido ampliamente elogiados por mantener la paz y la estabilidad tras la brutal guerra a la que se enfrentaron, pero no podemos olvidar de que, a pesar de todas las críticas recibidas, lo han conseguido con la ayuda de hasta 15.000 efectivos destinados a Liberia para el mantenimiento de la esa paz. Ahora, el nuevo presidente no contará con este apoyo.

En su último discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado mes de septiembre, Johnson-Sirleaf reconoció el importante papel jugado por UNMIL en el mantenimiento de la paz en el país. La presidenta aprovechó la ocasión para presumir de los progresos alcanzados durante sus 12 años en el cargo: crecimiento de la economía, aumento de la esperanza de vida, reinstalación de la administración pública y el triunfo de la democracia al celebrarse nuevas elecciones que darán lugar a un traspaso de poderes pacífico por “primera vez en la historia de Liberia”. Terminó su intervención reconociendo que “nada de eso se hubiera conseguido sin la asistencia de UNMIL”. Ahora, habrá que esperar a ver si el nuevo presidente podrá seguir manteniendo la paz y abordar los muchos desafíos del país sin la ayuda de la Misión de Paz de la ONU.

Es verdad que las fuerzas de paz fueron acusadas de comprar sexo y practicar otras conductas inapropiadas y que también han sido objeto de críticas por su incapacidad para reintegrar adecuadamente a los exmilitares como parte del proceso de desarme y reconstrucción del país. Sin embargo, no podemos olvidar que UNMIL contribuyó grandemente a contener las emergencias a las que Liberia se enfrentaba tras el final de la guerra. Durante el periodo inicial de reconstrucción la Misión suplió al gobierno en aquellas funciones a las que este no llegaba y, entre otra cosas, actuó como fuerza militar y de policía, ademán fue un gran proveedor de servicios básicos durante aquel duro periodo. Las tropas de la ONU también apoyaron los preparativos para la celebración de las primeras elecciones de la postguerra y asistieron a la administración de Johnson-Sirleaf cuando arrancó tras las elecciones de 2005. Igualmente hay que reconocer que, a diferencia de lo sucedido en otros países donde se han desplegado tropas de Naciones Unidas, estas contaban con el apoyo del pueblo liberiano que se encontraba ansioso de paz después de dos agotadoras guerras.

Es difícil que Liberia vuelva a enzarzarse en una contienda como la pasada, pero en el aire flota el miedo a qué puede pasar en un futuro próximo visto lo vivido durante la primera ronda de las elecciones. De hecho, durante el periodo previo a la primera vuelta ya hubo alegaciones de compra desenfrenada de votos a cambio de la entrega de alimentos, dinero en efectivo y otros artículos a los posibles votantes. Uno de los casos más sonados fue el del candidato presidencial Oscar Cooper que fue grabado en vídeo entregando dinero a un grupo de personas, cosa que no pareció sorprender a nadie, como recogía el New York Times.

Además, una vez conocidos los resultados de la primera ronda Brumskine impugnó los resultados. El vicepresidente Boaki, no contento con haber quedado en segundo lugar, se unió a la demanda y acusó a la presidenta Ellen Johnson-Sirleaf, de su mismo partido, por interferir en la votaciones del 10 de octubre al mantener reuniones privadas con algunos de los magistrados de la Comisión electoral. Ella, evidentemente, ha negado este particular.

La decisión del Tribunal se suma al papel tan importante que cada vez más los tribunales supremos africanos juegan en la supervisión de las elecciones. Basta recordar el reciente caso de Kenia. En este momento, todo está en el aire y queda por ver si las elecciones se podrán celebrar el 7 de noviembre o el Tribunal fijará nueva fecha. Sin embargo, todo indica a que en esos comicios serán Weah y Boaki quienes se enfrenten.
En el caso de que así sea, la victoria de Weah se presenta problemática por sus vínculos con los señores de la guerra, como indicábamos anteriormente. El deportista, único africano poseedor de un Balón de Oro, tras dejar el fútbol profesional fue nombrado embajador de buena voluntad de UNICEF por su trabajo con menores soldados, en 2013. Desde 2015 tienen un escaño en el Senado liberiano por el CDC y goza de gran popularidad entre los sectores más jóvenes de la población que admiran su carrera deportiva.

Su rival, Boaki, carece de este carisma y durante su tiempo como vicepresidente ha desempeñado un papel más bien mediocre, como reconocen algunos analistas políticos. A él se le culpa de los fracasos del gobierno de Johnson-Sirleaf en economía, creación de infraestructura o lucha contra la corrupción. Hasta ahora la campaña electoral se está centrando más en la personalidad de los candidatos que en sus propuestas políticas, de las que hasta el momento no han desvelado gran cosa. Solo hablan de las grandes cantidades de dinero que se necesita para construir o solucionar problemas endémicos del país, pero no avanzan soluciones a los retos que más afectan en el día a día a los ciudadanos. Así las cosas, lo más seguro es que los votantes tendrán que decantarse por uno de los dos candidatos con la incertidumbre de saber qué capacidad real tendrán para sacar al país de su situación actual y mantener la paz que tanto ha costado forjar en Liberia.


Imagen de portada: Ken Harper.

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